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Cámeron cometió un grave error cuando convocó el referéndum para los escoceses

El problema de no afrontar las responsabilidades a su tiempo

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David Cámeron Tuvo suerte, porque el sentido común de los escoceses se impuso a sus deseos de separarse del Tratado de unión, corriendo el riesgo de que, como ya había sido advertida, tuviera que quedarse fuera de la UE. Pero no se conformó y quiso tentar de nuevo la suerte cuanto decidió, (en un intento de poner nerviosa a la UE), convencido de que ganaría, convocar otra consulta; en este caso para someter al pueblo británico la opción de seguir permaneciendo dentro de la comunidad europea u optaban por separarse de ella, en cuyo caso, se cortaría la obligación de seguir recibiendo a refugiado que, en verdaderos aludes de personas, se aglomeraban en las inmediaciones del túnel del Canal de la Mancha. Se equivocó, perdió las elecciones y triunfó el llamado brexit, con las insospechadas consecuencias que, para la GB y Europa, van a suponer el cortar con los lazos económicos, de libre circulación de personas (tratado de Schengen), y la libertad de comercio.

Loa norteamericanos, por su parte, se están equivocando poniendo en cuestión los resultados de unas elecciones legales, perfectamente controladas y, por si fuera poco, revisadas a instancia de los demócratas, con el resultado de que se volvieran a confirmar los resultados de aquellos centros de votación sobre los que se cernía la nube de una duda y que, una vez revisados, quedaron diáfanamente confirmados en favor el nuevo presidente elegido, el señor Donald Trump. El espectáculo que, los más remisos a aceptar al nuevo mandatario, están dando al mundo con esta serie de actos de desacato al dictado de las urnas; el mal ejemplo que, los de la farándula o los demócratas más recalcitrantes, están dando al propio pueblo americano y, lo que es peor, el poco respeto por los principios democráticos y por el sistema electoral que ha venido rigiendo durante siglos en los EE.UU de América; es muy posible que acabe perjudicando al pueblo americano y a la credibilidad que las naciones del mundo entero han mantenido, hasta ahora, respeto a la solvencia, la pureza democrática y fortaleza espiritual de la nación americana.

La CE ha caído en la tentación de hacer caso a las izquierdas, por miedo a parecer demasiado conservadora, iniciando una campaña de críticas hacia el nuevo huésped de la Casa Blanca; anticipándose, en ocasiones, criticando duramente sus primeras actuaciones y haciendo caso a los editoriales de la prensa mayoritariamente claramente contraria al nuevo presidente, conchabados para criticar su menor movimiento, su más mínima actuación o la más inocente decisión, sobre los que, de antemano, ya no dudan en calificar de equivocados. Como es natural, incluso que se confirmara que Trump pudiera ser un mal presidente; que su forma de gobernar no se ajustara a lo que le conviene a Europa o que, como algunos le auguran, tenga una legislatura muy corta; nadie debe de olvidar que se trata del presidente de la nación que lleva años siendo la más poderosa de la Tierra.

Los cretinos, como el señor Jiménez del PSOE que, sin saber de lo que se hablaba en la breve conferencia telefónica que mantuvieron Rajoy y Trump, se apresuraron a criticarla, a desautorizar al señor presidente, afirmando que había actuado como “un lacayo” del señor Trump; simplemente porque no hizo, como ellos hubieran deseado, la grosería de colgarle el teléfono a su colega del otro lado del Atlántico. Recuerdo que precisamente fue el señor Rodriguez Zapatero (uno de los personajes más fatídicos para España y, al cual le deberemos “agradecer” el que, en la actualidad, nos encontremos en las circunstancias en las que nos hallamos) quien permaneció sentado mientras la bandera norteamericana desfilaba por delante de la tribuna de invitados, una actitud que durante años se nos fue resacando por aquellos que decidieron prescindir de nosotros ante semejante descortesía.

El otro error, esta vez en nuestra casa, fue el permitir que los catalanes fueran avanzando en su proceso victimista y reivindicativo, permitiéndoles, por interés simplemente político, que se fueran apoderando de cuotas de poder hasta que, otra vez el señor Rodriguez Zapatero, cometió la grave equivocación de prometerles aceptar el modelo de Estatuto de autonomía que ellos confeccionaran. Lo hicieron y se aprovecharon de la promesa para redactar el panfleto más absurdo y perjudicial para España que, sólo una serie de fanáticos partidarios de la separación de Cataluña de España, podían tener la osadía de redactar. Se aprobó, incomprensiblemente, en las Cortes y, recurrido por los populares, un TC atemorizado por lo que podría suceder si se rechaza en bloque aquel mamotreto, se limitó a hacer unas pequeñas correcciones que, como era de esperar, provocaron las críticas, descalificaciones, acusaciones de estar vendido al gobierno y toda clase de objeciones, ninguna de las cuales resistía un análisis sensato de cualquier persona medianamente impuesta del tema.

Y en medio de tanta incapacidad, una sola luz. La que el Congreso que acaban de celebrar los de Podemos ha encendido a todos los ciudadanos que seguían manteniendo dudas acerca de las intenciones de los comunistas bolivarianos que, quizá, pensaron que el señor Iñigo Errejón era un personaje más moderado o menos agresivo que su compadre, el camarada Pablo Iglesias. Si, en realidad, lo era, ha quedado descartado y el que ha salido vencedor de las votaciones ha sido aquel que no se ha molestado, en ningún momento, en ocultar su cualidad de leninista convencido, con claros tics autoritarios que, a la vez, nos recuerdan al omnipotente Stalin y dispuesto a seguir intentando poner todos los obstáculos ( el mismo lo ha dicho) al gobierno del señor Rajoy, no sólo desde las bancadas del Parlamento, sino desde las calles donde, según sus palabras, va a intentar conseguir presentar batalla (desórdenes callejeros) para, apelando a la violencia y a la destrucción, alcanzar aquellos objetivos que, las mayorías parlamentarias, no le permitan obtener.

No obstante, señores, cuando hemos dirigido nuestra mirada a lo que, los del PP, nos han mostrado en su congreso de la Caja Mágica; no hemos visto más que autocomplacencia, optimismo desbocado, montañas de parabienes y sonrisas, como si hubieran conseguido un gobierno con mayoría absoluta, contaran con todos los recursos para llevar adelante, libremente, todos sus proyectos y tuvieran la seguridad de que, a pesar de todo, van a conseguir seguir gobernando el resto de legislatura sin que se hayan visto obligados a pasar por la apisonadora parlamentaria que les tiene preparada la oposición. Tuvieron en su mano mejorar el número de escaños, poner a sus rivales políticos en una situación más comprometida y obligar a los partidos moderados a enfrentarse al dilema de: si pactar con las izquierdas extremas o colaborar en un gobierno mucho más fuerte, sin duda, que el actual. Sólo hubieran tenido que permitir que se pasaran los plazos y se convocaran nuevas elecciones para mayo (a la vuelta de la esquina).

Y aquí estamos, en una situación que ya no es que nos afecte sólo a los españoles, sino que parece que se va complicando a medida que la oposición se ve sometida a sacudidas internas, como está sucediendo en el PSOE y en Podemos si, como se ve venir, las distintas corrientes que se han venido disputando el poder, deciden no colaborar, continua luchando por hacer prevalecer sus teorías o, en el peor caso, optan por radicalizarse aún más, para arrastrar hacia sí a aquellos militantes o simpatizantes que sean más partidarios de la acción directa. No hay que desdeñar que, dentro de estas corrientes extremistas, es muy frecuente que los haya dispuestos a todo para saciar su fe de venganza o sus odios hacia el resto de la sociedad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la íntima convicción de que, toda la sarta de errores que los políticos, nacionales y extranjeros, han venido cometiendo durante los últimos años, nos han situado, a los ciudadanos europeos, en una situación en la que, no sólo como miembros de la UE, sino como miembros de las distintas comunidades y nacionalidades que forman la estructura de la comunidad europea; estamos comprobando que, el magnífico plan en común que todos nos prometíamos, empezó a hacer aguas cuando, el proyecto de una constitución común fracasó y ahora, de nuevo, cuando vemos que unos quieren abandonar la UE, otros pretenden convertirla en un paraíso comunista, como es el caso de Grecia, Italia y, ya veremos lo que nos sucede a nosotros y, en nuestro caso particular, por añadidura, nos vemos amenazados por unos separatistas extremistas que nos van a poner en el disparadero si, como anuncian, siguen con sus proyectos de traición a la patria. Todo indica que, en los próximos meses, pueden darse acontecimientos que pongan a prueba nuestra capacidad de resistencia.

El problema de no afrontar las responsabilidades a su tiempo

Cámeron cometió un grave error cuando convocó el referéndum para los escoceses
Miguel Massanet
lunes, 13 de febrero de 2017, 00:20 h (CET)
David Cámeron Tuvo suerte, porque el sentido común de los escoceses se impuso a sus deseos de separarse del Tratado de unión, corriendo el riesgo de que, como ya había sido advertida, tuviera que quedarse fuera de la UE. Pero no se conformó y quiso tentar de nuevo la suerte cuanto decidió, (en un intento de poner nerviosa a la UE), convencido de que ganaría, convocar otra consulta; en este caso para someter al pueblo británico la opción de seguir permaneciendo dentro de la comunidad europea u optaban por separarse de ella, en cuyo caso, se cortaría la obligación de seguir recibiendo a refugiado que, en verdaderos aludes de personas, se aglomeraban en las inmediaciones del túnel del Canal de la Mancha. Se equivocó, perdió las elecciones y triunfó el llamado brexit, con las insospechadas consecuencias que, para la GB y Europa, van a suponer el cortar con los lazos económicos, de libre circulación de personas (tratado de Schengen), y la libertad de comercio.

Loa norteamericanos, por su parte, se están equivocando poniendo en cuestión los resultados de unas elecciones legales, perfectamente controladas y, por si fuera poco, revisadas a instancia de los demócratas, con el resultado de que se volvieran a confirmar los resultados de aquellos centros de votación sobre los que se cernía la nube de una duda y que, una vez revisados, quedaron diáfanamente confirmados en favor el nuevo presidente elegido, el señor Donald Trump. El espectáculo que, los más remisos a aceptar al nuevo mandatario, están dando al mundo con esta serie de actos de desacato al dictado de las urnas; el mal ejemplo que, los de la farándula o los demócratas más recalcitrantes, están dando al propio pueblo americano y, lo que es peor, el poco respeto por los principios democráticos y por el sistema electoral que ha venido rigiendo durante siglos en los EE.UU de América; es muy posible que acabe perjudicando al pueblo americano y a la credibilidad que las naciones del mundo entero han mantenido, hasta ahora, respeto a la solvencia, la pureza democrática y fortaleza espiritual de la nación americana.

La CE ha caído en la tentación de hacer caso a las izquierdas, por miedo a parecer demasiado conservadora, iniciando una campaña de críticas hacia el nuevo huésped de la Casa Blanca; anticipándose, en ocasiones, criticando duramente sus primeras actuaciones y haciendo caso a los editoriales de la prensa mayoritariamente claramente contraria al nuevo presidente, conchabados para criticar su menor movimiento, su más mínima actuación o la más inocente decisión, sobre los que, de antemano, ya no dudan en calificar de equivocados. Como es natural, incluso que se confirmara que Trump pudiera ser un mal presidente; que su forma de gobernar no se ajustara a lo que le conviene a Europa o que, como algunos le auguran, tenga una legislatura muy corta; nadie debe de olvidar que se trata del presidente de la nación que lleva años siendo la más poderosa de la Tierra.

Los cretinos, como el señor Jiménez del PSOE que, sin saber de lo que se hablaba en la breve conferencia telefónica que mantuvieron Rajoy y Trump, se apresuraron a criticarla, a desautorizar al señor presidente, afirmando que había actuado como “un lacayo” del señor Trump; simplemente porque no hizo, como ellos hubieran deseado, la grosería de colgarle el teléfono a su colega del otro lado del Atlántico. Recuerdo que precisamente fue el señor Rodriguez Zapatero (uno de los personajes más fatídicos para España y, al cual le deberemos “agradecer” el que, en la actualidad, nos encontremos en las circunstancias en las que nos hallamos) quien permaneció sentado mientras la bandera norteamericana desfilaba por delante de la tribuna de invitados, una actitud que durante años se nos fue resacando por aquellos que decidieron prescindir de nosotros ante semejante descortesía.

El otro error, esta vez en nuestra casa, fue el permitir que los catalanes fueran avanzando en su proceso victimista y reivindicativo, permitiéndoles, por interés simplemente político, que se fueran apoderando de cuotas de poder hasta que, otra vez el señor Rodriguez Zapatero, cometió la grave equivocación de prometerles aceptar el modelo de Estatuto de autonomía que ellos confeccionaran. Lo hicieron y se aprovecharon de la promesa para redactar el panfleto más absurdo y perjudicial para España que, sólo una serie de fanáticos partidarios de la separación de Cataluña de España, podían tener la osadía de redactar. Se aprobó, incomprensiblemente, en las Cortes y, recurrido por los populares, un TC atemorizado por lo que podría suceder si se rechaza en bloque aquel mamotreto, se limitó a hacer unas pequeñas correcciones que, como era de esperar, provocaron las críticas, descalificaciones, acusaciones de estar vendido al gobierno y toda clase de objeciones, ninguna de las cuales resistía un análisis sensato de cualquier persona medianamente impuesta del tema.

Y en medio de tanta incapacidad, una sola luz. La que el Congreso que acaban de celebrar los de Podemos ha encendido a todos los ciudadanos que seguían manteniendo dudas acerca de las intenciones de los comunistas bolivarianos que, quizá, pensaron que el señor Iñigo Errejón era un personaje más moderado o menos agresivo que su compadre, el camarada Pablo Iglesias. Si, en realidad, lo era, ha quedado descartado y el que ha salido vencedor de las votaciones ha sido aquel que no se ha molestado, en ningún momento, en ocultar su cualidad de leninista convencido, con claros tics autoritarios que, a la vez, nos recuerdan al omnipotente Stalin y dispuesto a seguir intentando poner todos los obstáculos ( el mismo lo ha dicho) al gobierno del señor Rajoy, no sólo desde las bancadas del Parlamento, sino desde las calles donde, según sus palabras, va a intentar conseguir presentar batalla (desórdenes callejeros) para, apelando a la violencia y a la destrucción, alcanzar aquellos objetivos que, las mayorías parlamentarias, no le permitan obtener.

No obstante, señores, cuando hemos dirigido nuestra mirada a lo que, los del PP, nos han mostrado en su congreso de la Caja Mágica; no hemos visto más que autocomplacencia, optimismo desbocado, montañas de parabienes y sonrisas, como si hubieran conseguido un gobierno con mayoría absoluta, contaran con todos los recursos para llevar adelante, libremente, todos sus proyectos y tuvieran la seguridad de que, a pesar de todo, van a conseguir seguir gobernando el resto de legislatura sin que se hayan visto obligados a pasar por la apisonadora parlamentaria que les tiene preparada la oposición. Tuvieron en su mano mejorar el número de escaños, poner a sus rivales políticos en una situación más comprometida y obligar a los partidos moderados a enfrentarse al dilema de: si pactar con las izquierdas extremas o colaborar en un gobierno mucho más fuerte, sin duda, que el actual. Sólo hubieran tenido que permitir que se pasaran los plazos y se convocaran nuevas elecciones para mayo (a la vuelta de la esquina).

Y aquí estamos, en una situación que ya no es que nos afecte sólo a los españoles, sino que parece que se va complicando a medida que la oposición se ve sometida a sacudidas internas, como está sucediendo en el PSOE y en Podemos si, como se ve venir, las distintas corrientes que se han venido disputando el poder, deciden no colaborar, continua luchando por hacer prevalecer sus teorías o, en el peor caso, optan por radicalizarse aún más, para arrastrar hacia sí a aquellos militantes o simpatizantes que sean más partidarios de la acción directa. No hay que desdeñar que, dentro de estas corrientes extremistas, es muy frecuente que los haya dispuestos a todo para saciar su fe de venganza o sus odios hacia el resto de la sociedad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la íntima convicción de que, toda la sarta de errores que los políticos, nacionales y extranjeros, han venido cometiendo durante los últimos años, nos han situado, a los ciudadanos europeos, en una situación en la que, no sólo como miembros de la UE, sino como miembros de las distintas comunidades y nacionalidades que forman la estructura de la comunidad europea; estamos comprobando que, el magnífico plan en común que todos nos prometíamos, empezó a hacer aguas cuando, el proyecto de una constitución común fracasó y ahora, de nuevo, cuando vemos que unos quieren abandonar la UE, otros pretenden convertirla en un paraíso comunista, como es el caso de Grecia, Italia y, ya veremos lo que nos sucede a nosotros y, en nuestro caso particular, por añadidura, nos vemos amenazados por unos separatistas extremistas que nos van a poner en el disparadero si, como anuncian, siguen con sus proyectos de traición a la patria. Todo indica que, en los próximos meses, pueden darse acontecimientos que pongan a prueba nuestra capacidad de resistencia.

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