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“La función del Ejército no es educar al público en asuntos políticos” James William Fulbright

El Ejército y la unidad de España

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Muchos españoles, cada vez más desengañados de la política y los políticos, viendo como cada día se van produciendo situaciones capaces de alterar el normal funcionamiento de nuestras instituciones, de crear situaciones de altísimo riesgo para la convivencia de los españoles y de introducir la semilla del odio, la discordia, la intolerancia y la desunión en el pueblo español, con la posibilidad de que, como culminación de todo ello se produzca la tentación, en los partidos de extrema izquierda, de aprovechar la situación de debilidad del actual gobierno del PP, falto de apoyos parlamentarios para poder gobernar el país como quisiera, de preparar un asalto al poder mediante un coup de forcé , no necesariamente con ruido de sables, mediante una múltiple alianza de toda la oposición de la cámara, para provocar la caída del Ejecutivo del señor Rajoy e intentar establecer un gobierno multipartidista del que, no tenemos duda alguna, quien se llevaría la parte del león y, finalmente, se haría con el poder absoluto, sería el partido comunista bolivariano dirigido por el señor Pablo Iglesias. Ante semejante perspectiva no cabe otra solución que acogernos a una única esperanza: el compromiso de las FF. AA de mantener la unidad de la nación española.

Así como se vienen manifestando los partidos de izquierdas, tradicionalmente calificados de constitucionalistas, vistos los movimientos internos que se están produciendo dentro de sus propias filas, constatadas las ambiciones que se advierten en muchos de los aspirantes a dirigirlos y conocidas las cesiones que parecen dispuestos a hacer a quienes estén dispuestos a apoyarlos, a cambio de que se ceda en sus demandas; no sería de extrañar que partidos como el PSOE o los mismos Ciudadanos del señor Rivera, llegaran a aceptar convertir a nuestra nación en un estado de tipo federal, en el que se diera satisfacción al creciente nacionalismo de ciertas regiones, concediéndoles el rango de naciones, sólo que integradas, en algunos aspectos, dentro de un ente supraestatal con limitados poderes en algunas cuestiones muy particulares de interés general

Puede que quienes redactaron la Constitución española del año 1978 no hubieran previsto la situación en la que, actualmente, nos encontramos a un paso de que se produzca una catástrofe nacional que parece que nadie quiere aceptar pero que, a medida que temas como el de Cataluña se vienen agravando o, partidos como Podemos, anuncian que su misión en las Cortes se mantendrá, pero sin que sea óbice para que ellos continúen apoyando, promocionando, induciendo y favoreciendo altercados callejeros, manifestaciones, protestas, cargas en contra de las fuerzas del orden y toda clase de actos de insumisión y desobediencia a aquellas normas que, por su condición de demócratas y miembros del Congreso, tendrían la obligación de condenar. Estamos, pues, en una situación que nos atreveríamos a calificar de inestabilidad de nuestras instituciones, de modo que corremos el peligro de que, todo lo que se ha avanzado en cuanto a mejoras económicas, resurgimiento de nuestras industrias, de entendimiento con el resto de la zona europea, de reducción del paro y expansión de nuestras exportaciones; por culpa de estar condicionados a que, la mayoría opositora en la Cámara baja, integrada por los grupos de izquierdas, pudiera boicotear el que se aprobaran ( como está sucediendo con los PGE) la iniciativas, las leyes, disposiciones y actuaciones del Gobierno, precisas para que el país siga en la senda de la recuperación y no se vea sometido al chantaje continuo desde el Parlamento, de modo que su agilidad en tomar decisiones y sus facultades para actuar se vieran (se ven) seriamente afectadas por la labor parlamentaria de la oposición.

Todos sabemos lo que sucedió en el año 1936, los motivos que llevaron al país a una serie de situaciones de extrema gravedad, que se les escaparon de las manos a los gobernantes de la II República, de modo que los revolucionarios consiguieron derribar al debilitado gobierno de las derechas siendo, en unas elecciones que luego se descubrió que estaban amañadas, sustituido por aquel nefasto y revolucionario gobierno del llamado Frente Popular, auspiciado desde la república soviética rusa, dirigida con mano de hierro por el camarada José Stalin.

Si hace unos pocos años no hubiéramos tenido la menor duda respecto a la solidez de nuestra democracia, a la continuidad del actual sistema democrático que nos habíamos dado con la aprobación, de forma masiva, de una Constitución que garantizaba el orden y la paz de nuestro país; tenemos que aceptar que, al día de hoy, muchos somos los que estamos alarmados por los últimos acontecimientos que delatan una situación inestable, al menos en lo político, que augura, si no se rectifica a tiempo, un porvenir cargado de inquietudes, con la previsible proliferación del asamblearismo, de los ataques a la propiedad privada, con la restricción de los derechos individuales ( ya se están ensayando en ciudades de la importancia de Barcelona y Madrid), con el establecimiento de instituciones de vigilancia de los ciudadanos y limitaciones de la expresión libre de las opiniones y el amordazamiento de la prensa, tal y como está sucediendo actualmente en naciones como Venezuela, en manos de dictadores autoritarios y sin escrúpulos que no respetan la separación de poderes y actúan, con toda indemnidad, desde el más absoluto despotismo.

Nuestra última esperanza: el Ejército. Él debería ser el garante de la unidad de España y del orden dentro de nuestros ciudades y pueblos. El Artº 8 de la Constitución le encomienda esta misión y, con especial énfasis, aunque brevemente, a las FF. AA, la tarea de no permitir la fragmentación de nuestra nación. En ello veníamos confiando, como único recurso, una vez el resto de posibilidades de mantener las instituciones y el país dentro de los límites establecidos constitucionalmente hubiera fracasado, situando al país al borde del abismo. Y en estas, señores, nos sale nada menos que todo un general, ¡qué digo!, un teniente general de nuestro Ejército, don Ricardo Álvarez Espejo, que recientemente ha cesado en su cargo en Cataluña y que ,no se sabe por qué motivo, decidió que todo lo que se había callado cuando echaron, o pretendieron hacerlo, al Ejército del Salón de la Enseñanza, cuando fue calificado de “facha” en la toma de posesión de la Colau como alcaldesa; cuando se produjeron las protestas municipales por los ejercicios de las tropas y la forma fría y distante con la que, el atrabiliario señor Mas, solía dispensarle, ahora quería “agradecerlo”.

Pues este general habló de haber recibido “un trato excelente”, luego aludió a la “neutralidad” que debe mantener el Ejército ¡respecto al proceso separatista!, como si tanto les importara y no tuvieran nada que decir en un proceso en el que se está planteando la separación de un pedazo de España y, por tanto, se pone en cuestión su unidad. Finalmente expresó sus deseos de que “todo se arreglará y habrá entendimiento entre todos”, algo que todos podríamos suscribir si no fuera porque, precisamente cuando pronunciaba su discurso, el tema catalán estaba en su punto álgido y, no hubiera estado mal, que se hubiera mostrado un tanto inquieto por la situación que, si Dios no lo remedia, se va a producir cuando salgan las sentencias contra todos los capitostes del separatismo que han estado juzgados, precisamente, por sus actuaciones contrarias a los preceptos constitucionales, que todos estamos obligados a respetar y cumplir.

Lo peor es que, las imprudentes manifestaciones de este militar, pueden haber infundido confianza en aquellos que llevan tiempo diciendo que, si Cataluña se levantara contra España, para pedir su independencia, las FF. AA no iban a intervenir, manteniéndose apartadas de los alborotos y aguantando, estoicas, que los revolucionarios les measen encima de sus botas militares; algo que ya ha sucedido en Cataluña, cuando manifestantes orinaron en las mismas botas de la policía contra alborotos. Tenemos la firme confianza que, en el Ejército español, son minoría los que piensan como este militar, porque sería una verdadera desgracia que el espíritu de servicio a la patria y la defensa de la misma, se hubiera extinguido entre unas tropas que siempre han sido, por donde han ido, dentro y fuera de España, el orgullo de aquellos españoles que seguimos creyendo que, ser español, es un verdadero privilegio.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, preferimos creer que el teniente general Álvarez Espejo, tuvo un día desafortunado y que, lo que dijo, no lo hizo con la intención de darles alas a los separatistas que, por cierto, se han apresurado a felicitarse por sus palabras. Para luego es tarde.

El Ejército y la unidad de España

“La función del Ejército no es educar al público en asuntos políticos” James William Fulbright
Miguel Massanet
sábado, 4 de marzo de 2017, 11:37 h (CET)
Muchos españoles, cada vez más desengañados de la política y los políticos, viendo como cada día se van produciendo situaciones capaces de alterar el normal funcionamiento de nuestras instituciones, de crear situaciones de altísimo riesgo para la convivencia de los españoles y de introducir la semilla del odio, la discordia, la intolerancia y la desunión en el pueblo español, con la posibilidad de que, como culminación de todo ello se produzca la tentación, en los partidos de extrema izquierda, de aprovechar la situación de debilidad del actual gobierno del PP, falto de apoyos parlamentarios para poder gobernar el país como quisiera, de preparar un asalto al poder mediante un coup de forcé , no necesariamente con ruido de sables, mediante una múltiple alianza de toda la oposición de la cámara, para provocar la caída del Ejecutivo del señor Rajoy e intentar establecer un gobierno multipartidista del que, no tenemos duda alguna, quien se llevaría la parte del león y, finalmente, se haría con el poder absoluto, sería el partido comunista bolivariano dirigido por el señor Pablo Iglesias. Ante semejante perspectiva no cabe otra solución que acogernos a una única esperanza: el compromiso de las FF. AA de mantener la unidad de la nación española.

Así como se vienen manifestando los partidos de izquierdas, tradicionalmente calificados de constitucionalistas, vistos los movimientos internos que se están produciendo dentro de sus propias filas, constatadas las ambiciones que se advierten en muchos de los aspirantes a dirigirlos y conocidas las cesiones que parecen dispuestos a hacer a quienes estén dispuestos a apoyarlos, a cambio de que se ceda en sus demandas; no sería de extrañar que partidos como el PSOE o los mismos Ciudadanos del señor Rivera, llegaran a aceptar convertir a nuestra nación en un estado de tipo federal, en el que se diera satisfacción al creciente nacionalismo de ciertas regiones, concediéndoles el rango de naciones, sólo que integradas, en algunos aspectos, dentro de un ente supraestatal con limitados poderes en algunas cuestiones muy particulares de interés general

Puede que quienes redactaron la Constitución española del año 1978 no hubieran previsto la situación en la que, actualmente, nos encontramos a un paso de que se produzca una catástrofe nacional que parece que nadie quiere aceptar pero que, a medida que temas como el de Cataluña se vienen agravando o, partidos como Podemos, anuncian que su misión en las Cortes se mantendrá, pero sin que sea óbice para que ellos continúen apoyando, promocionando, induciendo y favoreciendo altercados callejeros, manifestaciones, protestas, cargas en contra de las fuerzas del orden y toda clase de actos de insumisión y desobediencia a aquellas normas que, por su condición de demócratas y miembros del Congreso, tendrían la obligación de condenar. Estamos, pues, en una situación que nos atreveríamos a calificar de inestabilidad de nuestras instituciones, de modo que corremos el peligro de que, todo lo que se ha avanzado en cuanto a mejoras económicas, resurgimiento de nuestras industrias, de entendimiento con el resto de la zona europea, de reducción del paro y expansión de nuestras exportaciones; por culpa de estar condicionados a que, la mayoría opositora en la Cámara baja, integrada por los grupos de izquierdas, pudiera boicotear el que se aprobaran ( como está sucediendo con los PGE) la iniciativas, las leyes, disposiciones y actuaciones del Gobierno, precisas para que el país siga en la senda de la recuperación y no se vea sometido al chantaje continuo desde el Parlamento, de modo que su agilidad en tomar decisiones y sus facultades para actuar se vieran (se ven) seriamente afectadas por la labor parlamentaria de la oposición.

Todos sabemos lo que sucedió en el año 1936, los motivos que llevaron al país a una serie de situaciones de extrema gravedad, que se les escaparon de las manos a los gobernantes de la II República, de modo que los revolucionarios consiguieron derribar al debilitado gobierno de las derechas siendo, en unas elecciones que luego se descubrió que estaban amañadas, sustituido por aquel nefasto y revolucionario gobierno del llamado Frente Popular, auspiciado desde la república soviética rusa, dirigida con mano de hierro por el camarada José Stalin.

Si hace unos pocos años no hubiéramos tenido la menor duda respecto a la solidez de nuestra democracia, a la continuidad del actual sistema democrático que nos habíamos dado con la aprobación, de forma masiva, de una Constitución que garantizaba el orden y la paz de nuestro país; tenemos que aceptar que, al día de hoy, muchos somos los que estamos alarmados por los últimos acontecimientos que delatan una situación inestable, al menos en lo político, que augura, si no se rectifica a tiempo, un porvenir cargado de inquietudes, con la previsible proliferación del asamblearismo, de los ataques a la propiedad privada, con la restricción de los derechos individuales ( ya se están ensayando en ciudades de la importancia de Barcelona y Madrid), con el establecimiento de instituciones de vigilancia de los ciudadanos y limitaciones de la expresión libre de las opiniones y el amordazamiento de la prensa, tal y como está sucediendo actualmente en naciones como Venezuela, en manos de dictadores autoritarios y sin escrúpulos que no respetan la separación de poderes y actúan, con toda indemnidad, desde el más absoluto despotismo.

Nuestra última esperanza: el Ejército. Él debería ser el garante de la unidad de España y del orden dentro de nuestros ciudades y pueblos. El Artº 8 de la Constitución le encomienda esta misión y, con especial énfasis, aunque brevemente, a las FF. AA, la tarea de no permitir la fragmentación de nuestra nación. En ello veníamos confiando, como único recurso, una vez el resto de posibilidades de mantener las instituciones y el país dentro de los límites establecidos constitucionalmente hubiera fracasado, situando al país al borde del abismo. Y en estas, señores, nos sale nada menos que todo un general, ¡qué digo!, un teniente general de nuestro Ejército, don Ricardo Álvarez Espejo, que recientemente ha cesado en su cargo en Cataluña y que ,no se sabe por qué motivo, decidió que todo lo que se había callado cuando echaron, o pretendieron hacerlo, al Ejército del Salón de la Enseñanza, cuando fue calificado de “facha” en la toma de posesión de la Colau como alcaldesa; cuando se produjeron las protestas municipales por los ejercicios de las tropas y la forma fría y distante con la que, el atrabiliario señor Mas, solía dispensarle, ahora quería “agradecerlo”.

Pues este general habló de haber recibido “un trato excelente”, luego aludió a la “neutralidad” que debe mantener el Ejército ¡respecto al proceso separatista!, como si tanto les importara y no tuvieran nada que decir en un proceso en el que se está planteando la separación de un pedazo de España y, por tanto, se pone en cuestión su unidad. Finalmente expresó sus deseos de que “todo se arreglará y habrá entendimiento entre todos”, algo que todos podríamos suscribir si no fuera porque, precisamente cuando pronunciaba su discurso, el tema catalán estaba en su punto álgido y, no hubiera estado mal, que se hubiera mostrado un tanto inquieto por la situación que, si Dios no lo remedia, se va a producir cuando salgan las sentencias contra todos los capitostes del separatismo que han estado juzgados, precisamente, por sus actuaciones contrarias a los preceptos constitucionales, que todos estamos obligados a respetar y cumplir.

Lo peor es que, las imprudentes manifestaciones de este militar, pueden haber infundido confianza en aquellos que llevan tiempo diciendo que, si Cataluña se levantara contra España, para pedir su independencia, las FF. AA no iban a intervenir, manteniéndose apartadas de los alborotos y aguantando, estoicas, que los revolucionarios les measen encima de sus botas militares; algo que ya ha sucedido en Cataluña, cuando manifestantes orinaron en las mismas botas de la policía contra alborotos. Tenemos la firme confianza que, en el Ejército español, son minoría los que piensan como este militar, porque sería una verdadera desgracia que el espíritu de servicio a la patria y la defensa de la misma, se hubiera extinguido entre unas tropas que siempre han sido, por donde han ido, dentro y fuera de España, el orgullo de aquellos españoles que seguimos creyendo que, ser español, es un verdadero privilegio.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, preferimos creer que el teniente general Álvarez Espejo, tuvo un día desafortunado y que, lo que dijo, no lo hizo con la intención de darles alas a los separatistas que, por cierto, se han apresurado a felicitarse por sus palabras. Para luego es tarde.

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