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Kathleen Parker

Extrayendo el futuro de Agfanistán

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WASHINGTON -- En mitad de todas las noticias negativas que llegan de Afganistán, de vez en cuando un rayo de esperanza se abre paso entre los nubarrones.

Resulta que Afganistán es rico en materias primas. Multibillonario. Va a convertirse en la Arabia Saudí del litio, se dice. Gracias a enormes yacimientos de ese recurso, además de hierro, cobre, cobalto y oro, esta empobrecida nación castigada por la guerra podría convertirse en una nación rica.

Fin de las guerras, de los talibanes, de la heroína, de Osama bin Laden.

Parece demasiado bueno para ser cierto, ¿verdad?

Los yacimientos son reales del todo, el interrogante sigue siendo: ¿puede un país sin ninguna infraestructura minera y habitado por personas que nunca han conocido la prosperidad ni han sido poseedoras del recuerdo de una orientación colectiva (el 70% de los afganos tiene menos de 30 años) dar un uso constructivo a sus recursos?

Aunque el potencial es "sobrecogedor", según el General David Petraeus, las notas y la letra pequeña de esta esperanzadora noticia están llenas de condicionantes y "peros".

También existe el potencial de corrupción, de luchas entre el gobierno central y las provincias, de conflictos a lo largo de la frontera con Pakistán, donde se encuentran algunos de los yacimientos más importantes, y de renacimiento y enriquecimiento de los talibanes.

Además, convertir los yacimientos en una industria minera en pleno funcionamiento exigirá décadas. Pero la especulación conduce naturalmente a la esperanza de que Afganistán pueda empezar a financiar su propia reinvención y liberar a las demás naciones, sobre todo a nosotros, de ese peso.

La clave, al parecer, se encuentra en la educación de la generación entrante de afganos -- en humanidades, así como en las tecnologías necesarias para mover este potencial económico. También hay esperanza en eso, gracias sobre todo a la Universidad Americana de Afganistán (AUAF), la única institución privada sin ánimo de lucro de la nación.

El centro fue puesto en marcha con la ayuda de una importante aportación de la Agencia Internacional de Desarrollo de los Estados Unidos y se levanta sobre 48 acres en Kabul. Las clases comenzaron en el año 2006 y la primera promoción se licencia este mes. Hoy el centro cuenta con 500 estudiantes, el 20% mujeres, y espera llegar a los 800 el año que viene y a los 2.000 en cinco años.

La mayoría de los afganos no puede costearse la matrícula -- el 70% recibe ayuda financiera -- y reciben su formación en gran parte gracias a las donaciones estadounidenses. Parte de esos donantes asistían a una cena celebrada recientemente en Washington para escuchar a los estudiantes y distinguir a la ex primera dama Laura Bush por su apoyo al centro. Hay en marcha un nuevo proyecto de recaudación de fondos destinados al Centro Laura W. Bush de Recursos para la Mujer, que va a ser la piedra angular de la nueva biblioteca y el nuevo edificio de estudiantes que contará con aulas, salas de conferencias y un auditorio.

Y usted que pensaba que todo lo que hacía era sentarse y sonreír...

A la cena, celebrada en el Museo Nacional de la Mujer en las Humanidades, asistieron muchos de aquellos que han trabajado en el sector privado para ayudar a llevar oportunidades a los afganos, especialmente a las mujeres. Entre los asistentes, por poner algunos nombres, estaban C. Michael Smith, rector de la Universidad; Leslie M. Schweitzer, presidenta del colectivo Amigos de la Universidad Americana de Afganistán; Said T. Jawad, embajador de Afganistán en Estados Unidos; y Caroline Hudson Firestone, que ha dedicado su vida a ayudar a las mujeres afganas y es la autora de "Afganistán en transición".

Fue uno de esos actos sociales tan familiares para los habitantes de Washington en los que los filántropos y los funcionarios públicos se reúnen para probar el vino y, si la tónica conmueve a la audiencia, extender cheques. Si la inspiración es el lubricante que invita a los estadounidenses más afortunados a compartir la prosperidad, entonces este acto particular fue rico en ella.

El acto central fue el testimonio de cinco estudiantes que viajaron desde Afganistán para informar de los resultados de la generosidad estadounidense. En más de una ocasión, increparon a la audiencia: "No nos compadezcáis, apoyadnos".

Cada estudiante hablaba de huir de los talibanes, perder a familiares, vivir como refugiados en Pakistán. Todo el mundo habló de sentirse seguros dentro del campus, de la libertad de expresión, del diálogo libre con los profesores y del respeto mutuo -- milagros todos que nosotros damos por sentados.

Pero una joven destacaba. Masuma Habibi, licenciada del programa "10.000 Mujeres" que patrocina Goldman Sachs en la Universidad, fundó una consultora en la red en Kabul que da trabajo a casi dos docenas de personas. Con el velo en la cabeza, habló de forma educada en un inglés algo vacilante. La Universidad Americana de Afganistán es "como un sueño", decía. Cuando los estadounidenses educan a un afgano, "estáis jugando con una vida, de forma que gracias".

Nosotros sabíamos exactamente de lo que hablaba.

En ocasiones parece demasiado esperar que Afganistán se convierta alguna vez en un país estable en el que hombres y mujeres puedan llevar vidas pacíficas y prósperas. La clave de esa clase de futuro descansa claramente sobre la educación.

Hay más que extraer de Afganistán que sus recursos minerales. Y estos estudiantes valen oro.

Extrayendo el futuro de Agfanistán

Kathleen Parker
Kathleen Parker
viernes, 18 de junio de 2010, 00:36 h (CET)
WASHINGTON -- En mitad de todas las noticias negativas que llegan de Afganistán, de vez en cuando un rayo de esperanza se abre paso entre los nubarrones.

Resulta que Afganistán es rico en materias primas. Multibillonario. Va a convertirse en la Arabia Saudí del litio, se dice. Gracias a enormes yacimientos de ese recurso, además de hierro, cobre, cobalto y oro, esta empobrecida nación castigada por la guerra podría convertirse en una nación rica.

Fin de las guerras, de los talibanes, de la heroína, de Osama bin Laden.

Parece demasiado bueno para ser cierto, ¿verdad?

Los yacimientos son reales del todo, el interrogante sigue siendo: ¿puede un país sin ninguna infraestructura minera y habitado por personas que nunca han conocido la prosperidad ni han sido poseedoras del recuerdo de una orientación colectiva (el 70% de los afganos tiene menos de 30 años) dar un uso constructivo a sus recursos?

Aunque el potencial es "sobrecogedor", según el General David Petraeus, las notas y la letra pequeña de esta esperanzadora noticia están llenas de condicionantes y "peros".

También existe el potencial de corrupción, de luchas entre el gobierno central y las provincias, de conflictos a lo largo de la frontera con Pakistán, donde se encuentran algunos de los yacimientos más importantes, y de renacimiento y enriquecimiento de los talibanes.

Además, convertir los yacimientos en una industria minera en pleno funcionamiento exigirá décadas. Pero la especulación conduce naturalmente a la esperanza de que Afganistán pueda empezar a financiar su propia reinvención y liberar a las demás naciones, sobre todo a nosotros, de ese peso.

La clave, al parecer, se encuentra en la educación de la generación entrante de afganos -- en humanidades, así como en las tecnologías necesarias para mover este potencial económico. También hay esperanza en eso, gracias sobre todo a la Universidad Americana de Afganistán (AUAF), la única institución privada sin ánimo de lucro de la nación.

El centro fue puesto en marcha con la ayuda de una importante aportación de la Agencia Internacional de Desarrollo de los Estados Unidos y se levanta sobre 48 acres en Kabul. Las clases comenzaron en el año 2006 y la primera promoción se licencia este mes. Hoy el centro cuenta con 500 estudiantes, el 20% mujeres, y espera llegar a los 800 el año que viene y a los 2.000 en cinco años.

La mayoría de los afganos no puede costearse la matrícula -- el 70% recibe ayuda financiera -- y reciben su formación en gran parte gracias a las donaciones estadounidenses. Parte de esos donantes asistían a una cena celebrada recientemente en Washington para escuchar a los estudiantes y distinguir a la ex primera dama Laura Bush por su apoyo al centro. Hay en marcha un nuevo proyecto de recaudación de fondos destinados al Centro Laura W. Bush de Recursos para la Mujer, que va a ser la piedra angular de la nueva biblioteca y el nuevo edificio de estudiantes que contará con aulas, salas de conferencias y un auditorio.

Y usted que pensaba que todo lo que hacía era sentarse y sonreír...

A la cena, celebrada en el Museo Nacional de la Mujer en las Humanidades, asistieron muchos de aquellos que han trabajado en el sector privado para ayudar a llevar oportunidades a los afganos, especialmente a las mujeres. Entre los asistentes, por poner algunos nombres, estaban C. Michael Smith, rector de la Universidad; Leslie M. Schweitzer, presidenta del colectivo Amigos de la Universidad Americana de Afganistán; Said T. Jawad, embajador de Afganistán en Estados Unidos; y Caroline Hudson Firestone, que ha dedicado su vida a ayudar a las mujeres afganas y es la autora de "Afganistán en transición".

Fue uno de esos actos sociales tan familiares para los habitantes de Washington en los que los filántropos y los funcionarios públicos se reúnen para probar el vino y, si la tónica conmueve a la audiencia, extender cheques. Si la inspiración es el lubricante que invita a los estadounidenses más afortunados a compartir la prosperidad, entonces este acto particular fue rico en ella.

El acto central fue el testimonio de cinco estudiantes que viajaron desde Afganistán para informar de los resultados de la generosidad estadounidense. En más de una ocasión, increparon a la audiencia: "No nos compadezcáis, apoyadnos".

Cada estudiante hablaba de huir de los talibanes, perder a familiares, vivir como refugiados en Pakistán. Todo el mundo habló de sentirse seguros dentro del campus, de la libertad de expresión, del diálogo libre con los profesores y del respeto mutuo -- milagros todos que nosotros damos por sentados.

Pero una joven destacaba. Masuma Habibi, licenciada del programa "10.000 Mujeres" que patrocina Goldman Sachs en la Universidad, fundó una consultora en la red en Kabul que da trabajo a casi dos docenas de personas. Con el velo en la cabeza, habló de forma educada en un inglés algo vacilante. La Universidad Americana de Afganistán es "como un sueño", decía. Cuando los estadounidenses educan a un afgano, "estáis jugando con una vida, de forma que gracias".

Nosotros sabíamos exactamente de lo que hablaba.

En ocasiones parece demasiado esperar que Afganistán se convierta alguna vez en un país estable en el que hombres y mujeres puedan llevar vidas pacíficas y prósperas. La clave de esa clase de futuro descansa claramente sobre la educación.

Hay más que extraer de Afganistán que sus recursos minerales. Y estos estudiantes valen oro.

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