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Alfredo Hernández

A vueltas con la creación

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Ya no se habla de famoso experimento que en Suiza hicieron aquellos científicos con aquel artefacto que adquiría unas velocidades enormes y era capaz de crear materia a partir de una simple mota de polvo. Se estropeó, lo arreglaron y ahí ha quedado todo.

La ciencia, cuando quiere crear, sólo crea el ridículo cuando se aparta de la verdad, la verdad que conduce al único camino y llega a la Vida.

Sin pretender escribir un sermón, que no es lo mío, sólo intento proclamar que las las equivocaciones, si son personales pueden quedar en el anonimato; si son públicas, como su nombre indica, son públicos ridículos.

No entro ni salgo si el origen del mundo lo originó una explosión. Nadie sabe como ocurrió: son tiempos de Dios. Todo son conjeturas. Lo que sí es cierto es que estamos. Que nacemos, no cabe duda de nuestra aparición en este mundo.

Sólo hay un Creador, no puede haber varios creadores. Caeríamos en el politeísmo ridículo en esta época. Nadie piensa en un dios del amor, – aunque algunos le den un culto soterrado- pero si es cierto que todos podemos ser cocreadores con nuestro trabajo, con nuestra dedicación que es fruto de nuestras potencias intelectuales si las sabemos aplicar con rectitud.

El dolor, la enfermedad, las limitaciones de la edad, si se saben llevar con garbo dan ese fruto sabroso que es la cruz cuando no se lleva a rastras. La ilusión, tener la ilusión de amar, de mejorar, de aprender a entregarse. Ser útil.

¿ De dónde venimos?¿A dónde vamos? El eterno dilema por descifrar e intuimos cuando pensamos seriamente y en profundidad. Tendremos que nacer a lo transcendente, a lo espiritual, así podremos comprender y contestar a estas preguntas que no son sólo filosofía. Son del alma que tiende a Dios.

A vueltas con la creación

Alfredo Hernández
Alfredo Hernández
miércoles, 23 de febrero de 2011, 07:53 h (CET)
Ya no se habla de famoso experimento que en Suiza hicieron aquellos científicos con aquel artefacto que adquiría unas velocidades enormes y era capaz de crear materia a partir de una simple mota de polvo. Se estropeó, lo arreglaron y ahí ha quedado todo.

La ciencia, cuando quiere crear, sólo crea el ridículo cuando se aparta de la verdad, la verdad que conduce al único camino y llega a la Vida.

Sin pretender escribir un sermón, que no es lo mío, sólo intento proclamar que las las equivocaciones, si son personales pueden quedar en el anonimato; si son públicas, como su nombre indica, son públicos ridículos.

No entro ni salgo si el origen del mundo lo originó una explosión. Nadie sabe como ocurrió: son tiempos de Dios. Todo son conjeturas. Lo que sí es cierto es que estamos. Que nacemos, no cabe duda de nuestra aparición en este mundo.

Sólo hay un Creador, no puede haber varios creadores. Caeríamos en el politeísmo ridículo en esta época. Nadie piensa en un dios del amor, – aunque algunos le den un culto soterrado- pero si es cierto que todos podemos ser cocreadores con nuestro trabajo, con nuestra dedicación que es fruto de nuestras potencias intelectuales si las sabemos aplicar con rectitud.

El dolor, la enfermedad, las limitaciones de la edad, si se saben llevar con garbo dan ese fruto sabroso que es la cruz cuando no se lleva a rastras. La ilusión, tener la ilusión de amar, de mejorar, de aprender a entregarse. Ser útil.

¿ De dónde venimos?¿A dónde vamos? El eterno dilema por descifrar e intuimos cuando pensamos seriamente y en profundidad. Tendremos que nacer a lo transcendente, a lo espiritual, así podremos comprender y contestar a estas preguntas que no son sólo filosofía. Son del alma que tiende a Dios.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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