El éxito electoral de los nacionalismos periféricos españoles que han podido conservar el poder durante todo el período democrático (incluso estando formalmente en la oposición), ha mostrado el camino a la izquierda política. Así, ahora, de lo que se trata es de, una vez conquistado el gobierno, utilizar la enorme maquinaria del Estado para crear, entre la mayor parte de la población, el marco mental que les permita “seguir disfrutando de las moquetas”. De ahí los nombres con los que actualmente se bautizan a los ministerios, las consejerías o, incluso, a las concejalías, y de ahí, el asalto a los sistemas universitarios y educativos, a los medios de comunicación, a los elaboradores de estadísticas, al mundo judicial, al mundo artístico...
Saben que la comunicación es la variable política que proporciona mejores réditos y la más sencilla de implementar, y no se trata de un fenómeno exclusivamente español, más bien es una tendencia general que se está produciendo en todo el occidente cultural con consecuencias que se puede observar ya en los lugares en los cuales el populismo de izquierdas ha estado o está al mando.
¿Qué ofrece la izquierda política a la ciudadanía gracias a que los nacionalismos periféricos le han dado el poder? Divisiones, enfrentamientos sociales, inseguridad jurídica y, por tanto, escasísimos o nulos progresos económicos... En definitiva, frustración.
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