El diputado de ERC Gabriel Rufián ha iniciado una cruzada mediática por la unidad de la izquierda que ha sido bien recibida por el PSOE.
Para conseguir ese loable propósito ha reconocido el talento genuino (¡?) de Arturo Pérez-Reverte y ha concedido una entrevista escorada a la derecha al diario derechista El Mundo.
Una vez apuntalado el flanco diestro con elegancia torera, dirige sus recomendaciones hacia la izquierda más radical, cabe suponer que Podemos y otros grupos del montón de irredentos.
Sostiene Rufián que hay que dejar al margen purezas ideológicas y mancharse de realpolitik, esto es, reconocer que los tiempos son complejos y difíciles, que la ultraderecha está a la vuelta de la esquina, de que hay que rearmarse no se sabe muy bien contra qué enemigo, que los inmigrantes crean problemas de convivencia...
En resumidas cuentas, que hay que derechizar el discurso y los objetivos políticos para salvar los muebles de la izquierda posible.
Rufián es vocero y punta de lanza de algo más profundo, un acuerdo tácito o tras bambalinas entre ERC, o parte de ella, el PSOE pedrista y los restos del naufragio de Sumar.
Todos los pedos discursivos de Rufián tienen eco de resonancia en el digital Público, donde es protagonista estelar de su sección Tremending Topic un día sí y otro también.
Rufián es un maestro de los mensajes cortos en la red social X, Todas las gentes de izquierda aplauden sus discursos parlamentarios muy de izquierdas. Sabe conectar muy bien con las purezas izquierdistas. Contra el PP y Vox vive a sus anchas.
Lo que dice Rufián no es baladí. Hacer polìtica es vivir en la contradicción permanente. En toda negociación hay que dejarse pelos ideológicos para llevar adelante nuestros propios idearios, metas económicas y ambiciones sociopolíticas.
Sucede, sin embargo, que Rufián empieza mal. Sus palabras suenan a rendición. De alguna manera, repite el marco narrativo de Yolanda González al lanzar Sumar: es hora de proponer no se sabe qué y no de reivindicar a voz en grito (la pancarta metafórica que critica Rufián).
Resulta evidente que cada tiempo político precisa de su propio énfasis o discurso. No obstante, dejar de denunciar atrocidades e injusticias y reivindicar derechos, así a botepronto, por miedo al fascismo en alza es, de algún modo, no oponer resistencia a la batalla cultural de la ultraderecha a escala española, europea y mundial.
No es casualidad que Rufián haya abierto el melón de la unidad de la izquierda. Es independentista y catalán, por tanto sus ideas dan la impresión de ser positivas y generosas. ¡Un independentista clamando por la unidad de la izquierda de España! Ahí es nada.
De momento, no se sabe a ciencia cierta el recorrido que tendrá la propuesta de Rufián. Pero algo se está moviendo. En estos movimientos entre tácticos y estratégicos no olvidemos lo que tengan que decir Puigdemont y Junts. Si ERC se mueve hacia su izquierda, quizá Junts piense en virar aún más hacia su derecha, o sea, el PP.
Y el PP concederá bajo cuerda lo que sea por derribar a Sánchez. Tal vez a Rufián le salga el tiro por la culata. Tiempo al tiempo.
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