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Luz en las tinieblas

“Los que buscan la maldad me persiguen, están lejos de tu Ley” (Salmo 119: 150)
Octavi Pereña
lunes, 18 de agosto de 2025, 13:11 h (CET)

Ima Sanchís, entre otras cosas le pregunta a Hernán Zin, reportero de guerra: “¿Cree que estamos bien informados? La respuesta es horripilante: “Sí, lo que recibo cada noche es aterrador, en la prensa vemos únicamente el 30% de lo que ocurre. Es una guerra hecha con IA, Gaza es un gran laboratorio. En el 2004 vi los primeros drones israelitas. Después las grandes empresas venden sus inventos en las ferias de armas con el sello de “probado en combate”.


La guerra existe desde que el ser humano habita en la tierra. Cuando todavía no se habían constituido las naciones, cuando solo 4 personas habitaban el Planeta Tierra: Adán, Eva y sus hijos Caín y Abel. La primera guerra documentada fue una guerra de religión. En el momento que Adán instigado por Eva comió el fruto del árbol prohibido se rompió la buena relación que nuestros primeros padres mantenían con su Creador. La premisa que afirma que el ser humano es quien lleva la iniciativa a la hora de buscar a Dios, es falsa. Para muestra un botón. Después que Adán ingiriese el fruto del árbol prohibido lo primero que percibieron Adán y Eva fue que estaban desnudos. Aun cuando el texto no lo diga se deduce que sintieron vergüenza de su desnudez. “Entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (Génesis 3: 7). La primera experiencia religiosa fue que creyeron que haciendo una obra meritoria recuperarían el favor del Creador. Pero el hombre no puede auto salvarse. La prueba se encentra en el hecho que cuando se les aproximaba el Creador  corrieron a esconderse de su presencia entre los árboles del jardín (v. 8). Los delantales que cosieron no sirvieron para lavar su pecado. Como el ser humano no puede esconder su pecado de los ojos de Dios, puede hacer dos cosas: Esconderse o negar su existencia como si con ello consiguiese hacerlo desaparecer.


Con el propósito de poner punto final al tema del pecado “el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (v. 21). El Señor Dios es el primer Sacerdote que ofrece un sacrificio. Bien seguro que fueron dos corderos los que sacrificó Dios porque simbolizaban el sacrificio que Jesús ofrecería clavado en la cruz para salvación del pueblo de Dios, porque es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). “Sin derramamiento de sangre (la de Jesús) no hay perdón” (Hebreos 9: 22).


Ya conocemos el plan de Dios para salvar a su pueblo de sus pecados. Adán y Eva tienen dos hijos: Caín y Abel. Ambos son religiosos. Caín, payés y “trajo del fruto de la tierra una ofrenda al Señor” (Génesis 4: 3). “Y Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor Dios con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y a su ofrenda. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (vv. 4, 5). Caín quiso imitar a sus padres y ofrendó una obra meritoria. Fracasó. En cambio “por la fe Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín, por lo que alcanzó testimonio que era justo, dando Dios testimonio de su ofrenda, y muerto, aún habla por ella” (Hebreos 11: 4).


Dios no dejó a Caín abandonado a su suerte. Se le acercó para decirle: “¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? (Génesis 4: 6). La historia de los dos hermanos tiene un final horripilante: “Y dijo Caín a su hermano Abel: salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (v. 8). El apóstol Juan explica qué motivó Caín a matar  su hermano: “En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3: 10-12).


Por nacimiento natural todos nacemos siendo descendencia de Caín e hijos de las tinieblas. Por la fe en Jesús, el Mesías  anunciado, se nace como hijo de Dios y de la luz. Ambos hermanos practican las obras de sus respectivos padres espirituales. Como quiera que la estirpe de Caín es mucho más numerosa que la de los hijos de Dios, no debe extrañarnos, pues, que el espíritu cainita impere. Las guerras y los daños colaterales que les acompañan sean el menú del día que los medios de comunicación se encargan de suminístranos en el desayuno.


Una chispa puede iniciar una nueva guerra y más clientes para los fabricantes de armas. Desde el Averno Satanás se ríe de nosotros sí creemos que incrementando los presupuestos militares se va a  conseguir una paz duradera. No olvidemos que el espíritu cainita sigue bien vivo y que Satanás que es homicida des del principio sigue instigando a que los hombres se maten unos a otros.

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