El 12 de mayo es el Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica (SFC), dos patologías crónicas que, pese a su alta prevalencia, siguen siendo incomprendidas tanto social como médicamente. En España, se estima que más de un millón de personas conviven con alguna de estas enfermedades, caracterizadas por dolor generalizado, agotamiento extremo y un impacto devastador en la vida cotidiana.

¿Qué es la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica? La fibromialgia es una enfermedad neurológica crónica reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1992. Se caracteriza por un dolor musculoesquelético generalizado, acompañado de fatiga persistente, trastornos del sueño y alteraciones cognitivas. Por su parte, el síndrome de fatiga crónica (SFC), también llamado Encefalomielitis Miálgica (EM), se define por una fatiga debilitante que no mejora con el descanso y empeora con el esfuerzo físico o mental, junto a síntomas como dolor articular, cefaleas y malestar post-esfuerzo.
Aunque ambas comparten síntomas como el agotamiento y el dolor, su diferenciación radica en el enfoque principal: la fibromialgia se centra en el dolor crónico, mientras el SFC/EM prioriza la fatiga incapacitante y el malestar post-actividad.
Síntomas y diagnóstico: un desafío médico Los síntomas de la fibromialgia incluyen:
- Dolor generalizado (con puntos sensibles específicos). - Fatiga constante y sueño no reparador. - Rigidez matutina, hormigueos en extremidades. - "Fibroniebla" (dificultad para concentrarse o recordar).
En el síndrome de fatiga crónica destacan:
- Fatiga extrema que persiste más de seis meses. - Malestar post-esfuerzo (PEM), que agrava los síntomas tras actividad mínima. - Intolerancia ortostática (mareos al estar de pie). - Dolor muscular y articular sin inflamación.
Ambas carecen de pruebas diagnósticas específicas, lo que retrasa su identificación. Según la Sociedad Española de Reumatología, el diagnóstico de fibromialgia tarda una media de 7 años en España, mientras que el SFC/EM puede superar los 10 años debido a la falta de consenso clínico.
Incidencia y perfil de los afectados en España Según datos del Ministerio de Sanidad, la fibromialgia afecta al 2,4% de la población española (aproximadamente 900.000 personas), con una proporción de 9 mujeres por cada hombre diagnosticado. El SFC/EM, menos prevalente, impacta al 0,3% (unas 130.000 personas), según el Instituto de Salud Carlos III.
El perfil típico es una mujer entre 35 y 55 años, aunque se observa un aumento en diagnósticos masculinos y en jóvenes de 20-30 años. Factores como el estrés prolongado, infecciones virales (ej. COVID-19 persistente) o traumatismos físicos se vinculan a su aparición.
Impacto social y económico Ambas enfermedades limitan severamente la capacidad laboral: el 70% de los pacientes con fibromialgia y el 85% con SFC/EM están en situación de incapacidad temporal o permanente, según datos de la Seguridad Social. Esto genera un coste anual estimado de 12.000 millones de euros en pensiones y gasto sanitario.
Además, el estigma persiste: el 60% de los pacientes declaran haber sido cuestionados sobre la veracidad de sus síntomas, según un estudio de 2024 de la Asociación Española de Fibromialgia (AEF).
Avances y desafíos en el tratamiento El abordaje es multidisciplinar. Para la fibromialgia, se recomienda ejercicio suave, terapia cognitivo-conductual y analgésicos (paracetamol, tramadol). En el SFC/EM, se prioriza el manejo energético (pacing) y tratamientos sintomáticos para la disautonomía.
En 2025, España ha impulsado unidades especializadas en hospitales de referencia, como el Hospital Clínic de Barcelona, y financia proyectos de investigación en biomarcadores genéticos. No obstante, la falta de fármacos específicos y la formación insuficiente de profesionales persisten como barreras.
Hacia una mayor visibilidad
La fibromialgia y el SFC/EM exigen un reconocimiento social y sanitario acorde a su impacto. En este Día Mundial, colectivos de pacientes reclaman más recursos para investigación y campañas que erradiquen el estigma. Como sociedad, comprender que el dolor invisible no es menos real es el primer paso para apoyar a quienes enfrentan estas condiciones cada día.
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