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Tengo un recuerdo de niña: llego a un monte plagado de flores y yerbas aromáticas, en un viejo vehículo con remolque, cuando a los niños ni siquiera se nos anudaba con cinturones de seguridad en el viaje. Mis padres contaban con familia numerosísima sufriendo a niños llorones y asustadizos, en ese viaje cercano pero de eterno traqueteo, de un pueblo a otro para disfrutar de unas horas campestres.
Pues nada, ya sabéis, yo estaba corrigiendo por enésima vez mi última novela larga y un contacto me escribe por facebook pidiéndome poemas antitaurinos, resulta que era para una concentración que hacía el Pacma, por lo de las fiestas de San Isidro, que mueren muchos toros y se protesta por eso. Como siempre, el antitaurinismo me parece una moñada, yo comencé por él y es un movimiento necesario, pero el verdadero para los animales es el de la liberación animal.
¿Qué es cultura, qué es civilización, cómo definirlas en estos momentos adversos en que los extremos se confunden? Al desesperado que rebusca en la basura, ¿cómo hablarle de ellas, cuando a él la sociedad lo trata como a un desecho, y en lugares le llaman “basura blanca”?
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