Cuesta en estos días encontrar noticias positivas, esas que te hacen sonreírle a la taza de café por la mañana. La inmensa mayoría de noticias son “como si cayeran escombros en la cabeza del derrumbe generalizado”, porque a lo que estamos asistiendo es a una destrucción sin precedentes, ríanse ustedes del cambio climático, a la que muchos no quieren ni mirar siquiera, a una especie de extinción silenciosa de lo que era ayer y aunque nos creamos que sí, y en esa milonga continuamos, no va a ser mañana.
Resulta que entre los derrumbes está también el del futuro, al menos tal y como habíamos imaginado hace unas décadas, que debía de ser mejor que el pasado, como si ello tuviera que ser ineludible y por decreto... Sí, esto era la filosofía y cuerpo de una especie de doctrina que se estableció como dogma: se había pasado sin solución de condicionar aquel "cualquier tiempo pasado fue mejor", caído en el más absoluto de los descréditos, a "el futuro es mejor porque es futuro", que era tan estúpido, o más, que el anterior.
La mayoría de jóvenes de hoy (no todos, aunque se salvan pocos) viven porque se niegan a aceptar esos dichos, a los que incluso añaden que “tampoco han de hacer nada por conseguirlo ni merecerlo”, ya que piensan que el futuro se les dará porque se les tiene que dar... Y es más, según proclaman y repiten hasta grabarlo como verdad absoluta, son los más preparados de la historia. ¿Preparados para qué? Supongo que sólo para el disfrute de la vida, porque eso de preparados para afrontar las adversidades no va con ellos, eso ha quedado “cerrado con llave en el desván de los trastos desechados”.
También dice esa mayoría de jóvenes de hoy que “la cultura del trabajo y el esfuerzo es cosa de viejos”. Continúan esos jóvenes diciendo que “se merecen más por el hecho de haber nacido, que ellos no lo pidieron”. Esta mayoría de juventud de hoy suele confundir a menudo disciplina con represión, y autoridad con dictadura. Para estos jóvenes, los progenitores han de ser colegas, y los docentes deben ser amiguetes complacientes que transigen con todo y te aprueban “aunque te saltes dos semáforos en rojo”.
La lección que deben aprender muchísimos adolescentes y jóvenes es que “el hoy es peor que el ayer, y que el mañana se presenta bastante negro”.
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