Hoy me decanto por hablar de un tal Gabriel Rufián Romero, político catalán con nombre de bandolero de Sierra Morena, y digo esto con todo mi cariño, ya que al fin y al cabo este señor y yo compartimos antepasados en Andalucía. Es por esto que Rufián me parece el máximo exponente de una modalidad ideológica que me divierte llamar «el charneguismo ilustrado».
Don Gabriel dedica el 90% de sus intervenciones a usar la agresividad y la brusquedadpara un hemiciclo acostumbrado a la hipocresía y la camaradería paniaguada de quienes sienten el asiento muy blando bajo sus traseros. Pero cuando Rufián se enzarza cae víctima de su «charneguismo ilustrado», cae en el ataque ignorante y demagogo. Olvida «el aspirante a bandolero» que en la tierra de sus progenitores se vive mucho mejor que en su utópica Cataluña independiente. Y no es esto una defensa feroz de la «administración andaluza», líbreme el cielo, es la defensa de una tierra con unas raíces tan profundas que sacan adelante a sus gentes pese a la clase dirigente de antes (PSOE), a la clase dirigente de ahora (PP) y a las afirmaciones de Gabriel Rufián, quien por su ignorancia y sus “impulsos asimilacionistas” se convierte en una persona acomplejada.
Las políticas de su formación (ERC) hablan por sí solas, aunque el diputado no invierta minutos de sus intervenciones para justificarlas, ya que a lo que se dedica Rufián es a armarla, a liarla..., y se piensa que con esa actitud de “chulito barriobajero” consigue algo, y sí que consigue algo: desprestigiar la política. Después de liarla, es cuando persigue su otro objetivo, que no es otro que el de convertirse en mártir, y como mártir se intentará vestir de dignidad y de valor para que le aprecien dentro de su partido.
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