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En las últimas décadas, la depilación de la zona genital ha pasado de ser una práctica ocasional a convertirse en un hábito extendido en gran parte de la población, especialmente entre mujeres jóvenes y, cada vez más, entre hombres. El ideal estético promovido por la moda, la industria pornográfica y las redes sociales ha normalizado la eliminación total o parcial del vello púbico, asociándolo a limpieza, atractivo o modernidad. Sin embargo, diversos estudios advierten que esta práctica no está exenta de riesgos para la salud física, sexual e incluso psicológica.
Una tendencia cultural con implicaciones sanitarias
Según una investigación publicada en JAMA Dermatology en 2016, aproximadamente el 84% de las mujeres y el 66% de los hombres en Estados Unidos han realizado algún tipo de depilación genital, siendo el rasurado con cuchilla la técnica más común. En Europa, cifras similares reflejan que el fenómeno no es pasajero, sino un cambio de hábitos que empieza en la adolescencia y se prolonga en la vida adulta.
No obstante, esta tendencia ha hecho que dermatólogos, ginecólogos y urólogos comiencen a alertar sobre los problemas derivados de la eliminación completa del vello púbico. Este pelo cumple una función biológica de protección contra microorganismos, fricciones y agresiones externas, por lo que su ausencia aumenta la vulnerabilidad de la zona.
Lesiones y complicaciones cutáneas
El British Medical Journal publicó un análisis en el que se documentaron las lesiones más comunes asociadas a la depilación íntima: cortes, irritaciones, foliculitis (inflamación de los folículos pilosos) y quemaduras químicas por cremas depilatorias. En casos más graves, el uso inadecuado de ceras calientes o afeitadoras eléctricas puede provocar infecciones cutáneas extensas y abscesos.
El microtraumatismo que se produce al depilar o rasurar abre pequeñas puertas de entrada a bacterias, virus y hongos. Esto explica por qué, tras una depilación reciente, algunas personas experimentan picor, inflamación o pequeños granos rojos, signos de que la piel está reaccionando a la agresión.
Mayor riesgo de infecciones de transmisión sexual (ITS)
Más allá de las lesiones superficiales, la eliminación del vello púbico puede tener consecuencias en la salud sexual. Un estudio de la Universidad de California, basado en más de 7.500 encuestas, encontró que las personas que se depilan completamente la zona genital presentan una mayor incidencia de infecciones de transmisión sexual como herpes simple, sífilis o virus del papiloma humano (VPH).
Los investigadores explican que las microheridas creadas durante la depilación facilitan la transmisión de patógenos durante el contacto sexual. Además, la falta de vello reduce la barrera física que antes dificultaba la proliferación de bacterias y virus.
Impacto psicológico y sexual
Desde la psicología, el fenómeno también ha suscitado debate. La presión estética que impulsa a muchas personas a depilarse por completo puede derivar en inseguridad corporal, especialmente si se percibe el vello como “antiestético” o “sucio”. Esta percepción, alimentada por determinados estándares culturales y pornográficos, genera en algunos individuos ansiedad o rechazo hacia su propio cuerpo natural.
Por otro lado, algunos estudios han observado que la depilación total puede aumentar la sensación de vulnerabilidad o incomodidad durante las relaciones sexuales, sobre todo cuando se ha producido irritación o dolor en la piel. Esto, paradójicamente, puede disminuir el disfrute y la espontaneidad en la intimidad.
La función protectora del vello púbico
Lejos de ser un vestigio sin utilidad, el vello púbico tiene varias funciones biológicas relevantes. Actúa como amortiguador contra la fricción durante las relaciones sexuales y el movimiento diario, evitando rozaduras. También ayuda a regular la temperatura y humedad de la zona, lo que dificulta la proliferación de microorganismos. Asimismo, funciona como una barrera contra partículas de polvo, suciedad o bacterias que podrían entrar en contacto con la mucosa genital.
Eliminar esta protección de manera recurrente no solo aumenta el riesgo de infecciones, sino que también obliga a la piel a regenerarse constantemente, un proceso que puede derivar en cambios de pigmentación, engrosamiento de la piel o aparición de vellos encarnados.
Recomendaciones de especialistas
Las autoridades sanitarias no prohíben la depilación íntima, pero sí recomiendan realizarla con precaución y, en la medida de lo posible, evitar la eliminación total y frecuente. Entre las recomendaciones destacan:
- Respetar la integridad de la piel: No depilar si existen cortes, irritaciones, erupciones o infecciones activas.
- Mantener la higiene de utensilios: Desinfectar cuchillas, tijeras o aparatos eléctricos antes y después de su uso.
- Evitar compartir material de depilación: Esto reduce el riesgo de transmisión de hongos, bacterias o virus.
- Optar por técnicas menos agresivas: El recorte con tijeras o maquinilla eléctrica con cabezal de seguridad genera menos microlesiones que la cera o la cuchilla.
- Dejar periodos de descanso: Permitir que el vello crezca parcialmente entre sesiones favorece la recuperación de la piel.
En el caso de quienes sufren irritaciones recurrentes o infecciones posteriores a la depilación, la recomendación médica es reconsiderar la frecuencia o incluso el abandono de la práctica.
Un asunto de salud y libertad personal
La decisión de depilarse o no la zona íntima sigue siendo una elección personal que responde a preferencias estéticas, culturales o eróticas. Sin embargo, como señalan especialistas en dermatología y sexualidad, la información completa sobre sus riesgos es fundamental para tomar una decisión consciente.
En este sentido, normalizar el vello púbico como parte del cuerpo humano y reconocer su función protectora puede contribuir a reducir la presión estética y a mejorar la salud genital. La educación sexual debería incluir no solo aspectos de prevención de ITS y métodos anticonceptivos, sino también cuidados básicos de la piel y conocimiento de la anatomía natural.
En definitiva, depilarse la zona íntima no es una práctica inocua. Más allá de la moda o la estética, implica riesgos que van desde simples irritaciones hasta infecciones graves. Conocer estos peligros y adoptar medidas preventivas es clave para proteger la salud física y sexual, sin dejar de lado el bienestar psicológico y la libertad individual.
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