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Borja Costa

El Dinero del 7º Arte

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Hace un par de días que conocemos el nombre de los dos candidatos definitivos a la presidencia de la Academia de Cine, cuestión esta que jamás había ocupado tantas páginas en prensa ni tanto tiempo libre en la mente del público. El asunto es absolutamente normal, por supuesto, teniendo en cuenta la temporada que llevamos en los medios audiovisuales, con Ley Sinde por medio, dimisión sonada del anterior director de la Academia o las detenciones de los últimos días entre gente del gremio. La cosa no está nada fácil, pero creo que a la hora de considerar cuál de las candidaturas podría ser la más favorable en unos tiempos tan difíciles, esta suma de malas noticias debería ser especialmente tenida en cuenta, dado que parece que los usos fraudulentos (o no) de la Red (y sus agujeros, por donde se nos escapan los panes y los peces y todo aquello que sirva para comer) constituyen el eje de cada uno de los debates en torno al 7º Arte.

Habría que observar, por supuesto, las posiciones populares y profesionales al respecto de todo cuanto tenga que ver con el Canon compensatorio, esa medida que tan solo es una ampliación de las diferentes disposiciones que existen en España (no digamos ya en otros países) desde hace ya muchísimos años, y del que, juicio tras juicio, ningún magistrado jamás se ha cuestionado su valor de como tal (y la jurisprudencia se va asentando), a pesar de que supone una de las grandes grietas entre creadores y público. Habría que observar también la funesta noticia de la detención de Manuel Sirgo, pero sobre todo, y apoyando absolutamente la presunción de inocencia a la que tiene derecho, la situación en la que se ha quedado Carlos Iglesias al ver cómo su película era puesta en esta difícil situación: hombre cuya fama de ser tranquilo y apacible no es solo común a los ámbitos profesionales y de imagen pública, si no también totalmente transmitido a través de su cine. Y es que yo hubiera querido que, de ser necesario que esto pasase, hubiera sido otro al que le tocara sufrir, aunque quizás esto sirva para hacernos recordar que en este momento son cuestiones como esta, la de Iglesias, las que están matando nuestro cine de forma casi irremediable.

Llegados a la cuestión de las candidaturas, parece ser que el ciudadano de a pie ve con mejores ojos la presencia del popular director Bigas Luna al frente de la Academia (aunque para muchos sea sinónimo de una eterna etiqueta ibérica que quizás no sea tan deseable, su posición menos definida con respecto a las nuevas tecnologías le da muchos votos a favor respecto a los seguidores de la escisión “De la Iglesia”), mientras que a todas luces parece ser que el productor y distribuidor Enrique González-Macho, presidente de Alta Films y propietario de la cadena de cines Renoir, es el gran favorito entre los académicos.

Rompiendo una lanza a favor de Bigas Luna, cuyo internacionalismo bien podría suponer el primero de múltiples elementos con lo que hacer una buena labor al frente de la institución, tengo que reconocer que González-Macho se me presenta como el gran nombre en esta ocasión. Creo que nadie como él - con su absoluto conocimiento de cuentas y necesidades económicas de una industria que ha tocado fondo, alguien que ha desarrollado una vía a través de Internet como lo es Filmin´ al tiempo que habla de la importancia de la televisión como vehículo de recaudación de derechos - tiene en las manos mayor número de herramientas para solucionar el verdadero problema del cine español: la financiación, más allá de cuestiones artísticas que deben ser resueltas por los creadores a título individual y no por sus organismos oficiales. Para mi, negar esta evidencia supondría seguir hablando de subvenciones eternamente malparadas, de las cuales siempre nos quejamos, al igual que de las Leyes, de los cánones, y de absolutamente todo, actuando como si para hacer arte, solo para esto, el dinero cayese del cielo.

El Dinero del 7º Arte

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 28 de marzo de 2011, 06:41 h (CET)
Hace un par de días que conocemos el nombre de los dos candidatos definitivos a la presidencia de la Academia de Cine, cuestión esta que jamás había ocupado tantas páginas en prensa ni tanto tiempo libre en la mente del público. El asunto es absolutamente normal, por supuesto, teniendo en cuenta la temporada que llevamos en los medios audiovisuales, con Ley Sinde por medio, dimisión sonada del anterior director de la Academia o las detenciones de los últimos días entre gente del gremio. La cosa no está nada fácil, pero creo que a la hora de considerar cuál de las candidaturas podría ser la más favorable en unos tiempos tan difíciles, esta suma de malas noticias debería ser especialmente tenida en cuenta, dado que parece que los usos fraudulentos (o no) de la Red (y sus agujeros, por donde se nos escapan los panes y los peces y todo aquello que sirva para comer) constituyen el eje de cada uno de los debates en torno al 7º Arte.

Habría que observar, por supuesto, las posiciones populares y profesionales al respecto de todo cuanto tenga que ver con el Canon compensatorio, esa medida que tan solo es una ampliación de las diferentes disposiciones que existen en España (no digamos ya en otros países) desde hace ya muchísimos años, y del que, juicio tras juicio, ningún magistrado jamás se ha cuestionado su valor de como tal (y la jurisprudencia se va asentando), a pesar de que supone una de las grandes grietas entre creadores y público. Habría que observar también la funesta noticia de la detención de Manuel Sirgo, pero sobre todo, y apoyando absolutamente la presunción de inocencia a la que tiene derecho, la situación en la que se ha quedado Carlos Iglesias al ver cómo su película era puesta en esta difícil situación: hombre cuya fama de ser tranquilo y apacible no es solo común a los ámbitos profesionales y de imagen pública, si no también totalmente transmitido a través de su cine. Y es que yo hubiera querido que, de ser necesario que esto pasase, hubiera sido otro al que le tocara sufrir, aunque quizás esto sirva para hacernos recordar que en este momento son cuestiones como esta, la de Iglesias, las que están matando nuestro cine de forma casi irremediable.

Llegados a la cuestión de las candidaturas, parece ser que el ciudadano de a pie ve con mejores ojos la presencia del popular director Bigas Luna al frente de la Academia (aunque para muchos sea sinónimo de una eterna etiqueta ibérica que quizás no sea tan deseable, su posición menos definida con respecto a las nuevas tecnologías le da muchos votos a favor respecto a los seguidores de la escisión “De la Iglesia”), mientras que a todas luces parece ser que el productor y distribuidor Enrique González-Macho, presidente de Alta Films y propietario de la cadena de cines Renoir, es el gran favorito entre los académicos.

Rompiendo una lanza a favor de Bigas Luna, cuyo internacionalismo bien podría suponer el primero de múltiples elementos con lo que hacer una buena labor al frente de la institución, tengo que reconocer que González-Macho se me presenta como el gran nombre en esta ocasión. Creo que nadie como él - con su absoluto conocimiento de cuentas y necesidades económicas de una industria que ha tocado fondo, alguien que ha desarrollado una vía a través de Internet como lo es Filmin´ al tiempo que habla de la importancia de la televisión como vehículo de recaudación de derechos - tiene en las manos mayor número de herramientas para solucionar el verdadero problema del cine español: la financiación, más allá de cuestiones artísticas que deben ser resueltas por los creadores a título individual y no por sus organismos oficiales. Para mi, negar esta evidencia supondría seguir hablando de subvenciones eternamente malparadas, de las cuales siempre nos quejamos, al igual que de las Leyes, de los cánones, y de absolutamente todo, actuando como si para hacer arte, solo para esto, el dinero cayese del cielo.

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