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Los cambios

No debemos cargarnos los encantos turísticos que Córdoba posee
Carmen Muñoz
sábado, 15 de julio de 2017, 07:50 h (CET)
En días pasados en el diario Córdoba leí un artículo titulado “Córdoba a la deriva” en el que su autor denunciaba los cambios negativos que se están produciendo en el casco histórico de la ciudad. Tras leerlo un par de veces, no me quedó claro si su denuncia iba en contra de la modernización de la ciudad o de la forma en la que se está llevando a cabo. Quiero entender que, debido a la gran formación humanística y profesional que el responsable del escrito tiene, se referiría a esto último pues de lo contrario me llevaría una gran decepción.

Aterricé en Córdoba en la década de los 70 procedente de una ciudad alegre, bulliciosa, festivalera, acogedora de cambios y modernidades, sociedad abierta con mucha vida en la calle y me encontré con otra radicalmente opuesta, silenciosa, apática, poco amiga de cambios, cerrada en su idiosincrasia, con una mentalidad retrógrada y nostálgica de su pasado.

Han pasado ya más de 40 décadas y parece que algo ha cambiado más por las circunstancias propias de la misma evolución que por el mero interés de sus habitantes.

La integración de nuevas facultades, las salidas de las nuevas generaciones de su entorno, la incorporación de un gran número de personas procedentes de diversos puntos geográficos, han sido elementos esenciales para ese, llamémosle calmoso cambio, que se está produciendo.

Como espectadora y amante de lo bello en todas sus formas he de decir que las reconstrucciones que se han hecho y se llevan a cabo, salvo algunas excepciones, por cierto muy llamativas, se hacen respetando el enclave y medio ambiente en lo que a la arquitectura se refiere, si bien el empleo que se dé a posteriori sea distinto al que tuviese en su inicio, (creo que es a esto a lo que se refiere el citado artículo). En estos últimos años son varios los artículos que han ido denunciando las atrocidades o aberraciones cometidas en los cambios producidos, como el de Martínez Sierra sobre la contaminación lumínica, reflexiones que hizo en Agosto del 2014, o la remodelación del bulevar Gran Capitán etc. por citar algunas. ¿Por qué antes de acometer un cambio sustancial no se crea una comisión en la que intervengan arquitectos, historiadores y artistas plásticos? Pienso que con las formas adecuadas de llevar a cabo las remodelaciones, guardando la estética arquitectónica, se debe dar paso a la modernización y puesta a punto de las corralas, casas de patios etc. en cuanto a su uso. No debemos cargarnos los encantos turísticos que esta ciudad posee sino potenciarlos. Sería mucho de agradecer que al igual que se hizo en la isla de Lanzarote por Cesar Manrique que la modeló a su gusto e hizo de ella uno de los sitios más bellos, pues supo aunar el sentir de sus habitantes y la naturaleza de forma artística, podría llevarse a cabo algo similar en esta ciudad patrimonio de la humanidad.

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De las distintas burocracias públicas, ya sean de mayor o menor nivel en la escala de mando sobre la ciudadanía, alguien podría decir que se encuentran en la línea del progreso de moda. Baste añadir que cumplen con este propósito, porque disponen de una página web para atender mejor a la gente.

¿Hemos perdido o estamos en trance de perder competencias memorísticas? Mala noticia en ese caso, pues la memoria actúa como argamasa de nuestro yo y como fundamento de los procesos cognitivos. Ya hace casi seis décadas que Frances Amelia Yates, historiadora británica, publicó un libro titulado “El arte de la memoria”, en el que desgranaba las distintas técnicas de memorización o recuerdo utilizadas a lo largo del tiempo.

Surge el comentario de hoy desde las actitudes adoptadas en relación con las actividades diarias, con especial referencia a la velocidad y precipitación de las acciones; causantes de tantos agobios como imprecisiones y olvidos, sin tiempo para el mínimo remanso reflexivo. Todo ello se refleja en el lenguaje, suele ser muy expresivo en esos trances, con el uso de muletillas reiterativas, por la amputación progresiva de frases y palabras, en un balbuceo constante.

 
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