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El perdón eclesiástico es una absolución que incita a seguir pecando

Perdón fácil

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En el siglo XIII el mallorquín Ramón Llull escribió: “Jesucristo no conversa con nosotros en esta vida. Por esto el Espíritu Santo ha ordenado que sea concedido al sacerdote de administrar este sacramento de la penitencia con sus manos y con sus palabras. Él es el instrumento de Jesús que llega con justicia y perdona con misericordia. Por esto el sacerdote exige que el pecador tenga contrición y que haga confesión y satisfacción por sus pecados”.

En el siglo XVI el Concilio de Trento oficializa la confesión auricular al decretar tres puntos al respecto:

La confesión es una institución sacramental de Cristo.
Los sacerdotes reciben de Dios la facultad de perdonar pecados.
La confesión al oído del sacerdote es necesaria para poder recibir el perdón de Dios.

Una declaración del papa Francisco: ”Dios siempre nos perdona, Dios no se cansa de perdonarnos y nosotros no debemos cansarnos nunca de ir a pedirle perdón. El perdón de Dios se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote, que es un hombre que, como nosotros, también tiene necesidad de misericordia. Por esto los sacerdotes tienen que confesarse, y también los obispos: Todos somos pecadores. Incluso el papa se confiesa cada quince días, porque el papa es un pecador. El confesor escucha lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón”. Estas palabras pueden parecernos muy bonitas porque reflejan humildad, en el fondo, pero, son un pastel envenenado ya que hacen depender el perdón de Dios de la mediación de la Iglesia y del poder que ésta se auto otorga al conceder a sus sacerdotes el poder de perdonar pecados, poder que es exclusivo de Dios.

Las palabras papales no anulan las resoluciones del Concilio de Trento. Aunque las palabras del salmista no se refieren a la confesión auricular, se pueden aplicar perfectamente en aquellos que confían en hombres el perdón de sus pecados: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre porque no hay en él salvación. Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra, en este mismo instante perecen sus pensamientos” (Salmo 146. 3,4). Confiar en el hombre para recibir el perdón de los pecados merece la reprobación de Dios: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5). La confesión auricular tiene la virtud de desviar la lealtad a Dios y depositarla en los hombres por muy honorables que parezcan ser. “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (al hombre), (Lucas 16:13).

Lluís Martínez Sistach
Lucía Ramis en su escrito La redención portátil, es explícita: “El sentimiento de culpa es tan insoportable que al final vacías el buche, con las consecuencias que comporta. Esto tiene los días contados gracias a una nueva aplicación por la cual la santa Iglesia te redime de tus pecados mediante un Tinder de la confesión…El invento parece ser hecho a la medida de antiguos ministros de Interior. Imaginémonos que dejáis ir una mentira de las gordas, y el trabajo te quita tanto tiempo que tienes miedo de no encontrar el momento de arrodillarte ante tu confesor de confianza, en este caso irías directo al Infierno. Ahora con la ayuda del móvil, puedes tener una cita con el cura que te dará el perdón. Da lo mismo si robas unos millones, o injurias, o cometes perjurio, o eres infiel a tu esposa o a tu marido. Ya no tienes que cargar con el peso del pecado. In nomine iPhone, Android et Spiritus Sancti.

El perdón fácil que enseña Lucía Ramis con la aprobación papal, no es el perdón que enseña la Biblia. Pienso que el Salmo 51 que escribió el rey David después de haber sido amonestado – no confesado – por el profeta Natán debido a su adulterio y posterior asesinato del marido de la amante, dirigiéndose a Dios, sin mediación sacerdotal, escribe: “Ten piedad de mí conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de ti. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (vv. 1-4).

Jesús que salva al pueblo de Dios de sus pecados le dice a la mujer que había sido sorprendida en adulterio y que sus acusadores querían lapidarla: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8: 11). Jesús puede perdonar a la mujer adúltera porque siendo el Mesías y en cumplimiento de las Escrituras fue levantado como la serpiente de bronce en el desierto. Como dice el apóstol Pedro: “Llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (la cruz) para que nosotros estando muertos a los pecados vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2: 24). En el perdón de Jesús no aparece por ninguna parte a mediación sacerdotal.

Perdón fácil

El perdón eclesiástico es una absolución que incita a seguir pecando
Octavi Pereña
martes, 10 de enero de 2017, 00:29 h (CET)
En el siglo XIII el mallorquín Ramón Llull escribió: “Jesucristo no conversa con nosotros en esta vida. Por esto el Espíritu Santo ha ordenado que sea concedido al sacerdote de administrar este sacramento de la penitencia con sus manos y con sus palabras. Él es el instrumento de Jesús que llega con justicia y perdona con misericordia. Por esto el sacerdote exige que el pecador tenga contrición y que haga confesión y satisfacción por sus pecados”.

En el siglo XVI el Concilio de Trento oficializa la confesión auricular al decretar tres puntos al respecto:

La confesión es una institución sacramental de Cristo.
Los sacerdotes reciben de Dios la facultad de perdonar pecados.
La confesión al oído del sacerdote es necesaria para poder recibir el perdón de Dios.

Una declaración del papa Francisco: ”Dios siempre nos perdona, Dios no se cansa de perdonarnos y nosotros no debemos cansarnos nunca de ir a pedirle perdón. El perdón de Dios se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote, que es un hombre que, como nosotros, también tiene necesidad de misericordia. Por esto los sacerdotes tienen que confesarse, y también los obispos: Todos somos pecadores. Incluso el papa se confiesa cada quince días, porque el papa es un pecador. El confesor escucha lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón”. Estas palabras pueden parecernos muy bonitas porque reflejan humildad, en el fondo, pero, son un pastel envenenado ya que hacen depender el perdón de Dios de la mediación de la Iglesia y del poder que ésta se auto otorga al conceder a sus sacerdotes el poder de perdonar pecados, poder que es exclusivo de Dios.

Las palabras papales no anulan las resoluciones del Concilio de Trento. Aunque las palabras del salmista no se refieren a la confesión auricular, se pueden aplicar perfectamente en aquellos que confían en hombres el perdón de sus pecados: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre porque no hay en él salvación. Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra, en este mismo instante perecen sus pensamientos” (Salmo 146. 3,4). Confiar en el hombre para recibir el perdón de los pecados merece la reprobación de Dios: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5). La confesión auricular tiene la virtud de desviar la lealtad a Dios y depositarla en los hombres por muy honorables que parezcan ser. “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (al hombre), (Lucas 16:13).

Lluís Martínez Sistach
Lucía Ramis en su escrito La redención portátil, es explícita: “El sentimiento de culpa es tan insoportable que al final vacías el buche, con las consecuencias que comporta. Esto tiene los días contados gracias a una nueva aplicación por la cual la santa Iglesia te redime de tus pecados mediante un Tinder de la confesión…El invento parece ser hecho a la medida de antiguos ministros de Interior. Imaginémonos que dejáis ir una mentira de las gordas, y el trabajo te quita tanto tiempo que tienes miedo de no encontrar el momento de arrodillarte ante tu confesor de confianza, en este caso irías directo al Infierno. Ahora con la ayuda del móvil, puedes tener una cita con el cura que te dará el perdón. Da lo mismo si robas unos millones, o injurias, o cometes perjurio, o eres infiel a tu esposa o a tu marido. Ya no tienes que cargar con el peso del pecado. In nomine iPhone, Android et Spiritus Sancti.

El perdón fácil que enseña Lucía Ramis con la aprobación papal, no es el perdón que enseña la Biblia. Pienso que el Salmo 51 que escribió el rey David después de haber sido amonestado – no confesado – por el profeta Natán debido a su adulterio y posterior asesinato del marido de la amante, dirigiéndose a Dios, sin mediación sacerdotal, escribe: “Ten piedad de mí conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de ti. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (vv. 1-4).

Jesús que salva al pueblo de Dios de sus pecados le dice a la mujer que había sido sorprendida en adulterio y que sus acusadores querían lapidarla: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8: 11). Jesús puede perdonar a la mujer adúltera porque siendo el Mesías y en cumplimiento de las Escrituras fue levantado como la serpiente de bronce en el desierto. Como dice el apóstol Pedro: “Llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (la cruz) para que nosotros estando muertos a los pecados vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2: 24). En el perdón de Jesús no aparece por ninguna parte a mediación sacerdotal.

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