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Amistad sin fronteras (III)

Amor sin barreras
Aurora Peregrina Varela Rodriguez
lunes, 13 de febrero de 2017, 00:19 h (CET)
Estaba orgullosa de él, nos hablábamos por teléfono, nos mandábamos e-mails, yo siempre con mis locuras de joven y él con la serenidad de un viejo.

Sin duda la amistad no tiene edad. El amor no tiene límites cuando hay correspondencia, claro que no estábamos enamorados, sabíamos que no teníamos nada que hacer juntos más que hablar. Eso era lo que necesitábamos.

Jamás imaginé a mi amigo desnudo, ni él a mí. Jamás se nos fue la mente a otra galaxia. Estábamos en el mundo para apoyarnos, para darnos ánimos, consolarnos por nuestros temores, frustraciones y fracasos.

Él pasaba buenos momentos conmigo, me leía cosas, yo a él también. Nos gustaba la cultura, las cosas decentes, la rectitud humana. Éramos seres que estábamos cerca de Dios.

Supe a su la que la piel arrugada puede ser hermosa, le veía como un ser que me protegía, quería y cuidaba. Él me decía que algún día yo también tendría canas y que los años pasan como un tren de alta velocidad.

Cuando se murió lo sentí muchísimo…

Recuerdo que Javier muchas veces me leía artículos de prensa sobre la violencia doméstica… Lo primero que me leyó en su casa, cuando yo lloraba por seguir sola, sin un hombre a mi lado fue:

“La violencia doméstica se da en el ámbito familiar, entre las cuatro paredes de una casa o pisito”. La edad de los que son violentos puede ser diferente. Las cifras no te las leo, piensa que si estás soltera es mejor. Dios quiso que fuera así por algún motivo. Sé feliz. Tienes razón le decía… pero el amor es como una flor… es bonito el amor, escucha estas letras con la que identifico plenamente… no me pesa haber tenido desilusiones, ¿sabes?. Escucha…

“El amor es una flor de mentira como falsos fueron los labios que se atrevieron a besar los míos un día de lluvioso invierno... ya olvidado.

Pero ella cuenta verdades y fue la que me advirtió... de ti. Ahora la lluvia está dentro de mí y cual temporal abate mi carne y mis huesos y me enferma. Yo soy ese día postrada en una cama que no me deja descansar, ni soñar, ni tener esperanzas. Yo soy ese invierno que desea comerme los recuerdos... Yo soy esa pobre mujer de la que te burlaste y a la que luego sonreías como si no pasara nada. Pero algo me ha pasado... algo que tu como hombre no comprenderás jamás y es que: no quiero volver a tener más el infierno de aquel día de invierno en mi corazón y deseo ser una muñeca de tul cian para no volver a sentir y así... y poder ver la mentira en lo que me rodea como mi amiga la flor”.

Seguía Javier, después de observarme mientras leía por encima de sus anteojos:

…El término de violencia doméstica engloba a todos los habitantes del hogar, no sólo mujeres…

Yo, que no quería seguir escuchándole y le contesté con unas letras que leía en un viejo libro de un escritor “Wendullet Vicenpiu”, se titulaba “Violencia entre enamorados en Rivanostish 50”:

“Insolente el destino nos separó para hacer que día a día nos llegásemos a amar aún más y más”…

Yo sabía que jamás pensaría:

…Si el amor es así, no quiero probarlo. Me siento mareada, perdida ante un fuego negro, sin destino bueno. ¿Qué hará el cariño cuando la otra mitad es un fantasma? …

Javier, al notar que no quería escucharle más, concluyó:

Abuso de poder y de exceso de confianza, lo constituye cualquier forma de conducta violenta. De esto puede que te estés librando tú, Gabriela. Si no te casaste fue porque Dios lo cree mejor así para ti.

Continuará…

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