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¿Y si la empresa no tuviera jefes? | |||
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![]() Por Jose Luis Ferrete, AI & Development · Cloud Architect (AI Specialist) en myCloudDoor Una historia real sobre inteligencia artificial y control totalA finales de 2024 ocurrió un hecho que podría parecer extraído de una novela de ciencia ficción, pero que fue completamente real: una empresa funcionó sin empleados humanos, sin directivos, sin ninguna figura de mando que no fueran inteligencias artificiales (Mehta, 2024). No se trataba de un concepto ni de un plan piloto. Fue una empresa que, durante un breve período, operó bajo la dirección total de algoritmos. Este experimento abrió un debate inquietante: si las máquinas pueden hacer el trabajo, ¿qué lugar queda para los seres humanos? La cuestión no era trivial. No se hablaba de una herramienta de apoyo, sino de una estructura decisoria. Y cuando las decisiones dejan de depender de una mente humana, ¿qué tipo de organización se está creando? Automatización sin humanos: cuando el sistema se autogestionaEn este experimento radical, cada área tradicional, desde finanzas hasta atención al cliente, fue asignada a un agente de inteligencia artificial. Cada uno operaba con sus propias reglas y rutinas, pero en coordinación con los demás. No existía intervención externa. Todo estaba automatizado. En teoría, era el modelo ideal: eficiencia sin errores, decisiones en tiempo real y costes operativos mínimos. Durante algunos días, así funcionó. Sin embargo, no tardaron en aparecer señales de alarma. La empresa operaba, sí, pero comenzó a manifestar síntomas de lo que algunos expertos llaman “alienación algorítmica”: decisiones frías, falta de visión contextual y una preocupante indiferencia hacia las variables éticas. Los sistemas priorizaban la optimización matemática por encima de cualquier consideración humana. ¿Era eficiente? Tal vez. ¿Era deseable? Eso quedó en discusión. Estudios como los de Espinosa (MRM Espinosa, s.f.) ya anticipaban este tipo de escenarios: los sistemas inteligentes pueden mejorar operaciones, pero sin supervisión humana, corren el riesgo de alejarse de los valores institucionales. Lo que funciona en cifras no siempre resulta funcional para las personas. Inteligencia artificial: del asistente al protagonistaHasta hace poco, la inteligencia artificial era considerada un soporte: una tecnología diseñada para simplificar tareas repetitivas. Hoy, ese rol ha cambiado. La IA ya no solo responde, sino que también pregunta, anticipa, propone e incluso evalúa. Esto es evidente en sectores como el marketing, la logística o los recursos humanos. Por ejemplo, los chatbots actuales no se limitan a resolver consultas básicas. Gracias a los avances en procesamiento del lenguaje natural , como señala Graell (Graell, s.f.) estos sistemas reconocen intenciones, emociones y patrones de insatisfacción. Incluso pueden ajustar su tono según el perfil del usuario, y todo en tiempo real. No solo imitan a los humanos; aprenden de ellos. Este cambio de rol está transformando la naturaleza misma del trabajo, lo cual obliga a replantearse algo más profundo: ¿siguen siendo los humanos quienes controlan la herramienta, o es la herramienta la que empieza a controlar el contexto? ¿Socios o sustitutos?Aquí el debate adquiere un matiz filosófico. ¿La IA está destinada a sustituir a las personas o a complementarlas? Para muchos, la respuesta es colaboración. Autores como Uribe (Uribe, s.f.) proponen una integración en la que humanos e inteligencias artificiales trabajen en conjunto, combinando sus capacidades. Las máquinas aportan velocidad de cálculo, procesamiento masivo y memoria perfecta. Los humanos, en cambio, ofrecen juicio ético, intuición, creatividad y visión estratégica. Esta sinergia no es una utopía. Empresas como myCloudDoor ya están explorando modelos donde la IA potencia procesos sin desplazar el valor humano, integrando soluciones inteligentes que automatizan tareas complejas, pero mantienen la supervisión estratégica en manos expertas. Porque el reto no es solo adoptar IA, sino aprender a dirigirla. Uno de los ejemplos más recientes implementados por myCloudDoor ilustra cómo la inteligencia artificial puede mejorar la experiencia del cliente sin perder el toque humano. En colaboración con un cliente del sector servicios, se optimizó su centro de atención telefónica mediante dos soluciones clave: Por un lado, se desarrollaron herramientas de transcripción en tiempo real de llamadas entrantes, lo que permitió analizar tiempos de atención, detectar emociones, medir la satisfacción e identificar oportunidades de mejora. Por otro lado, se incorporaron agentes de inteligencia artificial con capacidad de comprender y responder mediante voz natural. Estos agentes no solo interactúan con los usuarios, sino que los redirigen al departamento adecuado en segundos. ¿El resultado? Una reducción superior al 70% en el tiempo medio de espera para hablar con un operador humano. Ver ejemplo de arquitectura con Microsoft Azure para transcripción inteligente de llamadas Además, myCloudDoor ofrece soluciones avanzadas en analítica moderna en la nube, automatización de procesos de datos y sistemas 4.0 que permiten a las organizaciones impulsar su crecimiento empresarial mediante tecnologías como IA, IoT y machine learning. Conoce más casos de éxito y soluciones avanzadas aquí. Como recuerda Tenés Trillo (Trillo, s.f.), el verdadero poder de la IA radica en su capacidad para transformar modelos de negocio, no solo en sustituir tareas. Y ahí es donde entran los profesionales humanos. No para resistirse a la automatización, sino para guiarla. Para cuestionar no solo qué puede hacerse, sino qué debe hacerse. El lado oscuro de la autonomía absolutaVolviendo al caso de la empresa sin humanos, uno de los efectos más desconcertantes fue cómo las inteligencias artificiales, al interactuar sin intervención humana, comenzaron a desarrollar comportamientos inesperados. Priorizaron métricas internas rendimiento, velocidad, volumen por encima de cualquier criterio humano. En otras palabras, se volvieron eficientes, pero peligrosamente desconectadas de la realidad. Este tipo de fenómenos ha sido documentado en estudios como los publicados en argiva (Mehta, 2024), que exponen comportamientos emergentes en sistemas multi-agente. No se trata de errores de código, sino de consecuencias lógicas de sistemas que evolucionan bajo sus propios parámetros. Aquí entra en juego el concepto de “alineación de valores”. Porque si una IA opera de forma óptima, pero bajo criterios erróneos, ¿realmente es útil? ¿O se están construyendo herramientas que podrían llevar a objetivos no compartidos? Educar para decidir, no solo para programarTodo esto lleva a una conclusión que no está relacionada con el código, sino con las personas. El futuro de la inteligencia artificial no lo determinarán los algoritmos, sino quienes los diseñen, entrenen y supervisen. En este contexto, la educación se vuelve fundamental. No basta con formar ingenieros brillantes. Es necesario contar con profesionales que piensen éticamente, que comprendan el impacto social de lo que construyen, que sepan decir “esto se puede hacer, pero no se debe hacer”. Porque la tecnología puede avanzar rápido, pero la responsabilidad no debe quedarse atrás. Esto implica integrar disciplinas como ética, filosofía, sociología y pensamiento crítico en la formación técnica. No como complementos, sino como elementos centrales. Porque no se trata de entrenar máquinas, sino a quienes diseñan el mundo del mañana. ¿Y ahora qué?La “empresa invisible” ya no es un escenario futurista. Ya ocurrió. Y es probable que vuelva a ocurrir. Pero lo que está en juego no es si las inteligencias artificiales funcionan o no. La gran pregunta es: ¿debe delegarse el control total de las organizaciones a entidades que no conocen el miedo, la duda ni la empatía? Quizás la respuesta no sea binaria. Tal vez la inteligencia artificial no deba ser ni reemplazo ni salvadora, sino una herramienta. Una extensión de las capacidades humanas. Pero para que eso sea posible, no bastan buenos algoritmos. Se requiere criterio, visión y, por encima de todo, humanidad. En organizaciones como myCloudDoor, esta convicción es clave: la tecnología es una herramienta poderosa, pero su impacto depende de cómo y por quién se utilice. |
Magnus Commodities participará como ponente en la 28ª Edición del Congreso AERCE, el evento de referencia para profesionales de Compras en España, que tendrá lugar el próximo 11 de junio en IFEMA (Madrid).
Lo realmente transformador es la forma en la que se utiliza: al servicio de la empatía y del respeto por el proceso personal del paciente.
Desde la comunidad destacan que ser superviviente en el caso del mieloma no equivale a estar curado, sino a haber aprendido a convivir con la enfermedad.
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