Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Filosofía | Pensadores | Markus Gabriel | Ideología

​Más ética y menos democracia

El nuevo realismo preconizado por el filósofo alemán Markus Gabriel es una tendencia o moda que lleva tiempo acaparando el escenario académico de carácter social
Armando B. Ginés
martes, 12 de agosto de 2025, 12:40 h (CET)

El nuevo realismo preconizado por el filósofo alemán Markus Gabriel es una tendencia o moda que lleva tiempo acaparando el escenario académico de carácter social a la vez que llena los medios de comunicación con palabras del intelectual germano y comentarios alrededor de su corpus principal de pensamiento.


Según Gabriel el mundo no existe; usted y yo, sí. No obstante, hasta esa premisa de que los seres humanos existamos en efecto cabría ponerla en duda llevando al límite sus radicales ideas.


Tales teorías hacen afirmar al filósofo-sabio que lo único realmente existente son los hechos morales y la búsqueda de la verdad, por encima incluso de la democracia. Gabriel asegura que una dictadura ética es mejor que una democracia inmoral, aserto formal más que obvio que en sí mismo nada dice sobre la realidad real, por así decirlo.


Al parecer, siguiendo a Gabriel, la verdad y los hechos morales sí existen o son reales, siendo la democracia, la dictadura y la política meros accidentes de la sustancia verdaderamente ética.


Para Gabriel, el fascismo, el racismo, el machismo o la homofobia no serían más que errores o disfunciones de la ficticia realidad.


Se ha acusado al nuevo realismo de ingenuidad, si bien una crítica más acerada de sus propuestas sería tacharlo de idealismo soñador, donde los conflictos económicos, sociales, políticos e ideológicos desaparecen de la realidad, pudiéndose calificarse de alienaciones o mundos paralelos a la verdad absoluta que solo reside en la ética práctica transportada a la vida intrínseca y verdadera.


Gabriel, como todo el mundo y a pesar de su sabiduría enciclopédica, piensa desde una situación concreta, la del hombre blanco, ilustrado, intelectual reconocido y de clase media-alta. Un hombre hecho a sí mismo por su propios méritos. Alguien para el que el conflicto social le pilla demasiado lejos, es un mero dato virtual casi desdeñable.


Puede ser cierto que el mundo no exista y todo sea cultural, abstracto y convencional. Lo que sí existen son las relaciones entre el ser humano consigo mismo, con otras personas y con el medio ambiente y social. Y las relaciones, que son de poder, están mediadas por las necesidades y los intereses. Por tanto, toda relación es conflictiva y muy real: los cuerpos padecen, sienten, aman, son explotados.


Gabriel sugiere que la política no mejora la calidad ética de nuestras sociedades, eliminando la autonomía de las partes en conflicto. Como vivimos en el sistema capitalista, el agente fuerte que puede dirigir esa ética que busca la verdad sería el empresario, el resorte de poder que decide sobre la vida nuda y desnuda de la inmensa mayoría de las gentes obligadas a trabajar para subsistir.


A simple vista la propuesta parece descabellada: pongamos la ética en manos de Trump, Elon Musk o los dueños de Google, Amazon, Facebook o de las multinacionales farmacéuticas o de la industria del armamento. ¿En serio que Markus Gabriel piensa que los próceres capitalistas pueden liderar la ética que nos traslade a una sociedad justa, moral, libre y equitativa?


El nuevo realismo suena a capitulación, versión renovada de las posmodernidades francesas nacidas al calor de la hecatombe de la URSS y países satélites.


Hablar de ética es sencillo y fácil para un hombre blanco occidental que habita la cúspide de los privilegios sociales, políticos y económicos. Desde las alturas divinas es sencillo separar éticamente los actos aceptables de los reprobables y repartir justicia urbi et orbe. Sucede que al poner pie en los conflictos reales, el nuevo realismo es solo una receta banal para consumo de intelectuales muy pagados de su propia sabiduría teórica, ombliguista e idílica.


En esa realidad inexistente de Gabriel, la gente muere, es explotada laboralmente, segregada y vilipendiada por el color de su piel, su género o su orientación sexual. Esos datos marginales son fatales errores para él. La lucha de clases y la actividad política son defectos de la vida social.


Cabría decir con Markus Gabriel que inyectando dosis adecuadas de ética a Hitler no habría sucedido el nazismo, a Stalin el gulag, a Netanyahu el genocidio en Gaza y otros dictadores militares y sátrapas de variado signo jamás se habrían dejado atrapar en fascismos crueles de todo tipo.


Gabriel no es ingenuo, simplemente su situacionismo intelectual de sabio académico le abre el horizonte a una perspectiva o solución idealizada y maniquea: solo hay hechos morales de la gente buena y errores garrafales de la gente equivocada. Una solución que evita responsabilidades políticas y penales a las clases hegemónicas del sistema capitalista.


El nuevo realismo, lo quiera o no Gabriel, es una ideología, no especialmente original, para pasar ratos sublimes y bohemios en la cantina de cualquier facultad de filosofía o ciencias sociales.


Gabriel sabe mucho pero sus soluciones políticas, más allá de la jerga filosófica, están vacías de contenido real. Su apuesta por el progreso social es de recorrido corto y estrecho. Basarse en la ética, sin  más, solo sirve para repartir caridad o solidaridad de rastrillo de damas conservadoras biempensantes o de activistas de oenegé políticamente correctos.


Ponga un pobre en su mesa familiar de Navidad, como alentó el franquismo y que tan bien recogió con sorna e ironía Luis García Berlanga en su película Plácido. Salvando las distancias, eso es más o menos, el credo laico que predica Markus Gabriel.

Noticias relacionadas

Pongamos por caso que todas las promesas han sido planteadas, que todas las barbaridades han sido cometidas, que todos los récords han sido batidos, que todos los edificios han sido proyectados y construidos, que todas las personas han sido compradas, que todos los niños han sido engañados, que todas las necesidades han sido cubiertas, que todas las regiones del mundo han sido explotadas, que todos los caminos de la Tierra han sido pisados...

Antes de zambullirnos en la compleja trama de los vínculos humanos en la era patética de la postmodernidad, resulta ineludible encarar el significado y la esencia misma del amor. La riqueza semántica de esta palabra, que en español aúna múltiples facetas, encuentra su raíz en el latín amor, y su significado ha sido objeto de profunda reflexión desde la antigüedad.

El nuevo realismo preconizado por el filósofo alemán Markus Gabriel es una tendencia o moda que lleva tiempo acaparando el escenario académico de carácter social a la vez que llena los medios de comunicación con palabras del intelectual germano y comentarios alrededor de su corpus principal de pensamiento.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto