Es muy común en esta España nuestra que alguien se proclame a sí mismo “intelectual” y que la cosa, debidamente abonada y regada por algún medio de comunicación y algún que otro amiguete de “la tribu”, cunda como especie “bien sabida y reconocida”. Prometo ampliar la nómina de estos intelectualoides de tres al cuarto, pero hoy me he de referir a uno, de nombre, Arcadi, y de apellido, Espada.
Es así que este señorito de los medios de la derecha contestataria (la izquierda ya no lo es, porque ha de dejado de reivindicar para dedicarse a las recalificaciones urbanísticas) tuvo la genial idea de fundar un diario digital “de pago”. La cosa era novedosa porque habitualmente los diarios que sólo son digitales ofrecen sus contenidos de forma gratuita, ya que sus ganancias las obtienen a través de la publicidad. También era pretenciosa: no había más que reparar en el nombre de la cabecera, “Factual”, y en la campaña de promoción que hicieron durante el otoño de 2009. El eslogan “el periodismo se paga” o aquel otro, “se acabó el periodismo de papel, pero no el papel del periodismo” hablan por sí mismos y denotan un cierto tufillo petulante. La verdad es que los que picamos y pecamos de ingenuos, atraídos por la idea de un periodismo nuevo en Internet, debimos darnos cuenta de, por lo menos, una cosa: si la prensa de papel no vende (en el fondo, no ha vendido nunca) en España, ¿cómo es posible convencer al posible lector de que pague una suscripción por algo que puede obtener gratis por otras vías?
La aventurilla periodística de Arcadi Espada y Cristina Fallarás, entre otros, no es como el fatídico destino del Titanic, buque “indestructible” que tuvo la mala pata de toparse con un descomunal iceberg en el camino, sino como el de una patera fletada con la pasta de un grupo de aprendices de naufrago. Una gran gilipollez que ha costado dinero a unos cuantos y que deja en la calle por lo menos a siete trabajadores (los de la redacción) que aguantaron como pudieron hasta el jueves pasado. Pero, ¿qué podía esperarse de un periódico que en sus ocho meses de existencia ha tenido cinco directores? El primero, primer espada del proyecto, de nombre Arcadi, se retiró a las pocas semanas, ejemplo de coherencia y valentía ante los que lo apoyaron, cuando hubo que renunciar a mantener los contenidos reservados a los suscriptores… que, claro, ya habían pagado su cuota anual de cincuenta euros. Y como de espadas va la cosa: las quejas, al maestro armero.
Resulta penoso ver cómo la profesión periodística, vocacional donde las haya, va degradándose hasta convertirse en un mero juego en el que la cuenta de resultados prima sobre la calidad literaria o la simple y veraz información. Hay mucho chiquilicuatre que sólo aspira a convertirse en “estrella de los medios” y, de paso, hacerse millonario. Vean, si no, a los contertulios de ese lamentable tablao llamado La Noria, que monta Tele 5 cada sábado por la noche: Maria Antonia Iglesias, Enric Sopena y unos cuantos más, arrastrados al basurero de los medios, donde se medra a base de insultar y, muchas veces, difamar.
Factual nació con un cierto toque amarillista, en un país donde se publica mucho y se lee poco. Eso lo supimos ver enseguida los que, en un principio, seguimos el proyecto. Era una empresa fallida y ha fracasado, como no podía ser menos.
Con el dinero que a los suscriptores nunca les será devuelto, podría regalársele a Espada una bandeja de hojalata con la inscripción: “Te has lucido, macho” Y con el sobrante pagarle unos pocos días del “châteu” donde pasa sus merecidas vacaciones.
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