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Antonio Pérez Gómez

Semana negra para Las Rojas

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Suena crudelísimo, pero las selecciones reinas de España: Las de fútbol y baloncesto, han naufragado de forma rotunda y muy dolorosa en sus respectivos compromisos internacionales. Vaya por delante que hablamos de deportes. De deportes, que como juegos que son, tienen un altísimo componente de fortuna. Y a veces la falta o sobra de ella marca un resultado, tuerce una trayectoria y hunde o encumbra equipos. Miles de casos se dan a nivel individual o colectivo engordan las hemerotecas. Pero los que analizamos el mundo del deporte no nos sustraemos a extrapolar, a deducir, a crear tesis de unos indicios. Y me gustaría analizar sucintamente lo del martes y miércoles.

Lo de España de baloncesto se preveía. Ya, ya sé que es muy fácil hablar a toro pasado, pero el basket es menos aleatorio que el fútbol. Es inconcebible que un equipo de vacaciones y sin apenas entrenos ganara el Eurobasket, como pasó en la Eurocopa 92 de Suecia con Dinamarca. O inconcebible que algo parecido a un Alcorcón ganara a un R.Madrid en baloncesto.

España ya iba lastrada con las ausencias de Pau y de Calderón. En el test contra USA no jugó nada bien. Es destacable la inusitada falta de claridad de ideas en los últimos instantes contra los yankis. Luego, en el Mundial, llegó la hecatombe. Un desastre ante la vulgar Francia y otra derrota dolorosa ante una Lituania a la que mediado el partido le caía una paliza eran los inequívocos signos de que esta esta España no aspiraba a nada. A pesar del engañabobos patrio habitual de los de los juntaletras de siempre cuando vencimos a una mediocridad como Nueva Zelanda y parecía que habíamos doblegado al Dream Team, con Jordan y todo. Con la salvedad de Grecia, a la que costó Dios y ayuda vencer, el partido contra Serbia nos ha puesto en nuestro sitio. Esto invita a una reflexión profunda. No es el principio del fin de la época de oro del basket hispano, pero si no se toman medidas desde todos los estamentos, podría serlo.

Y dejo para el final lo del día previo, el batacazo en el Monumental de Buenos Aires. Perder es lícito. Se puede. Pero hacer el ridi es más discutible. Algunos el honor parece que lo tienen donde yo el dinero, y que la estrella sobre el escudo les insufla menos orgullo que el cocodrilo del Lacoste. Así dicho, pareciera que estoy hablando de los jugadores de La Roja, pero no. Hablo de niveles más “altos”. Hablo de los directivos que ponen en juego el honor de la Roja y el prestigio, obtenido tras 100 años, por cuatro puñeteros euros. Hablo de mandar a nuestros chicos a México a jugarse la honra futbolística recién adquirida recién llegados de las vacaciones y sin haber tomado contacto con la temporada. Hablo de mandar a los campeones del mundo al matadero del Monumental de Buenos Aires, donde nos esperaban con cuchillos y palos, armados de gominolas y regaliz, con el chip en la cabeza de poner a demasiados jugadores del Barça, no vaya a que estos se cansen demasiado y el amigo catalán se rebote, hablo de meter al pobrecillo de Monreal en un templo futbolístico mundial de primer orden, cuando su mejor bagaje es haber empatado en casa contra el Almería.
Hablo de seriedad, de gallardía, de orgullo, de supeditar problemas de clubes a los intereses de La Roja, campeona del mundo. Algo que Argentina, como Alemania, Italia o Inglaterra, jamás haría. Producen sonrojo las declaraciones de Krusty del Bosque justificándose después de que el mundo entero se haya reído de nuestra corona mundial, cuando dice que “Ha mirado por los clubes” ¿Tenemos la selección que merecemos? Quizás sí. ¿Tenemos al seleccionador que merecemos? Pues ahora empiezo a pensar que no.

Semana negra para Las Rojas

Antonio Pérez Gómez
Antonio Pérez Gómez
viernes, 10 de septiembre de 2010, 09:45 h (CET)
Suena crudelísimo, pero las selecciones reinas de España: Las de fútbol y baloncesto, han naufragado de forma rotunda y muy dolorosa en sus respectivos compromisos internacionales. Vaya por delante que hablamos de deportes. De deportes, que como juegos que son, tienen un altísimo componente de fortuna. Y a veces la falta o sobra de ella marca un resultado, tuerce una trayectoria y hunde o encumbra equipos. Miles de casos se dan a nivel individual o colectivo engordan las hemerotecas. Pero los que analizamos el mundo del deporte no nos sustraemos a extrapolar, a deducir, a crear tesis de unos indicios. Y me gustaría analizar sucintamente lo del martes y miércoles.

Lo de España de baloncesto se preveía. Ya, ya sé que es muy fácil hablar a toro pasado, pero el basket es menos aleatorio que el fútbol. Es inconcebible que un equipo de vacaciones y sin apenas entrenos ganara el Eurobasket, como pasó en la Eurocopa 92 de Suecia con Dinamarca. O inconcebible que algo parecido a un Alcorcón ganara a un R.Madrid en baloncesto.

España ya iba lastrada con las ausencias de Pau y de Calderón. En el test contra USA no jugó nada bien. Es destacable la inusitada falta de claridad de ideas en los últimos instantes contra los yankis. Luego, en el Mundial, llegó la hecatombe. Un desastre ante la vulgar Francia y otra derrota dolorosa ante una Lituania a la que mediado el partido le caía una paliza eran los inequívocos signos de que esta esta España no aspiraba a nada. A pesar del engañabobos patrio habitual de los de los juntaletras de siempre cuando vencimos a una mediocridad como Nueva Zelanda y parecía que habíamos doblegado al Dream Team, con Jordan y todo. Con la salvedad de Grecia, a la que costó Dios y ayuda vencer, el partido contra Serbia nos ha puesto en nuestro sitio. Esto invita a una reflexión profunda. No es el principio del fin de la época de oro del basket hispano, pero si no se toman medidas desde todos los estamentos, podría serlo.

Y dejo para el final lo del día previo, el batacazo en el Monumental de Buenos Aires. Perder es lícito. Se puede. Pero hacer el ridi es más discutible. Algunos el honor parece que lo tienen donde yo el dinero, y que la estrella sobre el escudo les insufla menos orgullo que el cocodrilo del Lacoste. Así dicho, pareciera que estoy hablando de los jugadores de La Roja, pero no. Hablo de niveles más “altos”. Hablo de los directivos que ponen en juego el honor de la Roja y el prestigio, obtenido tras 100 años, por cuatro puñeteros euros. Hablo de mandar a nuestros chicos a México a jugarse la honra futbolística recién adquirida recién llegados de las vacaciones y sin haber tomado contacto con la temporada. Hablo de mandar a los campeones del mundo al matadero del Monumental de Buenos Aires, donde nos esperaban con cuchillos y palos, armados de gominolas y regaliz, con el chip en la cabeza de poner a demasiados jugadores del Barça, no vaya a que estos se cansen demasiado y el amigo catalán se rebote, hablo de meter al pobrecillo de Monreal en un templo futbolístico mundial de primer orden, cuando su mejor bagaje es haber empatado en casa contra el Almería.
Hablo de seriedad, de gallardía, de orgullo, de supeditar problemas de clubes a los intereses de La Roja, campeona del mundo. Algo que Argentina, como Alemania, Italia o Inglaterra, jamás haría. Producen sonrojo las declaraciones de Krusty del Bosque justificándose después de que el mundo entero se haya reído de nuestra corona mundial, cuando dice que “Ha mirado por los clubes” ¿Tenemos la selección que merecemos? Quizás sí. ¿Tenemos al seleccionador que merecemos? Pues ahora empiezo a pensar que no.

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