Nos encontramos en un momento en el que la biodiversidad se enfrenta a amenazas sin precedentes, y en el que las abejas se posicionan como protectoras de la vida. Este 20 de mayo, Día Mundial de las Abejas, establecido por las Naciones Unidas en 2017, no solo honramos a estos insectos, sino que también reflexionamos sobre cómo su supervivencia está estrechamente vinculada con la nuestra. Bajo el lema "Inspiradas por la naturaleza para nutrirnos a todos", la edición 2025 pone el foco en su capacidad para enseñarnos a coexistir en armonía con los ecosistemas.

El latido de los ecosistemas Las abejas son responsables de polinizar el 75% de los cultivos alimentarios del mundo, según datos actualizados de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Desde almendras hasta manzanas, pasando por el café y el cacao, su labor asegura la diversidad en nuestros platos y la estabilidad económica de comunidades agrícolas. Un estudio reciente de la Universidad de Reading (2024) estimó que el valor económico global de la polinización por insectos supera los 600.000 millones de euros anuales, una cifra que refleja su impacto en la economía y la seguridad alimentaria.
Pero su importancia trasciende la agricultura. Las abejas silvestres y melíferas actúan como ingenieras de los ecosistemas, polinizando plantas que sostienen a otras especies, desde aves hasta mamíferos, y ayudando a mantener la estructura de bosques y praderas. Sin ellas, muchos hábitats naturales colapsarían, reduciendo la biodiversidad y alterando ciclos naturales esenciales, como la formación de suelos fértiles y la regulación del agua.

Amenazas: un enjambre de riesgos Pese a su relevancia, las abejas se enfrentan a un declive alarmante. La Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) advirtió en 2023 que el 40% de los polinizadores invertebrados, incluidas las abejas, están en riesgo de extinción. Entre las causas destacan los pesticidas neonicotinoides, cuyos residuos afectan el sistema nervioso de estos insectos, y la pérdida de hábitats debido a la expansión de la agricultura intensiva. El cambio climático agrava el problema: las alteraciones en los patrones de floración y las temperaturas extremas desorientan a las abejas, dificultando su capacidad para recolectar alimento.
En España, un informe de Greenpeace (2025) reveló que las colonias de abejas melíferas han disminuido un 25% en la última década, especialmente en regiones como Galicia y Valencia. Los monocultivos extensivos, que reemplazan la diversidad floral por extensiones uniformes de cereales o frutales, están creando "desiertos verdes", paisajes aparentemente productivos pero ecológicamente estériles para los polinizadores. A esto se suman especies invasoras como la avispa asiática (Vespa velutina), que depreda colmenas enteras, y patógenos como el ácaro Varroa destructor, que debilita a las abejas melíferas.
Innovación inspirada en la naturaleza El lema de este año invita a mirar a las abejas como maestras de resiliencia y cooperación. Proyectos pioneros, como PolinizAcción —impulsado por la Unión Europea en 2024—, promueven prácticas agrícolas regenerativas. Entre ellas destacan la creación de corredores florales entre cultivos, que proveen alimento y refugio a los polinizadores, y la reducción progresiva de pesticidas mediante técnicas de control biológico de plagas.
La tecnología también está jugando un papel clave. Ahora se puede monitorear la salud de las colmenas mediante inteligencia artificial y sensores que analizan sonidos, movimientos y patrones de vuelo. Estos dispositivos detectan anomalías —como infestaciones de parásitos o estrés por calor— y alertan a los apicultores en tiempo real, permitiendo intervenciones tempranas. Otros avances incluyen drones polinizadores experimentales, diseñados para complementar —no sustituir— el trabajo de las abejas en áreas donde su población se ha desplomado.
Curiosidades que despiertan conciencia Comunicación danzante: Las abejas melíferas usan la "danza del meneo" para indicar la ubicación de flores. Según un estudio de Science (2024), ajustan la precisión de sus movimientos según la calidad del néctar, un sistema de comunicación tan sofisticado que ha inspirado algoritmos de inteligencia artificial para optimizar rutas logísticas.
Reinas longevas: Una reina puede vivir hasta cinco años, un récord entre las abejas, y almacena esperma de múltiples zánganos en un órgano llamado espermateca, lo que le permite fertilizar huevos durante toda su vida y garantizar diversidad genética en la colmena.
Sin aguijón, pero no inofensivas: Las abejas sin aguijón (Meliponini), presentes en Latinoamérica, polinizan cultivos como el tomate con una eficiencia única, vibrándolo a una frecuencia específica para liberar el polen.
Abejas viajeras: Una abeja obrera puede volar hasta 25 km/h y visitar 2.000 flores al día, recorriendo distancias equivalentes a tres vueltas a la Tierra en su vida útil.
Térmicas naturales: Algunas especies, como la abeja gigante de Nepal, generan calor colectivo vibrando sus músculos alares para mantener la colmena a 35°C, incluso en climas fríos.

El futuro es un proyecto de todos
Proteger a las abejas requiere acción colectiva y políticas integradas. La ONU urge a los gobiernos a implementar el Marco Global para los Polinizadores 2030, un plan que busca restaurar hábitats, regular el uso de agroquímicos y promover la investigación en polinización sostenible. Países como Francia y Alemania ya han prohibido varios pesticidas dañinos, mientras que España avanza en la creación de santuarios para polinizadores en parques nacionales.
A nivel individual, pequeños gestos marcan la diferencia. Plantar flores nativas —como lavanda, tomillo o margaritas— en balcones y jardines proporciona alimento a las abejas. Evitar insecticidas químicos en espacios verdes y optar por alternativas orgánicas, como el jabón potásico, reduce su exposición a tóxicos. Apoyar a apicultores locales, consumiendo miel y productos derivados de colmenas gestionadas de manera sostenible, también fortalece economías rurales y prácticas respetuosas con el medioambiente.
En este Día Mundial de las Abejas, recordemos que su zumbido no es solo un sonido de la naturaleza, sino un recordatorio urgente: nutrirnos todos empieza por cuidar a quienes, incansablemente, nutren la vida en la Tierra.
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