Dijo alguna vez Harold Wilson, quien fuera dos veces primer ministro del gobierno británico, que le daba náuses oir hablar alegremente de “libertad de prensa” a sabiendas de que una gran parte de la prensa privada no es libre del todo.
En el caso del oligopolio mediático privado de Paraguay, podemos afirmar que se trata de gente que habla de ética sin la más mínima autoridad moral, y que se basa en el principio capital de Kapuscinsky según el cual desde que se descubrió que la información era negocio, dejó de ser importante.
Para corroborarlo, solo debe observarse someramente el comportamiento de periodistas como Juan Carlos Lezcano Flecha, una de las “luminarias” lanzadas al estrellato por el inefable Aldo Zuccolillo, dueño de ABC color. Lezcano Flecha fue hace pocos meses denunciado como un virtual ministro de la corte número diez, pues como protegido de Zuccolillo ofrecía impunidad y protección a los magistrados del Poder Judicial Paraguayo, extorsionando y amenazando con revivir casos comprometedores para lograr fallos favorables a los intereses empresariales y financieros del dueño de ABC.
En una nota publicada el 6 de enero, Lezcano hablaba de aquellos a quienes olvidaban los Reyes Magos y no recibían regalos según la tradición. Para graficarlo, decidió relatar la historia de la canción paraguaya “6 de enero” de Clementino Ocampo, pero olvidó el deber esencial de citar su fuente.
La historia precisamente relata una historia que se remonta al año 1945, cuando el autor fue burlado por quien debía pagarle por la venta de un traje, dado que el poeta era también sastre. Precisamente lo mismo que hizo el “experto en ética” protegido por Zuccolillo, quien burló los derechos de autor del artículo que copió, evidenciando el mismo deprecio hacia el trabajo ajeno.
La víctima de estas iniquidades, fue uno de los tantos exiliados paraguayos que debió instalarse poco después en Argentina, para poder seguir ganándose honradamente la vida.
La falta de respeto a los derechos de autor tiene el agravante de que se trata precisamente de una canción que relata un drama social y familiar, originado en la falta de respeto al trabajo de un productor intelectual.
A pesar de la indignación que se hizo manifiesta en las redes, el titular de FOPEP y “experto en ética” hasta ahora no ha hecho aclaración respecto al tema pues pertenece a una escuela de periodistas que pretende no equivocarse jamás, estar por encima del bien y del mal y tener el monopolio de la verdad. Por si fuera poca tanta soberbia, también pretenden ser los únicos a quien la gente lee.
La actitud no sorprende. Es la habitual entre quienes se sienten protegidos por un tirano mediático a quien consideran capaz de hacer una constitución y leyes a la medida, ser representado por gerentes del propio poder económico y mediático en el Poder Legislativo, o integrar una Corte Suprema de Justicia a la medida propia.
Parecerían delirios salidos de una novela pesimista acerca del futuro redactada por George Orwell. Pero se trata de una realidad que en Paraguay se niega a morir.