“Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos. La cuestión es -insistió Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión es –zanjó Humpty Dumpty- saber quién es el que manda…, eso es todo.” (Lewis Carroll, Alicia a través del espejo).
El presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró el pasado domingo -en plenos ataques israelíes a Irán- que “pronto habrá paz entre Israel e Irán”. Y añadió: “Irán e Israel llegarán a un acuerdo, igual que conseguí que lo hicieran India y Pakistán. ¡Pronto habrá paz entre Israel e Irán!”. Y que no quede duda, a continuación, se atribuyó la consecución de la paz entre India y Pakistán; entre Serbia y Kosovo y entre Egipto y Etiopía. Y primero fue Rusia y Ucrania.
Trump está tan envidioso de que Obama recibiera el Premio Nobel de la Paz en 2009 “por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos” -a sabiendas de que durante el mandato de Obama no hubo ni un solo día en que Estados Unidos no estuviera manteniendo alguna guerra o agresión militar a lo largo y ancho del planeta- que lleva a Trump a considerar que tiene más méritos de “paz” que Obama para proponerse al Premio.
Si traspasamos el histrionismo de Trump y, aún más, buceamos en el ocultado carácter histérico de sus ataques a los países y pueblos del mundo incluido el propio pueblo estadounidense, podremos encontrar -en el personaje Trump- el germen de la clase dominante yanqui que ahora, ha tenido que desarrollar un “nuevo” disfraz de paz para promover la guerra y tratar de detener -o retrasar- su ocaso.
Usar la guerra para imponer la paz injusta
Ahora Trump está labrando -con la sangre de los pueblos del mundo- su tercer asalto al Premio Nobel de la Paz, con su dictadura mundial. Que obviamente sirve de perlas a una burguesía monopolista que tiene que esconder su sangrienta naturaleza de única superpotencia, en su ocaso, en la Tierra.
Los ejemplos más dolorosos son el genocidio del Estado de Israel en Gaza -que se ejecuta con el absoluto apoyo determinante del gobierno de Estados Unidos- donde Trump promociona ya una Florida vacacional después de la limpieza étnica de toda la población palestina. Trump no se mancha las manos, lo hace su esbirro Netanyahu.
En Ucrania, ha cambiado la correlación de fuerzas aplicando la ceguera informativa al gobierno de Zelenski ante los ataques aéreos rusos, y reforzando al agresivo y criminal Putin. Igual ha hecho entre India y Pakistán; entre Serbia y Kosovo y entre Egipto y Etiopía. Y ahora entre Israel e Irán, habrá “paz” una vez Israel haya vencido militarmente a Irán.
¿Trump será otra vez el Humpty Dumpty de la “paz”?
El actual presidente de Estados Unidos ya intentó en dos ocasiones, durante su primer mandato presidencial, que le nominaran candidato al Premio Nobel de la Paz. Los méritos “pacifistas” de Trump eran ya entonces muy destacados.
Tenía 200.000 militares distribuidos en 180 países y territorios alrededor del mundo, había dado continuidad a las intervenciones armadas en Afganistán e Irak, había iniciado la guerra en Siria, además de mantener las de Yemen, Somalia, Libia y Níger.
Pero la gota que había desbordado la copa de la “paz” había sido su actuación en la Península Coreana. Con el “pacífico” método de amenazar con una guerra de alcance nuclear, con un provocador despliegue militar en Corea del Sur y Japón, y con el creciente cerco militar a China, Trump se convirtió en el adalid de la “paz” en la región Asia Pacífico y, por añadidura, en el mundo.
En realidad, su agresiva actuación contra China, azuzando a todos los países vecinos para generar conflictos fronterizos y de aguas territoriales, como India, Filipinas, Japón, Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Vietnam; e incluso, en plena pandemia, desplegando tres portaaviones en inesperadas maniobras militares por las aguas circundantes de China, y favoreciendo así la extensión del virus entre sus bases navales instaladas en varios de esos países, alcanzó el cenit de la “paz”.
Eso sí, con la ansiedad y la histeria Trump no había preparado bien al emisario, por lo que hubo gran confusión en los medios de comunicación mundiales y no se supo a ciencia cierta quién lo había propuesto, porque Washington se lo pidió a Japón, pero su primer ministro ni confirmó ni desmintió.
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