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Borja Costa

El Premio de Planeta

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Este año, Planeta nos ha entregado su mejor premio unas cuantas horas antes de dar a conocer su fallo: José Manuel Lara, finalmente, reclama una legislación seria y efectiva sobre los derechos de autor; reclama el cierre de páginas y portales de descarga no regularizados; reclama que a muchos nos devuelvan nuestra dignidad y que nos den, hoy, el pan nuestro de cada día. Por una vez me uno a los que piensan que este hombre es Dios, y Dios ha bajado, al fin, a la realidad de la Tierra. Y es que clama al cielo que en un país en el que se legisla sobre casi todo con una facilidad pasmosa, siga existiendo un vacío legal tan grande en materia de derechos de autor. Después de esto, poco me importa quién sea el agraciado que va ver su nuevo libro ocupando masivamente las librerías, porque por grande que sea, el premio no puede ser ya mejor.

Con una pasmosa y cruenta sinceridad, Lara ha puesto de manifiesto el peligro del momento que estamos viviendo, equiparando irónicamente la autoridad de la Real Enciclopedia Británica con la de la Wikipedia, y abriéndonos los ojos a un hecho ya indiscutible: Señores, no estamos vendiendo libros. Nada nuevo bajo el sol, nada que no hayan dicho mil voces, pero esta voz es la Suya, y si Él lo dice, debemos creer que esto es más cierto que nunca: podemos discutir sobre la calidad de las obras que escoge para su Premio, cómo las escoge, su línea editorial, pero lo que nadie le puede negar es que sí sabe en qué consiste vender un libro.

Irrumpe así, de esta manera tan contundente y sin previo aviso (aprovechando una rueda de prensa previa al esperado fallo del Premio), para despertar una voz de alarma. No grita, no gime, no pide ayuda pueril ni desesperada: exige del Gobierno medidas reales y serias. Y estoy seguro de que esta vez las peticiones van a ser escuchadas, porque si bien el mundo editorial es un vergonzoso carro donde prácticamente todo el mundo guarda silencio al respecto (pronunciarse en materia de derechos de autor supone automáticamente ganarse una enorme fila de enemigos), donde autores y editores, todos ellos miembros orgullosos de CEDRO (esa asociación que nos impide fotocopiar un libro de nuestra propiedad) no ponen reparos en criticar públicamente a SGAE (esa asociación que impide copiar discos de nuestra propiedad), afortunadamente Lara tiene un poco más de criterio y reputación, y, nos guste o no, el Gobierno siempre acaba escuchando, aún de lejos, las voces divinas bajadas a la Tierra.

Ajenos ya a la seriedad demostrada por el presidente del Grupo Planeta, debo decir que yo no conozco prácticamente a ningún autor no consagrado que no corra a poner a disposición de sus “lectores” (lector = familiar o amigo) toda su obra literaria en su blog personal, habiendo incluso quien la pone directamente en servidores a disposición de programas P2P. Supongo que la única diferencia entre unos y otros es la cantidad de dinero que se pone en juego. Esto no sería criticable si no fuera porque el susodicho autor anónimo aspira a ver publicada su obra, al papel impreso, a que lectores también anónimos sin vínculos personales con él lo lean y disfruten. ¿Está realmente este “escritor” haciendo algo a su favor para que alguien, algún día, realmente compre su libro? Hay un caso bastante curioso al respecto, que creo que da una respuesta bastante contundente: un joven poeta, según algunos, promesa literaria, hizo disponer de su primer poemario entre sus conocidos, en copias digamos no-profesionales. A este poemario han llegado a denominarlo obra de culto, con tanta fortuna que el autor se lo creyó y se decidió al fin a formalizar su publicación, con ISBN correspondiente y demás cuestiones formales al uso.

Transcurridos unos cuantos meses, el hombre descubrió con estupor que apenas había vendido un par de ejemplares. En este caso, ni los amigos ni la familia habían pagado. El estupor, sí, fue convirtiéndose en enfado supino, aunque lo único que estuvo en sus manos fue convertir su blog personal en un site de cobro obligado al completo (aceptando, incluso, pago con VISA… ). Y quien quiera leerlo, que pague. A mi me parece muy bien; no creo que demasiados lo hayan hecho, pero por lo demás, me pareció una de las posturas más coherentes que he visto en el mundo de la literatura de los últimos tiempos.

El problema con esto de la Red - con esto de tener el mundo al alcance de la mano -, es que se ha hecho creer al público que es propietario, al mentecato que es autor de renombre, y al tipo con un dinero que le sobra, (auto) editor literario. Y, todos ellos, creo que recelosos de un gran mundo editorial que les ha cerrado las puertas (justa o injustamente, ahí ya no me meto), se jactan de unas cosas y otras, sin criterio, y extendiendo un veneno que hace más daño del que se puedan imaginar. Y que nadie se engañe: el único motivo para que estos autores estén manteniendo actitudes tan perjudiciales es que no están comiendo de sus letras y ni siquiera creen realmente que algún día puedan llegar a hacerlo; y es que extender unas ideas sobre un mundo del que no forman parte, que ni siquiera conocen en su dimensión real, es tremendamente fácil. Me encantaría ver la cara de alguno de ellos, feliz por malvender una obra suya para que sea guionizada por cualquier canal de televisión, descubriendo después que, de la cantidad de dinero que se mueve en conceptos de publicidad, emisión y demás, él no va a percibir un solo euro porque su obra tenía una licencia Creative Commons. ¿Qué diría aquí este autor? Generalmente, corren a hacerse miembros de SGAE en calidad de guionistas, claro, pero eso sí, no se lo dicen a nadie, porque está mal visto. Entre los editores, más de uno me ha cedido personalmente sus textos a través de la citada asociación para su explotación musical, mientras hacían alegatos en contra de esta en sus propias webs.

Mientras tanto, al otro lado, estamos los que sí hacemos dinero con el mundo de la cultura y, además, no mantenemos actitudes hipócritas hacia nuestra profesión. A la cabeza de todos nosotros, nadie hace más dinero que Lara, y por eso, desde mi punto de vista, Él debe ser escuchado más alto que nadie. Para todo lo demás, que mis amigos me envíen sus poemas por mail, que yo les enviaré mi música, que pasaremos una buena tarde de domingo jugando a recitar acompañándonos al piano, que para eso nos sobra tiempo. Tú te pides a Rilke, que yo me pido a Schubert: esto no nos lo quita nadie, siempre y cuando podamos seguir comiendo y no nos hayamos muerto por el camino.

El Premio de Planeta

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 18 de octubre de 2010, 07:57 h (CET)
Este año, Planeta nos ha entregado su mejor premio unas cuantas horas antes de dar a conocer su fallo: José Manuel Lara, finalmente, reclama una legislación seria y efectiva sobre los derechos de autor; reclama el cierre de páginas y portales de descarga no regularizados; reclama que a muchos nos devuelvan nuestra dignidad y que nos den, hoy, el pan nuestro de cada día. Por una vez me uno a los que piensan que este hombre es Dios, y Dios ha bajado, al fin, a la realidad de la Tierra. Y es que clama al cielo que en un país en el que se legisla sobre casi todo con una facilidad pasmosa, siga existiendo un vacío legal tan grande en materia de derechos de autor. Después de esto, poco me importa quién sea el agraciado que va ver su nuevo libro ocupando masivamente las librerías, porque por grande que sea, el premio no puede ser ya mejor.

Con una pasmosa y cruenta sinceridad, Lara ha puesto de manifiesto el peligro del momento que estamos viviendo, equiparando irónicamente la autoridad de la Real Enciclopedia Británica con la de la Wikipedia, y abriéndonos los ojos a un hecho ya indiscutible: Señores, no estamos vendiendo libros. Nada nuevo bajo el sol, nada que no hayan dicho mil voces, pero esta voz es la Suya, y si Él lo dice, debemos creer que esto es más cierto que nunca: podemos discutir sobre la calidad de las obras que escoge para su Premio, cómo las escoge, su línea editorial, pero lo que nadie le puede negar es que sí sabe en qué consiste vender un libro.

Irrumpe así, de esta manera tan contundente y sin previo aviso (aprovechando una rueda de prensa previa al esperado fallo del Premio), para despertar una voz de alarma. No grita, no gime, no pide ayuda pueril ni desesperada: exige del Gobierno medidas reales y serias. Y estoy seguro de que esta vez las peticiones van a ser escuchadas, porque si bien el mundo editorial es un vergonzoso carro donde prácticamente todo el mundo guarda silencio al respecto (pronunciarse en materia de derechos de autor supone automáticamente ganarse una enorme fila de enemigos), donde autores y editores, todos ellos miembros orgullosos de CEDRO (esa asociación que nos impide fotocopiar un libro de nuestra propiedad) no ponen reparos en criticar públicamente a SGAE (esa asociación que impide copiar discos de nuestra propiedad), afortunadamente Lara tiene un poco más de criterio y reputación, y, nos guste o no, el Gobierno siempre acaba escuchando, aún de lejos, las voces divinas bajadas a la Tierra.

Ajenos ya a la seriedad demostrada por el presidente del Grupo Planeta, debo decir que yo no conozco prácticamente a ningún autor no consagrado que no corra a poner a disposición de sus “lectores” (lector = familiar o amigo) toda su obra literaria en su blog personal, habiendo incluso quien la pone directamente en servidores a disposición de programas P2P. Supongo que la única diferencia entre unos y otros es la cantidad de dinero que se pone en juego. Esto no sería criticable si no fuera porque el susodicho autor anónimo aspira a ver publicada su obra, al papel impreso, a que lectores también anónimos sin vínculos personales con él lo lean y disfruten. ¿Está realmente este “escritor” haciendo algo a su favor para que alguien, algún día, realmente compre su libro? Hay un caso bastante curioso al respecto, que creo que da una respuesta bastante contundente: un joven poeta, según algunos, promesa literaria, hizo disponer de su primer poemario entre sus conocidos, en copias digamos no-profesionales. A este poemario han llegado a denominarlo obra de culto, con tanta fortuna que el autor se lo creyó y se decidió al fin a formalizar su publicación, con ISBN correspondiente y demás cuestiones formales al uso.

Transcurridos unos cuantos meses, el hombre descubrió con estupor que apenas había vendido un par de ejemplares. En este caso, ni los amigos ni la familia habían pagado. El estupor, sí, fue convirtiéndose en enfado supino, aunque lo único que estuvo en sus manos fue convertir su blog personal en un site de cobro obligado al completo (aceptando, incluso, pago con VISA… ). Y quien quiera leerlo, que pague. A mi me parece muy bien; no creo que demasiados lo hayan hecho, pero por lo demás, me pareció una de las posturas más coherentes que he visto en el mundo de la literatura de los últimos tiempos.

El problema con esto de la Red - con esto de tener el mundo al alcance de la mano -, es que se ha hecho creer al público que es propietario, al mentecato que es autor de renombre, y al tipo con un dinero que le sobra, (auto) editor literario. Y, todos ellos, creo que recelosos de un gran mundo editorial que les ha cerrado las puertas (justa o injustamente, ahí ya no me meto), se jactan de unas cosas y otras, sin criterio, y extendiendo un veneno que hace más daño del que se puedan imaginar. Y que nadie se engañe: el único motivo para que estos autores estén manteniendo actitudes tan perjudiciales es que no están comiendo de sus letras y ni siquiera creen realmente que algún día puedan llegar a hacerlo; y es que extender unas ideas sobre un mundo del que no forman parte, que ni siquiera conocen en su dimensión real, es tremendamente fácil. Me encantaría ver la cara de alguno de ellos, feliz por malvender una obra suya para que sea guionizada por cualquier canal de televisión, descubriendo después que, de la cantidad de dinero que se mueve en conceptos de publicidad, emisión y demás, él no va a percibir un solo euro porque su obra tenía una licencia Creative Commons. ¿Qué diría aquí este autor? Generalmente, corren a hacerse miembros de SGAE en calidad de guionistas, claro, pero eso sí, no se lo dicen a nadie, porque está mal visto. Entre los editores, más de uno me ha cedido personalmente sus textos a través de la citada asociación para su explotación musical, mientras hacían alegatos en contra de esta en sus propias webs.

Mientras tanto, al otro lado, estamos los que sí hacemos dinero con el mundo de la cultura y, además, no mantenemos actitudes hipócritas hacia nuestra profesión. A la cabeza de todos nosotros, nadie hace más dinero que Lara, y por eso, desde mi punto de vista, Él debe ser escuchado más alto que nadie. Para todo lo demás, que mis amigos me envíen sus poemas por mail, que yo les enviaré mi música, que pasaremos una buena tarde de domingo jugando a recitar acompañándonos al piano, que para eso nos sobra tiempo. Tú te pides a Rilke, que yo me pido a Schubert: esto no nos lo quita nadie, siempre y cuando podamos seguir comiendo y no nos hayamos muerto por el camino.

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