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Los políticos, los senadores en especial, no dejan el cargo con facilidad

Liberados de la ortodoxia

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WASHINGTON -- . Imagínese a Lyndon Johnson abandonando voluntariamente la cúpula del Senado -- sobre todo tratándose de un momento en el que su partido parecía tener la mayoría al alcance de la mano.

Así que se produjo un momento sorprendente cuando el Republicanos de Tennessee Lamar Alexander acudió al pleno del Senado a anunciar que no se va a presentar a otro puesto de la formación cuando su legislatura como secretario de la representación Republicana expire el próximo enero. En la formulación más llamativa, Alexander decía que la maniobra "le libera para destinar más tiempo a tratar de resolver asuntos que me preocupan más".

Antiguo gobernador, antiguo secretario de educación y dos veces candidato a hacerse con la candidatura presidencial de su partido, Alexander se describe como "un Republicano muy Republicano".

Puede ser así, pero para entender el encaje incómodo en ocasiones de Alexander en el papel de principal estratega de comunicación de los Republicanos del Senado, piense:

-- Cuando el Senado estaba al borde de la ruptura por las amenazas de veto legislativo a los candidatos judiciales, Alexander ayudó a crear el acuerdo del Grupo de los 14 para evitar la llamada opción nuclear. Fue uno de los nueve Republicanos que votó a favor de refrendar a la magistrada del Supremo Sonia Sotomayor.

-- Aunque la oposición al capítulo de la reforma sanitaria que obliga a todo el mundo a tener contratado un seguro médico se ha convertido en la prueba de fuego Republicana, Alexander se sumó a un plan de reforma sanitaria ambicioso redactado por el legislador Demócrata de Oregón Ron Wyden y el entonces Senador de Utah Robert Bennett que obliga a los particulares a contratar un seguro.

-- A pesar de la ortodoxia de su formación en contra de los impuestos nuevos, Alexander sumó su apoyo a un plan bipartidista de disciplina fiscal creado por el Grupo de los Seis que insta a implantar una mezcla de recortes del gasto público y -- pausa para el grito de sorpresa -- nuevas subidas tributarias.

Como me decía Alexander el día que fui a verle después del anuncio, la fórmula que utilizó el Grupo de los Seis "consiste básicamente en reformar el régimen fiscal, bajar los tipos y utilizar parte del ahorro para extinguir la deuda. Me pareció que tenía sentido común en general. En el caso de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal, alrededor del 20 por ciento de la recaudación generada bajando los tipos va a extinguir la deuda. Creo poder convencer a 99 de cada 100 personas que vayan por la calle en Maryville, Tennessee, de que es de sentido común".

En Maryville a lo mejor, pero entre la actual representación Republicana no.

En un momento en que redactar legislaciones bipartidistas se considera una especie de confraternización con el enemigo, Alexander trabaja en una legislación contra la contaminación con el legislador Demócrata de Delaware Tom Carper, y en una legislación de residuos nucleares con la legisladora Demócrata de California Dianne Feinstein y con Jeff Bingaman, de Nuevo México.

"Si pudiera tener una solución 100 por 100 Republicana, le daría el apoyo", me dice Alexander. "Pero en el Senado eso no se puede. Exige 60 votos. De manera que algunos de nosotros hemos de estar dispuestos a tratar de lograr resultados que incluyen coaliciones".

La interpretación cínica de la maniobra de Alexander dice que ha visto llegar su hora y sabe que perderá cualquier apuesta por ascender en la jerarquía de la formación.

El segundo cargo por orden de importancia, el de coordinador de la formación, está en el aire con la jubilación del Senador de Arizona Jon Kyl. Al concurrir a esa vacante, Alexander habría competido contra John Cornyn, que reparte cheques de campaña -- y que por tanto recauda ciertas garantías -- como brazo de campaña del Partido Republicano en el Senado.

Pero la decisión de Alexander también subraya la frustración endémica entre sus colegas a tenor de la abundancia de votaciones por disciplina de partido insignificantes y las escasas legislaciones importantes.

"La mayor parte de los senadores están aquí para ofrecer enmiendas, votar, defender y alcanzar un resultado", dice Alexander. "La idea de que atravesemos una semana entera con este debate inútil en torno a la ayuda en situaciones de urgencia con oportunidades de enmiendas limitadas -- eso resulta genuinamente frustrante a la mayor parte de los miembros del Senado".

Escuchar a Alexander hablar de las cuestiones en las que le gustaría trabajar -- las iniciativas importantes pero faltas de glamour como elevar la financiación a los laboratorios nacionales o encontrar una forma de deshacerse de la basura nuclear -- ofrece un chocante contraste con el limitado papel federal que conciben algunos de su formación.

Su visión de meter en cintura el gasto social consiste en abrir espacio fiscal a la inversión privada en la mejora de la educación superior o las infraestructuras. Se desharía de los subsidios energéticos -- pero utilizaría el dinero para elevar la inversión en investigación y desarrollo de energías limpias.

Me marché pensando que el Senado sin un Alexander liberado va a ser un lugar peor realmente.

Liberados de la ortodoxia

Los políticos, los senadores en especial, no dejan el cargo con facilidad
Ruth Marcus
lunes, 26 de septiembre de 2011, 06:47 h (CET)
WASHINGTON -- . Imagínese a Lyndon Johnson abandonando voluntariamente la cúpula del Senado -- sobre todo tratándose de un momento en el que su partido parecía tener la mayoría al alcance de la mano.

Así que se produjo un momento sorprendente cuando el Republicanos de Tennessee Lamar Alexander acudió al pleno del Senado a anunciar que no se va a presentar a otro puesto de la formación cuando su legislatura como secretario de la representación Republicana expire el próximo enero. En la formulación más llamativa, Alexander decía que la maniobra "le libera para destinar más tiempo a tratar de resolver asuntos que me preocupan más".

Antiguo gobernador, antiguo secretario de educación y dos veces candidato a hacerse con la candidatura presidencial de su partido, Alexander se describe como "un Republicano muy Republicano".

Puede ser así, pero para entender el encaje incómodo en ocasiones de Alexander en el papel de principal estratega de comunicación de los Republicanos del Senado, piense:

-- Cuando el Senado estaba al borde de la ruptura por las amenazas de veto legislativo a los candidatos judiciales, Alexander ayudó a crear el acuerdo del Grupo de los 14 para evitar la llamada opción nuclear. Fue uno de los nueve Republicanos que votó a favor de refrendar a la magistrada del Supremo Sonia Sotomayor.

-- Aunque la oposición al capítulo de la reforma sanitaria que obliga a todo el mundo a tener contratado un seguro médico se ha convertido en la prueba de fuego Republicana, Alexander se sumó a un plan de reforma sanitaria ambicioso redactado por el legislador Demócrata de Oregón Ron Wyden y el entonces Senador de Utah Robert Bennett que obliga a los particulares a contratar un seguro.

-- A pesar de la ortodoxia de su formación en contra de los impuestos nuevos, Alexander sumó su apoyo a un plan bipartidista de disciplina fiscal creado por el Grupo de los Seis que insta a implantar una mezcla de recortes del gasto público y -- pausa para el grito de sorpresa -- nuevas subidas tributarias.

Como me decía Alexander el día que fui a verle después del anuncio, la fórmula que utilizó el Grupo de los Seis "consiste básicamente en reformar el régimen fiscal, bajar los tipos y utilizar parte del ahorro para extinguir la deuda. Me pareció que tenía sentido común en general. En el caso de la comisión Simpson-Bowles de disciplina fiscal, alrededor del 20 por ciento de la recaudación generada bajando los tipos va a extinguir la deuda. Creo poder convencer a 99 de cada 100 personas que vayan por la calle en Maryville, Tennessee, de que es de sentido común".

En Maryville a lo mejor, pero entre la actual representación Republicana no.

En un momento en que redactar legislaciones bipartidistas se considera una especie de confraternización con el enemigo, Alexander trabaja en una legislación contra la contaminación con el legislador Demócrata de Delaware Tom Carper, y en una legislación de residuos nucleares con la legisladora Demócrata de California Dianne Feinstein y con Jeff Bingaman, de Nuevo México.

"Si pudiera tener una solución 100 por 100 Republicana, le daría el apoyo", me dice Alexander. "Pero en el Senado eso no se puede. Exige 60 votos. De manera que algunos de nosotros hemos de estar dispuestos a tratar de lograr resultados que incluyen coaliciones".

La interpretación cínica de la maniobra de Alexander dice que ha visto llegar su hora y sabe que perderá cualquier apuesta por ascender en la jerarquía de la formación.

El segundo cargo por orden de importancia, el de coordinador de la formación, está en el aire con la jubilación del Senador de Arizona Jon Kyl. Al concurrir a esa vacante, Alexander habría competido contra John Cornyn, que reparte cheques de campaña -- y que por tanto recauda ciertas garantías -- como brazo de campaña del Partido Republicano en el Senado.

Pero la decisión de Alexander también subraya la frustración endémica entre sus colegas a tenor de la abundancia de votaciones por disciplina de partido insignificantes y las escasas legislaciones importantes.

"La mayor parte de los senadores están aquí para ofrecer enmiendas, votar, defender y alcanzar un resultado", dice Alexander. "La idea de que atravesemos una semana entera con este debate inútil en torno a la ayuda en situaciones de urgencia con oportunidades de enmiendas limitadas -- eso resulta genuinamente frustrante a la mayor parte de los miembros del Senado".

Escuchar a Alexander hablar de las cuestiones en las que le gustaría trabajar -- las iniciativas importantes pero faltas de glamour como elevar la financiación a los laboratorios nacionales o encontrar una forma de deshacerse de la basura nuclear -- ofrece un chocante contraste con el limitado papel federal que conciben algunos de su formación.

Su visión de meter en cintura el gasto social consiste en abrir espacio fiscal a la inversión privada en la mejora de la educación superior o las infraestructuras. Se desharía de los subsidios energéticos -- pero utilizaría el dinero para elevar la inversión en investigación y desarrollo de energías limpias.

Me marché pensando que el Senado sin un Alexander liberado va a ser un lugar peor realmente.

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