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Edward Schumacher-Matos

El irritable alcance del tribalismo

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BOSTON -- Los blancos no hispanos están copiando cada vez más a las minorías y convirtiéndose en un grupo étnico de interés más -- para bien y para mal.

Lo bueno se puede ver en Miami, donde se ha abierto un debate serio acerca del uso reciente por parte de un columnista del Miami Herald de un término racial ligeramente despectivo hacia los blancos. Yo soy el defensor del lector del Herald, y muchos lectores se ofendieron con razón pero todavía fueron capaces de analizar el racismo en todas sus formas.

"El racismo no es una enfermedad del hombre blanco. Es una condición humana", escribía un lector, David Johnson. Otros sugerían que sufrir en carne propia abre los ojos, pero yo prefiero ver el esperanzador avance de la empatía.

El lado malo del tribalismo blanco puede verse en un anuncio de campaña del Senador John McCain que es descuidado o bien es cínico. Yo quiero creer lo primero, pero desde luego McCain sabe que está jugando con fuego en la étnicamente volátil Arizona.

En el anuncio, McCain camina por el desierto de las inmediaciones del municipio fronterizo de Nogales con el comisario de Pinal County Paul Babeu, un destacado partidario de la dura nueva ley de inmigración de Arizona que ha indignado a los latinos de toda la nación. La ley obliga a los latinos y a cualquier otro cuyo aspecto sugiera que está ilegalmente en el país a mostrar la acreditación si es parado por agentes de la policía local.

En el anuncio, McCain destaca su plan de seguridad fronteriza. Al final, Babeu mira a McCain y dice, "Senador, usted es uno de los nuestros".

Como escribía la pasada semana en el Wall Street Journal Peter Robinson, titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford y antiguo redactor de discursos del Presidente Reagan: "¿Un blanco a otro blanco -- articulando las mismas palabras que seguro alienarán a cualquier votante hispano que les escuche? No en un anuncio en el que Reagan habría participado".

No es que controlar la frontera y la inmigración ilegal no sea importante. Hasta los hispanos son partidarios de controles más estrictos por un margen superior al 70% en las encuestas. Pero la forma de controlar es crucial. La ley de Arizona, que invita al fichado racial, y una sensación infundada de pánico que se extiende entre los blancos del país con motivo de la violencia inmigrante, están demonizando a los latinos y a todos los inmigrantes, algo que probablemente Reagan nunca hubiera hecho. Él era un partidario honesto de la inmigración y un hispanófilo que insistió en ser investido Gobernador de California con la Biblia del primer misionero español Juniper Serra.

Las medidas actuales ya están funcionando. La cifra de inmigrantes ilegales en el país está descendiendo, los arrestos en la frontera se encuentran en su nivel más bajo desde 1970, y los inmigrantes cometen delitos a un ritmo inferior que apenas llega a la cuarta parte del de los estadounidenses. Las iniciativas de reforma integral atascadas en el Congreso ofrecen mejores soluciones para rematar la cuestión que la ley de Arizona, a través de controles laborales y alternativas legales para los trabajadores inmigrantes.

Lo último que necesitamos es un retorno insensato al tipo de explosiones raciales que sufrimos en la década de los años 60 y las décadas de tensiones entre blancos y negros que sólo ahora estamos superando. La masacre étnica de la semana pasada en Kirguistán, como las de Irak y tantas otras partes del mundo, constituyen un recordatorio de los peores males que nos acechan a todos.

La demografía explica en parte el tribalismo blanco. Según la Oficina del Censo, los blancos no hispanos suponen hoy el 66% de la población pero descenderán al 46% -- o menos de la mitad -- hacia el año 2050. Los blancos ya son menos de la mitad de la población en California, Texas, Nuevo México y Hawái.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, cada nueva oleada de inmigrantes europeos se identificaba con su religión o etnia de origen -- católicos, irlandeses, suecos etc. -- y blanco era sólo una raza. Pero a nivel cultural, los blancos no hispanos también se han fundido en un único grupo étnico. Las presiones demográficas de no ser ya la mayoría se van a añadir a esto. Llámelo inseguridad, o sensación de ser diferente simplemente.

En la historia del mundo, los Estados Unidos han sido un infrecuente ejemplo de nación multiétnica que funciona. Bélgica, por ejemplo, se acercaba más a dividirse la pasada semana. El éxito estadounidense se debe a un sustrato constitucional liberal creado por nuestros padres fundadores anglosajones Protestantes. Las sucesivas oleadas de inmigrantes y el movimiento de los derechos civiles añadieron valor y respeto a la diversidad.

Pero los países son organismos delicados. La evolución de la minoría étnica blanca será el próximo paso crucial de la odisea nacional. Nada determina de antemano el éxito. Nuestros actuales líderes harán bien en apelar a nuestros mejores instintos y gestionar con cautela las relaciones entre colectivos.

El irritable alcance del tribalismo

Edward Schumacher-Matos
Edward Schumacher-Matos
lunes, 21 de junio de 2010, 03:13 h (CET)
BOSTON -- Los blancos no hispanos están copiando cada vez más a las minorías y convirtiéndose en un grupo étnico de interés más -- para bien y para mal.

Lo bueno se puede ver en Miami, donde se ha abierto un debate serio acerca del uso reciente por parte de un columnista del Miami Herald de un término racial ligeramente despectivo hacia los blancos. Yo soy el defensor del lector del Herald, y muchos lectores se ofendieron con razón pero todavía fueron capaces de analizar el racismo en todas sus formas.

"El racismo no es una enfermedad del hombre blanco. Es una condición humana", escribía un lector, David Johnson. Otros sugerían que sufrir en carne propia abre los ojos, pero yo prefiero ver el esperanzador avance de la empatía.

El lado malo del tribalismo blanco puede verse en un anuncio de campaña del Senador John McCain que es descuidado o bien es cínico. Yo quiero creer lo primero, pero desde luego McCain sabe que está jugando con fuego en la étnicamente volátil Arizona.

En el anuncio, McCain camina por el desierto de las inmediaciones del municipio fronterizo de Nogales con el comisario de Pinal County Paul Babeu, un destacado partidario de la dura nueva ley de inmigración de Arizona que ha indignado a los latinos de toda la nación. La ley obliga a los latinos y a cualquier otro cuyo aspecto sugiera que está ilegalmente en el país a mostrar la acreditación si es parado por agentes de la policía local.

En el anuncio, McCain destaca su plan de seguridad fronteriza. Al final, Babeu mira a McCain y dice, "Senador, usted es uno de los nuestros".

Como escribía la pasada semana en el Wall Street Journal Peter Robinson, titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford y antiguo redactor de discursos del Presidente Reagan: "¿Un blanco a otro blanco -- articulando las mismas palabras que seguro alienarán a cualquier votante hispano que les escuche? No en un anuncio en el que Reagan habría participado".

No es que controlar la frontera y la inmigración ilegal no sea importante. Hasta los hispanos son partidarios de controles más estrictos por un margen superior al 70% en las encuestas. Pero la forma de controlar es crucial. La ley de Arizona, que invita al fichado racial, y una sensación infundada de pánico que se extiende entre los blancos del país con motivo de la violencia inmigrante, están demonizando a los latinos y a todos los inmigrantes, algo que probablemente Reagan nunca hubiera hecho. Él era un partidario honesto de la inmigración y un hispanófilo que insistió en ser investido Gobernador de California con la Biblia del primer misionero español Juniper Serra.

Las medidas actuales ya están funcionando. La cifra de inmigrantes ilegales en el país está descendiendo, los arrestos en la frontera se encuentran en su nivel más bajo desde 1970, y los inmigrantes cometen delitos a un ritmo inferior que apenas llega a la cuarta parte del de los estadounidenses. Las iniciativas de reforma integral atascadas en el Congreso ofrecen mejores soluciones para rematar la cuestión que la ley de Arizona, a través de controles laborales y alternativas legales para los trabajadores inmigrantes.

Lo último que necesitamos es un retorno insensato al tipo de explosiones raciales que sufrimos en la década de los años 60 y las décadas de tensiones entre blancos y negros que sólo ahora estamos superando. La masacre étnica de la semana pasada en Kirguistán, como las de Irak y tantas otras partes del mundo, constituyen un recordatorio de los peores males que nos acechan a todos.

La demografía explica en parte el tribalismo blanco. Según la Oficina del Censo, los blancos no hispanos suponen hoy el 66% de la población pero descenderán al 46% -- o menos de la mitad -- hacia el año 2050. Los blancos ya son menos de la mitad de la población en California, Texas, Nuevo México y Hawái.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, cada nueva oleada de inmigrantes europeos se identificaba con su religión o etnia de origen -- católicos, irlandeses, suecos etc. -- y blanco era sólo una raza. Pero a nivel cultural, los blancos no hispanos también se han fundido en un único grupo étnico. Las presiones demográficas de no ser ya la mayoría se van a añadir a esto. Llámelo inseguridad, o sensación de ser diferente simplemente.

En la historia del mundo, los Estados Unidos han sido un infrecuente ejemplo de nación multiétnica que funciona. Bélgica, por ejemplo, se acercaba más a dividirse la pasada semana. El éxito estadounidense se debe a un sustrato constitucional liberal creado por nuestros padres fundadores anglosajones Protestantes. Las sucesivas oleadas de inmigrantes y el movimiento de los derechos civiles añadieron valor y respeto a la diversidad.

Pero los países son organismos delicados. La evolución de la minoría étnica blanca será el próximo paso crucial de la odisea nacional. Nada determina de antemano el éxito. Nuestros actuales líderes harán bien en apelar a nuestros mejores instintos y gestionar con cautela las relaciones entre colectivos.

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