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Hugo J. Vélez Astacio
Hugo J. Vélez Astacio
Ante la crisis y el naufragio, lo que prevalece es la expresión propia del pensamiento claro e inteligente

Ante mis observaciones especiales, en recién comunicación cruzada con el más jovencito de mis hermanos, quien últimamente está abocado a leer las sagradas escrituras, en búsqueda de estar en constante comunicación con Dios nuestro Señor, expresó entre otros: “No te creas sabio en tu propia opinión”. Me motivó a reflexionar y a retomar mis pensares sobre ese aspecto, que en ocasiones he manifestado públicamente, por lo que hoy lo retomo diciendo lo siguiente: Opinar es un asunto serio, porque supone que quien lo hace de manera responsable, le asiste la razón y es para sí mismo una verdad. Quien opina con carácter y firmeza, en principio le asiste un pensamiento y una cultura que engloba tener las razones que fundamentan la opinión misma. De tal manera como diría Vicente Fatore, es de suponer que quien opina, convencido de tener la verdad sobre el asunto al que se refiere, le asiste estar revestido de un sentido de responsabilidad y conocimiento, que sus juicios de valor lejos están, de ser vacíos, irresponsables y sin sentido.


De ahí el valor y la trascendencia de la opinión de los personajes que se caracterizan por ser intelectuales decentes, con ética y moral en sus opiniones. Su criterio por lo general no responde a orientaciones políticas, menos a mandatos políticos partidarios. Eso último es politiquería.


La libertad de expresión garantiza lo anterior. Nuestras opiniones se han caracterizado por el valor y la fuerza que conlleva la sinceridad y la honestidad, muy a pesar del riesgo que las mismas conlleven. “Ser sincero es ser potente”. Lejos que las mismas sean inútiles a nuestros lectores es objetivo nuestro, llamar la atención con el fin que ustedes amigos lectores, reflexionen sobre el tema abordado, a fin de permitir en consecuencia tener contribuciones que nos permitan conducirnos por el buen sendero y la búsqueda de la verdad o de la justicia según el caso, principalmente de aquellos que tienen responsabilidades sociales y políticas en el orden público de nuestra sociedad.


En nuestra Patria, la misma que por antaño causas históricas de una clase política dominante pero mezquina, tenemos rato de convivir en el subdesarrollo y en una pobreza indeseada; clase política a que le falta Ética, Moral y Conciencia de clase: comúnmente vemos se desprecian las opiniones de personajes decentes que con dignidad combaten los desaciertos y las actitudes abominables en el manejo de la Cosa Pública asunto que viene de lejos. Ha habido casos cuyo desprecio ha llevado a causar la muerte, como lo fue hace 45 años, el abominable asesinato a nuestro valiente patriota Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. 


Somos del creer que cuando emitimos una opinión, nos rige el convencimiento que nos asiste la razón, y lógicamente quien no opine como nosotros, posibilita permitir una polémica o discrepancia, que conducida con altura y cultura, bien puede ser en provecho y enriquecimiento del análisis del asunto expuesto. Razones sin sentido y argumentos pueriles sobraran. Mientras no se nos convenza de lo contrario, nuestra opinión será lo cierto que prevalezca. Presento tengo, que la vida enseña: “Que mejor es escuchar que discutir. Que si algo nos molesta, mejor es evitarlo, y que donde la ignorancia habla, la inteligencia calla”.


De ahí que las razones se invocan para demostrar la propia inteligencia. Cabe aquí decir que al emitir nuestro criterio, nos esforzamos para que el escrito sea lo mejor gramaticalmente realizado, redactado con sencillez y claridad con el fin que el mensaje, ideas o las observaciones indicadas sean coadyuvantes para pretender que nuestros lectores compartan nuestros juicios o criterios y se adhieran identificándose con nuestros pareceres.


No dejo de expresar que nuestra opinión pretende desde luego persuadir, lograr que se reflexione, estimule comportamientos y oriente las actitudes de mis amigos lectores, hacia valores de conducta con ética y moral, que permita lograr un mejor desarrollo humano.


Creo en el poder de la palabra, como creo en la razón y verdad de nuestra opinión. Esa es nuestra razón de opinar y escribir. 

Artículos del autor

Se ha dado el acto ceremonial en días pasados en Paris sobre la incorporación del escritor peruano Don Mario Vargas Llosa como miembro de número  en La Academia de la Lengua Francesa. Salvando de manera especial una serie de requisitos, se me vino a la memoria dos asuntos fundamentales que hoy deseo compartirles.

La crisis que prevalece en el mundo contemporáneo requiere el liderazgo de los Estadistas. Estadistas del tipo con la perspicacia de un estadista como lo fue Charles De Gaulle, quien tenía un carácter en el que se reflejaba algunas veces el humorismo sardónico típicamente francés.

Si bien la intensidad dañina de la pandemia del coronavirus ha mermado, lo grave aún persiste por lo que cabe atender cabalmente las medidas de prevención y de higiene, para no quedar expuesto junto a su familia, ya que ahí la cosa seria peor y muy crítica. Unidos con fraternidad podemos superar este trance.

Los escritores e historiadores no académicos, sus aportes provienen de sus inquietudes y agudas observaciones o de perspectivas que difieren de lo que tradicional se ha inculcado principalmente en el aspecto histórico, al conjugarse a intereses predominantes en la época en que se sentó dichas bases históricas.

La grandeza de los clásicos estriba fundamentalmente en que sus legados no mueren con el tiempo, siendo pares entre sí. Sus obras trascienden el éxito y las realidades que pudieran haber tenido en sus épocas, por lo que sus lecturas son siempre disfrute vigente.

Todo lo concerniente al poeta nos interesa, independiente del bochornoso incidente que se dio a las pocas horas de su muerte, ante la odiosidad y mezquindad por el hermano de Rosario Murillo Rivas, el tristemente célebre Gral. Andrés Murillo, que quiso para fines oscuros, el cerebro de Rubén Darío.

No conozco el libro de Sergio Ramírez Mercado, en que hace referencia a las comidas disfrutadas, y a la cualidad o virtud culinaria que como buen gourmet lo era el Poeta Rubén Darío. Tengo entendido que su libro versa sobre el placer del buen comer y el disfrute especial de saborear los Vinos.

 
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