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Opinión
Etiquetas | Política | PP
La izquierda en tromba se lanza a degüello contra el ejecutivo de Rajoy

A la caza y derribo del gobierno del PP

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Ni tan siquiera se toman la molestia de disimular, lo hacen a cara descubierta y con la puesta en marcha de una campaña de “moralina” comunistoide, de falsa e hipócrita lucha contra la corrupción, incluso contra la mera sospecha, suposición o mínimo indicio, sin base ni fundamente alguno, de actuaciones corruptivas; amén de las que pudieran haber cometido los antepasados de aquella persona sobre la que las huestes jacobinas han decidido lanzar sus acusaciones, para lo cual no dudan ni un instante en valerse de todas las armas de que disponen que no son pocas, tanto dentro de los funcionarios de la Administración de Justicia, convertidos en grandes colaboradores de aquellos que han decidido no concederle un hueco a la derecha dentro del espacio político y, todo ello, utilizando a los cuerpos de seguridad, la policía nacional, la Guardia Civil y su UCO, los juzgados, las fiscalías etc. en cuyas instituciones han logrado situar a topos que se ocupan de filtrar expedientes, informes, sospechas y presuntos casos de corrupción que, administrados oportunamente, denunciados en momentos especiales y aireados por una prensa, en su gran mayoría, de tendencias izquierdistas, están consiguiendo alcanzar sus objetivos, que no son otros que acabar con la derecha en España.

Torquemada y Savonarola, el fraile dominico de la famosa Hoguera de las Vanidades, que, el martes de Carnaval del 7 de febrero de 1497 consiguió que sus seguidores exaltados y empujados por el fanatismo religioso de su líder, recogieran y quemaran en público, en la ciudad de Florencia: “objetos que se consideraban pecaminosos, objetos de vanidad como espejos, maquillajes, vestidos refinados e incluso instrumentos musicales. También tenía como objetivo libros inmorales, manuscritos con canciones seculares y cuadros…”, no fueron más que meros aprendices, ignorantes manipuladores y desangelados activistas, en comparación con estos nuevos artífices del adoctrinamiento de masas, del lavado de cerebros y del engaño colectivo, llevados a cabo con la pericia, el descaro y la perseverancia de aquellos que tienen el convencimiento de que sólo tienen posibilidades de alcanzar el poder, su verdadero objetivo, prescindiendo de la democracia, los procedimientos legales y las formas pacíficas y respetuosas con el Estado de Derecho; para valerse de la calumnia, el engaño, las algaradas, las amenazas, los chantajes y el desprecio por los legítimos derechos de la ciudadanía, con el objeto de desprestigiar a sus adversarios políticos, sin tener en cuenta la clase de procedimientos que sean necesarios emplear para alcanzar sus fines; aunque ello suponga poner en juego el bienestar y el futuro del pueblo español.

Estamos asistiendo, señores, durante estos días, a lo que se podría equiparar a la llamada “caza de brujas”, a cargo del senador MacCarthy, llevada a cabo en el periodo de 1947 a 1957, durante el cual el término macartismo se utilizaba en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se acataran los derechos del acusado. Primero se sometía a los presuntos traidores a la patria a una revisión a cargo de senadores encargados de la tarea de limpiar a los EE.UU de personas presuntamente traidoras a los intereses patrios y, luego, se los expulsaba del país o se los encarcelaba. Es obvio que, ahora, ya no se trata de conseguir, en España, un ambiente electoral propicio a las políticas de izquierdas; tampoco de denunciar una situación, como podría ser la actual en Venezuela, en la que la miseria se ha convertido en el gran cáncer del país y, la dictadura de Maduro, en la más dura, antidemocrática y cruel de las formas en las que un tirano se hace con el poder mediante la fuerza, la cárcel de sus opositores o el asesinato de sus rivales políticos; en realidad nos encontramos ante una combinación en la que España está amenazada desde dos vertientes: la primera, la que proviene del separatismo catalán del que, cualquier indicio de sensatez, sentido práctico, interés en llegar a un acuerdo o inteligencia política ha sido descartado, para ser sustituido por una cerrazón absurda, fanática, irracional, ilusoria y carente de cualquier posibilidad sensata de poder llegar a tener éxito, que no augura otra cosa que un enfrentamiento entre el Estado español y la Generalitat del señor Puigdemont que, evidentemente, no anuncia nada bueno para nuestro país; la segunda vertiente, proviene de dos partidos que se disputan la supremacía de la izquierda y que, viendo quien ha salido vencedor en las primarias del PSOE, el señor Pedro Sánchez, y el que se ha hecho con el poder en Podemos, el señor Pablo Iglesias, no podemos decir que semejante situación sea la que mejor le conviene a la ciudadanía española, vistos los proyectos que ambos partidos exhiben, sus métodos de lucha contra el actual gobierno de derechas y su poco sintonía, especialmente en el caso de Sánchez, con el socialismo del resto de Europa, situado a años luz de este arcaico y obsoleto concepto de la lucha de clases que, el nuevo secretario general del PSOE, parece que pretende intentar resucitar en España.

Sólo, en medio de tantas malas noticias, una cosa puede resultar positiva. Seguramente puede llegar a producirse, entre los ciudadanos más sensatos, entre la gente más preparada y todos aquellos que no crean que España, cuando precisamente los datos económicos y de empleo que se van conociendo son más optimistas, pudiera salir adelante en manos de quienes, por una parte son herederos directos del comunismo bolivariano, representado por la dictadura venezolana y un socialismo, en franca caída, en poder de un líder que, con toda probabilidad, no dudará en aliarse con Podemos si se deja caer en la trampa que le ha preparado Iglesias, consistente en formar un gobierno conjunto en el que se le cederá la presidencia a P.Sánchez a cambio de varios ministerios, por supuesto los más importantes, que se les cederían a las huestes asamblearias de P.Iglesias. Es evidente que, si ello llegara a suceder, la figura del señor Sánchez no tardaría en convertirse en una mera imagen decorativa, hasta que Podemos hubiera terminado de fagocitar los restos del, otrora potente, PSOE.

Ante esta posibilidad, por otra parte con grandes posibilidades de que se produjera si en unas elecciones la suma de los escaños les permitiese a Podemos y el PSOE aliarse para derrocar al PP; es muy posible que todos aquellos que piensen que, una solución semejante podría ser el fin de la democracia en la nación española, llegaran a reaccionar ante una campaña tan burda y evidente organizada por quienes, lo que están buscando, es valerse de aquellos, ya predispuestos a aceptar un estado totalitario; los que siempre están desean vengarse de supuestos agravios derivados de la pasada Guerra Civil o quienes, por pertenecer a generaciones que no conocieron los resultados de la guerra y la posguerra, con todas sus secuelas de restricciones y dificultades, han sido víctimas intelectuales de escuelas fanatizadas, de universidades en manos de profesores de izquierdas o de ikastolas y escuelas catalanas donde la historia de España no ha sido más que el fruto de la gran equivocación, como ha sido la de encomendar, a unos fanáticos izquierdistas, la llamada revisión de la ley de La Memoria Histórica,, con tan fatídicos resultados.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, después de un período de forzada interrupción de mis contactos con las realidades políticas de la nación, hemos reanudado nuestra habitual tarea de comentarista, con la constatación de que, contrariamente a lo que hubiéramos deseado que fuere, tanto en la política internacional como en la interna de nuestra nación, parece como si, el camino iniciado hacia lo que se pudieran considerar como pequeños golpes de estado que se están produciendo dentro de las distintas provincias o autonomías españolas, estuviéramos a punto de que, por medio de ir desgastando al “enemigo”, en este caso el PP, utilizando artimañas ajenas al funcionamiento normal de las instituciones, se llegara a una situación en la que fuera imposible sostener el actual gobierno en minoría y fuese necesario convocar unas nuevas elecciones que, como ya hemos anticipado en numerosas ocasiones, ya no serían aquellas a las que hubiera podido recurrir el señor Rajoy si no se hubiera empeñado en dirigir un gobierno que, era evidente que iba a ser muy difícil poderlo mantener con la oposición del resto de partidos, incluido, como se está viendo, a Ciudadanos del señor Rivera que, como ha quedado patente, lo que está buscando es hacerse con los votos del PP. Vivir para ver.

A la caza y derribo del gobierno del PP

La izquierda en tromba se lanza a degüello contra el ejecutivo de Rajoy
Miguel Massanet
sábado, 3 de junio de 2017, 11:17 h (CET)
Ni tan siquiera se toman la molestia de disimular, lo hacen a cara descubierta y con la puesta en marcha de una campaña de “moralina” comunistoide, de falsa e hipócrita lucha contra la corrupción, incluso contra la mera sospecha, suposición o mínimo indicio, sin base ni fundamente alguno, de actuaciones corruptivas; amén de las que pudieran haber cometido los antepasados de aquella persona sobre la que las huestes jacobinas han decidido lanzar sus acusaciones, para lo cual no dudan ni un instante en valerse de todas las armas de que disponen que no son pocas, tanto dentro de los funcionarios de la Administración de Justicia, convertidos en grandes colaboradores de aquellos que han decidido no concederle un hueco a la derecha dentro del espacio político y, todo ello, utilizando a los cuerpos de seguridad, la policía nacional, la Guardia Civil y su UCO, los juzgados, las fiscalías etc. en cuyas instituciones han logrado situar a topos que se ocupan de filtrar expedientes, informes, sospechas y presuntos casos de corrupción que, administrados oportunamente, denunciados en momentos especiales y aireados por una prensa, en su gran mayoría, de tendencias izquierdistas, están consiguiendo alcanzar sus objetivos, que no son otros que acabar con la derecha en España.

Torquemada y Savonarola, el fraile dominico de la famosa Hoguera de las Vanidades, que, el martes de Carnaval del 7 de febrero de 1497 consiguió que sus seguidores exaltados y empujados por el fanatismo religioso de su líder, recogieran y quemaran en público, en la ciudad de Florencia: “objetos que se consideraban pecaminosos, objetos de vanidad como espejos, maquillajes, vestidos refinados e incluso instrumentos musicales. También tenía como objetivo libros inmorales, manuscritos con canciones seculares y cuadros…”, no fueron más que meros aprendices, ignorantes manipuladores y desangelados activistas, en comparación con estos nuevos artífices del adoctrinamiento de masas, del lavado de cerebros y del engaño colectivo, llevados a cabo con la pericia, el descaro y la perseverancia de aquellos que tienen el convencimiento de que sólo tienen posibilidades de alcanzar el poder, su verdadero objetivo, prescindiendo de la democracia, los procedimientos legales y las formas pacíficas y respetuosas con el Estado de Derecho; para valerse de la calumnia, el engaño, las algaradas, las amenazas, los chantajes y el desprecio por los legítimos derechos de la ciudadanía, con el objeto de desprestigiar a sus adversarios políticos, sin tener en cuenta la clase de procedimientos que sean necesarios emplear para alcanzar sus fines; aunque ello suponga poner en juego el bienestar y el futuro del pueblo español.

Estamos asistiendo, señores, durante estos días, a lo que se podría equiparar a la llamada “caza de brujas”, a cargo del senador MacCarthy, llevada a cabo en el periodo de 1947 a 1957, durante el cual el término macartismo se utilizaba en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se acataran los derechos del acusado. Primero se sometía a los presuntos traidores a la patria a una revisión a cargo de senadores encargados de la tarea de limpiar a los EE.UU de personas presuntamente traidoras a los intereses patrios y, luego, se los expulsaba del país o se los encarcelaba. Es obvio que, ahora, ya no se trata de conseguir, en España, un ambiente electoral propicio a las políticas de izquierdas; tampoco de denunciar una situación, como podría ser la actual en Venezuela, en la que la miseria se ha convertido en el gran cáncer del país y, la dictadura de Maduro, en la más dura, antidemocrática y cruel de las formas en las que un tirano se hace con el poder mediante la fuerza, la cárcel de sus opositores o el asesinato de sus rivales políticos; en realidad nos encontramos ante una combinación en la que España está amenazada desde dos vertientes: la primera, la que proviene del separatismo catalán del que, cualquier indicio de sensatez, sentido práctico, interés en llegar a un acuerdo o inteligencia política ha sido descartado, para ser sustituido por una cerrazón absurda, fanática, irracional, ilusoria y carente de cualquier posibilidad sensata de poder llegar a tener éxito, que no augura otra cosa que un enfrentamiento entre el Estado español y la Generalitat del señor Puigdemont que, evidentemente, no anuncia nada bueno para nuestro país; la segunda vertiente, proviene de dos partidos que se disputan la supremacía de la izquierda y que, viendo quien ha salido vencedor en las primarias del PSOE, el señor Pedro Sánchez, y el que se ha hecho con el poder en Podemos, el señor Pablo Iglesias, no podemos decir que semejante situación sea la que mejor le conviene a la ciudadanía española, vistos los proyectos que ambos partidos exhiben, sus métodos de lucha contra el actual gobierno de derechas y su poco sintonía, especialmente en el caso de Sánchez, con el socialismo del resto de Europa, situado a años luz de este arcaico y obsoleto concepto de la lucha de clases que, el nuevo secretario general del PSOE, parece que pretende intentar resucitar en España.

Sólo, en medio de tantas malas noticias, una cosa puede resultar positiva. Seguramente puede llegar a producirse, entre los ciudadanos más sensatos, entre la gente más preparada y todos aquellos que no crean que España, cuando precisamente los datos económicos y de empleo que se van conociendo son más optimistas, pudiera salir adelante en manos de quienes, por una parte son herederos directos del comunismo bolivariano, representado por la dictadura venezolana y un socialismo, en franca caída, en poder de un líder que, con toda probabilidad, no dudará en aliarse con Podemos si se deja caer en la trampa que le ha preparado Iglesias, consistente en formar un gobierno conjunto en el que se le cederá la presidencia a P.Sánchez a cambio de varios ministerios, por supuesto los más importantes, que se les cederían a las huestes asamblearias de P.Iglesias. Es evidente que, si ello llegara a suceder, la figura del señor Sánchez no tardaría en convertirse en una mera imagen decorativa, hasta que Podemos hubiera terminado de fagocitar los restos del, otrora potente, PSOE.

Ante esta posibilidad, por otra parte con grandes posibilidades de que se produjera si en unas elecciones la suma de los escaños les permitiese a Podemos y el PSOE aliarse para derrocar al PP; es muy posible que todos aquellos que piensen que, una solución semejante podría ser el fin de la democracia en la nación española, llegaran a reaccionar ante una campaña tan burda y evidente organizada por quienes, lo que están buscando, es valerse de aquellos, ya predispuestos a aceptar un estado totalitario; los que siempre están desean vengarse de supuestos agravios derivados de la pasada Guerra Civil o quienes, por pertenecer a generaciones que no conocieron los resultados de la guerra y la posguerra, con todas sus secuelas de restricciones y dificultades, han sido víctimas intelectuales de escuelas fanatizadas, de universidades en manos de profesores de izquierdas o de ikastolas y escuelas catalanas donde la historia de España no ha sido más que el fruto de la gran equivocación, como ha sido la de encomendar, a unos fanáticos izquierdistas, la llamada revisión de la ley de La Memoria Histórica,, con tan fatídicos resultados.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, después de un período de forzada interrupción de mis contactos con las realidades políticas de la nación, hemos reanudado nuestra habitual tarea de comentarista, con la constatación de que, contrariamente a lo que hubiéramos deseado que fuere, tanto en la política internacional como en la interna de nuestra nación, parece como si, el camino iniciado hacia lo que se pudieran considerar como pequeños golpes de estado que se están produciendo dentro de las distintas provincias o autonomías españolas, estuviéramos a punto de que, por medio de ir desgastando al “enemigo”, en este caso el PP, utilizando artimañas ajenas al funcionamiento normal de las instituciones, se llegara a una situación en la que fuera imposible sostener el actual gobierno en minoría y fuese necesario convocar unas nuevas elecciones que, como ya hemos anticipado en numerosas ocasiones, ya no serían aquellas a las que hubiera podido recurrir el señor Rajoy si no se hubiera empeñado en dirigir un gobierno que, era evidente que iba a ser muy difícil poderlo mantener con la oposición del resto de partidos, incluido, como se está viendo, a Ciudadanos del señor Rivera que, como ha quedado patente, lo que está buscando es hacerse con los votos del PP. Vivir para ver.

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