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El enfrentamiento entre Irán e Israel y el tema de la seguridad en Afganistán

El país afgano es víctima de la ausencia de un estado fuerte y del enfrentamiento entre potencias extranjeras en un orden regional en colapso
Abdul Naser Noorzad
martes, 17 de junio de 2025, 10:16 h (CET)

Estimados amigos me han pedido que, teniendo en cuenta la grave situación del enfrentamiento militar limitado entre Israel e Irán, analice este nuevo contexto bélico y sus efectos sobre la ya inestable situación política y de seguridad de Afganistán.


En primer lugar, debo señalar que Afganistán está rodeado por cuatro cinturones o sistemas de seguridad desde el norte, este, sur y oeste. Cada uno de estos cinturones impone una situación de seguridad particular sobre el país. Sin embargo, de forma resumida, puede decirse que, sin considerar la distancia geográfica, el enfrentamiento entre Irán e Israel involucrará inevitablemente a actores poderosos del escenario global. En este contexto, Afganistán representa uno de los terrenos más adecuados para desafiar a cualquiera de estos actores.


Quizás surja la pregunta de cómo es posible que Afganistán, a pesar del control talibán y de la fuerte presencia de inteligencia estadounidense y de sus aliados asiáticos, pueda seguir siendo un campo abierto para que Israel e Irán lleven a cabo sus competencias estratégicas. La respuesta radica en que la seguridad de Afganistán, pese a su fragilidad, y la multiplicidad de actores con intereses contrapuestos, sigue siendo un tema clave dentro de la nueva dinámica de seguridad regional, especialmente en el conflicto actual entre Tel Aviv y Teherán.


El enfrentamiento entre Irán e Israel no es simplemente un conflicto puntual o temático, sino que involucra una vasta geografía, múltiples actores, objetivos estratégicos y reglas de juego. Desde la estrategia más amplia de disuasión indirecta hasta la influencia cultural y hegemónica, cada uno de estos elementos puede cambiar la naturaleza del conflicto. Cualquier intensificación de tensiones entre estos dos actores aumenta el riesgo de competencia de inteligencia, activación de grupos proxy, y la transformación de Afganistán en un campo de batalla encubierto. Este es precisamente el escenario en el que el pueblo afgano, en ausencia de un estado fuerte, paga el precio de los juegos geopolíticos ajenos.


Ya hemos tenido experiencias amargas en el pasado cuando el territorio afgano, por su mala fortuna, se convirtió en el campo principal de confrontación. En el ámbito de seguridad del sur de Asia, por ejemplo, la intensa competencia entre India y Pakistán llevó a este último, con el apoyo de EE. UU., a utilizar al Talibán y al extremismo religioso para bloquear las maniobras de India en Afganistán. Esto finalmente provocó la caída del gobierno republicano y el ascenso del Talibán.


Ahora, un escenario similar es posible en el contexto del conflicto entre Irán e Israel, especialmente si este enfrentamiento se transforma en una guerra proxy estructural dentro del ya frágil orden regional. Esto haría que varios actores tomen posición según sus intereses vitales, ya sea del lado de Teherán o de Tel Aviv.


Desde una perspectiva de seguridad, se puede afirmar que este conflicto no es simplemente una crisis puntual, sino un enfrentamiento estructural con raíces geoestratégicas e ideológicas. Irán e Israel se ubican en extremos opuestos del orden regional de Medio Oriente. Ambos intentan aprovechar el contexto actual para formar alianzas de seguridad.


Irán solía apoyarse principalmente en el eje de la resistencia basado en la geopolítica chiita. Sin embargo, con el inicio de la crisis de Gaza, el debilitamiento de Hamás, la caída de Asad en Siria, la presión militar sobre Hezbolá en Líbano y los intensos bombardeos sobre los hutíes en Yemen, Teherán ha perdido parte de su cinturón estratégico de disuasión. Anteriormente, Irán utilizaba esta capacidad como herramienta de presión sobre Israel y sus aliados occidentales en las negociaciones internacionales. Rusia y China, a pesar de tener una postura contradictoria sobre el rol de Irán en los mercados energéticos globales, también utilizaban esta influencia como forma de presionar a Occidente.


Irán ha usado su presencia en el "creciente chiita" tanto para disuadir como para imponer su hegemonía frente a Occidente, los países árabes y Turquía. En Afganistán también existían núcleos de esta influencia que complicaban la dinámica de seguridad pro-occidental. Por otro lado, Israel, con el apoyo de EE. UU., ha buscado contrarrestar esta influencia. Desde la crisis en Gaza hasta la caída de Asad y la presión sobre los aliados de Teherán en Irak, Tel Aviv ha actuado en coordinación estrecha con Washington y Europa.


Israel no sólo considera inevitable la guerra, sino que intenta desafiar a Irán desde múltiples frentes. Ha formado alianzas con servicios de inteligencia regionales, incluyendo RAW (India), ISI (Pakistán), la inteligencia de Azerbaiyán e incluso la MIT (Turquía), con el objetivo de limitar el margen de maniobra de Teherán.


El conflicto entre Irán e Israel podría incluir a gran parte del eje de la resistencia, como Gaza, Líbano, Siria, Irak e incluso Afganistán y Asia Central. Pero específicamente, ¿cómo podría Afganistán, bajo control talibán, ser víctima de este nuevo y peligroso juego de seguridad? Hay varios factores que potencialmente afectarán negativamente al país. Entre ellos se encuentran:


Incitación a conflictos étnicos y sectarios;

Activación de grupos extremistas salafistas contrarios a Irán;

Alianzas con India, Turquía, Azerbaiyán, EE. UU. e incluso Pakistán, con el fin de reducir la influencia cultural, política y geopolítica de Irán en Afganistán.


Por su parte, Irán también tiene capacidades en el escenario afgano. El uso de grupos anti-talibán como los Fatemiyun, Zainabiyun o milicias hazaras en contra de Israel, en paralelo con las maniobras de inteligencia israelí, complicarían aún más la situación. Incluso dentro del régimen talibán podrían surgir divisiones como resultado de esta presión múltiple. La falta de un gobierno efectivo y de control de inteligencia facilita el uso del territorio afgano por grupos como Fatemiyun, Zainabiyun, Al-Qaeda o incluso la rama local de ISIS como base para operaciones en contra de los intereses iraníes o israelíes.


Dado que Irán tiene un interés estratégico en Afganistán, Israel y sus aliados podrían intentar debilitar su influencia económica en el país mediante sabotaje de infraestructura o guerra económica indirecta. Irán ha amenazado a EE. UU. con atacar sus bases en la región, lo que podría aumentar la implicación directa de grandes potencias en este conflicto.


Rusia y China, con su enfoque oportunista, quieren que Irán desafíe a EE. UU. mediante guerra de inteligencia y al mismo tiempo evitar que el conflicto escale demasiado. El petróleo iraní sigue siendo valioso para China, mientras que una apertura de Teherán hacia Occidente sería un problema para Rusia. El campo afgano representa un punto ideal para ejercer presión sobre Irán desde el este: activando grupos opuestos a Irán, fortaleciendo a los baluchis, a ISIS, y acercando a los talibanes al bloque occidental a cambio de su reconocimiento internacional.


Esto pondría a Teherán en una posición difícil, obligándolo a usar la carta chiita, el capital cultural y lingüístico, y el apoyo a resistencias dispersas anti-talibán para mantener su influencia. Además, Irán cuenta con otro as bajo la manga: la presencia de antiguos militares, policías y agentes de inteligencia afganos refugiados en Irán desde la caída de la república, que podrían convertirse en una fuerza de choque útil para los intereses geopolíticos y de seguridad de Teherán contra Occidente, Israel y Turquía.


En resumen, cualquier anomalía en los sistemas de seguridad regionales tendrá consecuencias graves sobre Afganistán. Si los talibanes ceden ante la presión de EE. UU., se convertirán en instrumentos del eje Israel-EE. UU., en el cual India, Turquía y los países árabes también tendrían voz. Teherán, por su parte, ha intentado mantenerlos dentro de su órbita mediante acuerdos de seguridad e inteligencia, pero esto solo ha fortalecido al grupo.


Al final, Afganistán es víctima de la ausencia de un estado fuerte y del enfrentamiento entre potencias extranjeras en un orden regional en colapso. Si los talibanes se inclinan hacia el bloque occidental, se abrirá el camino para que Afganistán sea usado como base contra Irán. Si Irán gana influencia, tratará de desafiar a los talibanes desde su eje chiita. En cualquier caso, el gran perdedor será el pueblo afgano.

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