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El verdadero escándalo conservador

Los conservadores han de examinar lo que dicen las crónicas de Rick Perry y Herman Cain del estado de su movimiento y la salud de su confesión
E. J. Dionne
martes, 15 de noviembre de 2011, 08:04 h (CET)
WASHINGTON -- .El patinazo de Perry en el debate de la semana pasada fue algo más importante que "quedarse en blanco". Los lapsos de memoria pueden sucederle a cualquiera, y Perry ayudó probablemente a su causa un poco al reírse de sí mismo en el debate CBS News/ National Journal del sábado y en el programa de David Letterman.

Lo que realmente importa es el tema que hizo que el cerebro de Perry se colgara. Estaba en mitad de la descripción de cambios arrolladores en la burocracia federal íntimamente relacionados con su breve visión de la administración pública norteamericana. Se presume que un candidato a presidente sopesa con cuidado esa clase de propuestas, las discute con los asesores y comprende sus implicaciones.

Olvidar una idea del corazón del programa, en otras palabras, no es lo mismo que olvidar un número de teléfono, el nombre de un amigo, el resultado de un partido de rugby o el título de un libro que se leyó hace poco.

El lapso de memoria de Perry demuestra que no estaba explicando nada en lo que estuviera siendo verdaderamente serio, porque él no es serio al hablar de lo que hace el estado, ni tiene que serlo. Para él, la administración pública tiene el aspecto de una empresa como otra cualquiera.

"Y le diré", afirmaba entusiasmado," que 3 son las agencias del estado que serán historia cuando llegue: Comercio, Educación y -- ¿cuál era la tercera? Veamos".

Sí, veamos lo que podría significar "historia". ¿Pondrá fin Perry a todas las ayudas federales a la educación? ¿Acabará con la Agencia Atmosférica y Oceánica Nacional, la parte del Departamento de Comercio que, entre otras cosas, sigue la trayectoria de los huracanes? El de Energías es el departamento que olvidó. ¿Se deshará de los 17 laboratorios nacionales del departamento, incluyendo instalaciones reconocidas como Los Álamos, N.M., Oak Ridge, Tenn., o -- se avecinan esas primarias -- Aiken, S.C.?

No acuso a Perry de querer desmantelar ninguna de estas cosas porque no creo que haya pensado en ellas lo más mínimo. Y ése es el problema de los conservadores. Su movimiento ha sido tomado por una mentalidad de oposición al estado literalmente desequilibrada. Perry, correctamente, creyó haber logrado un gancho, pero logró desactivarlo porque si se dice que se desea cerrar departamentos del estado (y tres es una cifra estupenda y redonda), muchos conservadores van a jalear sin hacer preguntas.

Esto dista mucho de ser el conservadurismo que solía respetar. Aunque con frecuencia tengo desavenencias con los conservadores, admiro su prudencia, su aprecio por la tradición y su interpretación de que los complejos límites de la comunidad se sientan con mayor dificultad con el tiempo y no son fáciles de desplazar una vez se han endurecido los cimientos. En su mejor momento, los conservadores nos obligaban a pensar más. Ahora, muchos entre sus filas han decidido que el pensamiento profundo y detenido es una muestra indicativa de progresismo.

Eso nos lleva a Herman Cain, que trata de zafarse de las acusaciones de acoso sexual. Su enfoque consiste en obligar a su campaña a atacar a los particulares que manejan las acusaciones y, todavía más, ir a por aquellas personas que hicieron públicas las acusaciones.

Claro, ha habido cierta inconsistencia a la hora de buscar culpables. De forma intermitente, ha apuntado a sus rivales Republicanos. Pero Cain y sus defensores se han centrado en una estrategia encaminada a hacer que los conservadores cierren filas atacando a "los medios de la izquierda" y a "la maquinaria Demócrata".

El Politico publicó las primeras crónicas de las acusaciones, y afirmar que el Politico es "de izquierdas" exige de una extraordinaria imaginación. La mayoría de los progresistas ven al Politico esforzarse por dar a los conservadores mayor cobertura mediática de la que les corresponde.

En cualquier caso, mientras las mujeres de un amplio abanico de corrientes políticas vienen ocupando la primera fila de los que exigen transparencia a Cain, montones de progresistas están encantados de dedicarse a otra cosa y dejar que el Partido Republicano se encargue de esto. Y la mayoría de los miembros de "la maquinaria Demócrata" defendieron a Bill Clinton del proceso del asunto Mónica Lewinsky. También ellos han mantenido las distancias de la polémica de Cain, conscientes como son del significado de la palabra "hipocresía".

No así los muchos conservadores que se pusieron la armadura feminista durante el escándalo Clinton y ahora defienden como acto reflejo a Cain sin ni siquiera preguntarse si su versión encaja con los hechos.

Existen excepciones honorables: el ex secretario conservador de educación Bill Bennett, por poner un caso, y en cierta medida -- difícil de admitir, lo sé -- el asesor electoral de George Bush Karl Rove. Pero que tantos miembros del movimiento dedicado teóricamente a los valores tradicionales en cuestiones sexuales se suban impacientes al carro de este caos de parte de Cain dice mucho acerca de su estado. Parafraseando a Bennett cuando hablaba en otro contexto, ¿dónde está el escándalo por un conservadurismo que está perdiendo su bagaje intelectual y su brújula moral en la misma medida?

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