En Cali recibiste lo que te mereces, Andrés Calamaro, por ser un denodado paladín de esa forma de tortura llamada tauromaquia.
La gente pagó por oírte cantar y tú aprovechando el momento para soltar mítines a favor de un espectáculo violento, sangriento y aborrecible que cada día repulsa a más personas, además de acusar al público de dejar a otros sin trabajo. Que ganaderos, banderilleros, toreros, empresarios y demás patulea taurina se ganen la vida con dignidad y sin hacer daño a nadie, pues no todo vale por obtener ingresos. Ese público sin duda demostró poseer una calidad moral muy superior a la tuya.
De hecho recuerdo algo que hace años dijiste en el programa de Buenafuente: "He dejado de ser progre o de izquierdas si eso implica querer acabar con las corridas de toros”. Tal afirmación nos da una idea muy aproximada de la firmeza de tus convicciones políticas, capaz como eres de olvidarlas en el chiquero de tu conciencia por mor de babear con la tortura hasta la muerte de seres inocentes.
Cuando hace años escribiste en las redes que no era un grato recuerdo pero que durante un altercado en Madrid habías matado a un drogadicto, luego te retractaste asegurando que tal confesión era fantasía (sic) y añadiste: "Yo no tengo muertos en el ropero”. Sí los tienes, Calamaro, al menos en la estantería de la complicidad, aplauso y defensa a ultranza de aquellos que acaban con vidas en los ruedos.
Ojalá recuerdes cada noche esos abucheos. Son tuyos para siempre, Andrés, y tu acto de chulería abandonando el concierto ha sido una pose torera donde pretendiendo sacar pecho, lo que has conseguido es una vez más esconder cerebro.
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