A menudo, en el debate educativo, nos encontramos atrapados en un falso dilema: escuela pública o escuela concertada. Como si tuviéramos que elegir entre dos almas de un mismo país. Pero la realidad es mucho más rica. Cataluña ha construido, con esfuerzo compartido, una red educativa plural que combina centros públicos y concertados con vocación de servicio. Es un modelo que no sólo es legal y legítimo, sino que ha funcionado durante décadas como garante de cohesión, arraigo y libertad educativa.
Ante la propuesta del Departamento de Educación de retirar el concierto a 155 líneas escolares, quisiera hacer un llamamiento a la responsabilidad institucional ya la larga mirada. Sabemos que el descenso demográfico obliga a repensar la oferta educativa. Pero sorprende –y preocupa– que, una vez más, el peso del reequilibrio recaiga de forma casi exclusiva sobre la concertada, mientras la pública mantiene líneas todavía con ratios muy bajos. ¿Es realmente una planificación eficiente o una decisión ideológica?
La escuela concertada es una parte imprescindible del sistema educativo catalán. Escolariza cerca del 30% del alumnado, a menudo con menos recursos por alumno, pero con una calidad y un compromiso que las familias siguen valorando. En muchos municipios, es la única opción cercana, y en otros ofrece proyectos educativos que enriquecen la diversidad pedagógica del país.
Por otra parte, la libertad de elección educativa no es privilegio: es un derecho reconocido. Recortar líneas de concertada no es sólo una decisión técnica; es un mensaje político que empobrece la oferta y limita el derecho de miles de familias que quieren un proyecto educativo concreto para sus hijos. Y si queremos realmente una educación gratuita y equitativa, es necesario financiar correctamente la concertada, no castigarla por existir.
No se trata de enfrentar redes, sino de construir un sistema que, desde la complementariedad y la responsabilidad, ponga al niño en el centro y garantice a todas las familias –sea cual sea su barrio o nivel social– el acceso a una educación que respete su libertad, sus creencias y sus anhelos.
Cataluña merece un debate educativo maduro, plural y constructivo. No instrumentalicemos a las escuelas para hacer política. Hagamos política educativa para cuidar a las escuelas.
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