Muchos dicen que el cine no es un arte, al igual que afirman que el boxeo no es un deporte. Pero, si no es un arte, ¿cómo puede hacerte llorar a moco tendido o reír como si no hubiera un mañana?
Hace un mes, cuando comenzaban mis vacaciones, empecé a ver la serie Éramos mentirosos porque, en un video de TikTok, me apareció una excelente crítica de ella y sentí curiosidad. El caso es que llegué hasta el capítulo cuatro y ahí la dejé. Me pareció una serie lenta, con poca acción y un romance sin excesiva pasión. Su trama era interesante, pero no lo suficiente como para atraparme.
En Éramos mentirosos, Cadence Sinclair, heredera de una acaudalada y perfecta familia, pasa los veranos en la idílica isla privada de los Sinclair. Tras un misterioso accidente que la deja con lagunas de memoria, intenta reconstruir lo ocurrido el verano anterior junto a sus inseparables primos y a Gat, el chico al que ama. Entre secretos y mentiras irá desenterrando una verdad que cambiará para siempre a la familia.
Sí, suena monótona… y lo es, hasta que llegas al capítulo cinco. Ahí empieza a ponerse interesante. Yo retomé la serie por curiosidad, porque en TikTok volvió a salirme un video de alguien que había visto la serie completa y estaba llorando por el final.
Yo pensé: “¿Pero qué tan traumático puede ser el final para que la gente llore así? No puede ser tan malo. Es imposible que una serie haga llorar de esa manera. Yo dudo que llore… si es una serie aburrida, sin demasiada sustancia…”.
Pero ahí estaba yo, dándole una segunda oportunidad a Éramos mentirosos. Odio dejar las cosas inacabadas, así que retomé la serie y decidí ver los capítulos que me quedaban.
Os voy a adelantar mi final: a la mitad del último capítulo estaba llorando con tal pena que, ni cuando murió Derek Sheperd en Anatomía de Grey, lloré tanto. Tres clínex y casi tuve que recurrir al inhalador para poder recomponerme.
Éramos mentirosos es, en realidad, una crítica a la alta sociedad: esa sociedad que se cree superior al mundo… y lo es, porque todo se compra con dinero, porque el dinero manda y todo gira a su alrededor.
Da igual que se trate de familia: no hay reglas cuando hablamos de dinero. Porque, aunque sea difícil reconocerlo, el dinero silencia escándalos, te hace poderoso y te proporciona una vida de comodidad de la que no puedes escapar.
Los mentirosos quisieron romper las reglas y lo pagaron. Pero no voy a haceros spoiler; simplemente os diré que me ha encantado. Lo pasé muy mal al final… muy mal. Pero el propósito de todo libro o serie es provocar en el espectador algún tipo de reacción.
Me encantaría contaros a qué se debieron mis lágrimas, pero entonces no sentiríais lo que yo he sentido. No se os encogería el corazón ni se os quedaría ese sabor amargo y, a la vez, dulce que deja una buena historia cuando te envuelve por completo… y te recuerda que, incluso en la mentira, puede esconderse la verdad más dolorosa.
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