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¿Es Soraya la esperanza del nuevo Gobierno?

“Las mujeres de hoy en día no nos perdonan nuestras faltas; no nos perdonan ni siquiera las suyas” A. Capus
Miguel Massanet
lunes, 7 de noviembre de 2016, 00:43 h (CET)
Una cosa si es cierta, el señor Rajoy ha decidido que quien, en realidad, ostente el mando en plaza dentro del PP sea, sin duda, la mujer que más ha sabido trabajarse su puesto, aunque su pequeña estatura le dé un aire de fragilidad y sus grandes ojos nos hagan creer en un alma angelical, inasequible a cualquier tipo de flaqueza. Se trata, sin duda, de Soraya Sáez de Santamaría, la anterior vicepresidenta del gobierno extinto del señor Rajoy; hoy convertida en la única vicepresidenta y presunta factótum del nuevo gobierno de don Mariano, surgido de cinco días de profundas reflexiones, en los que, el señor presidente del nuevo gobierno de España, ha intentado compaginar todos los factores que convergen en esta nueva legislatura, buscarles el correspondiente encaje y atribuirles, a cada uno de los nuevos ministros surgidos de sus meditaciones, la parte de responsabilidad que van a tener que asumir para intentar que, un gobierno que ha nacido bajo los auspicios de una tormentosa singladura en sus relaciones con la oposición, consiga mantenerse a flote, gracias a los esfuerzos de su tripulación, a pesar de que los peligros que se ciernen sobre él, a la vista de los españoles, den la sensación de que es casi imposible puedan superarse si nos limitamos, como se nos ha anunciado, a fiarlo todo en las facultades de diálogo y convencimiento del nuevo ejecutivo.

Creemos que, el anterior gobierno del PP, a lo largo de los años que ostentó el poder, ha ido perdiendo, por diversas causas, a aquellos ministros que se hubieran podido calificar de halcones, precisamente porque existía un núcleo, dominado precisamente por la señora vicepresidenta, de gran influencia sobre Rajoy, que ha pretendido soslayar muchos de los problemas que se han ido convirtiendo en endémicos, precisamente porque no se tomaron las medidas precisas para evitar que, con el tiempo, se fueran enquistando y transformados en tumores malignos que, como ha quedado demostrado, han llegado a influir negativamente en nuestra política nacional, hasta convertir a nuestra nación en uno de los lugares más conflictivos en cuanto a su desarrollo político; como se ha demostrado en la serie de elecciones que, la atomización del voto ciudadano, han sido precisas para que, finalmente, casi un año más tarde de las primeras, podríamos decir que, por mero agotamiento, se ha llegado a la constitución de este nuevo gobierno del PP, que se puede afirmar que se soporta sobre una inestable plataforma formada de arenas movedizas.

Parece mentira que, con la experiencia de los cuatro años de gobierno, de un gobierno de mayoría absoluta, desaprovechado para realizar las reformas que España precisaba urgentemente; entre ellas las que, en conciencia, se deberían haber tomado con urgencia, como era la de cancelar la infamante ley del aborto o poner coto a los excesos derivados de lo que hubiera podido ser una tolerancia respecto a diversas opciones sexuales, sin que ello se convirtiera, en virtud de la presión de los grupos de izquierdas y antisistema, en una verdadera orgía, propiciada desde las mismas autoridades, con su permisividad y su apoyo, hasta dejar que la heterosexualidad llegara a convertirse, en diversas autonomías españolas, en una opción de menos calidad que la misma homosexualidad.

No en vano las dos damas más importantes del nuevo gobierno español, no han querido jurar sus cargos y se han limitado a prometer por su honor y conciencia. Por mucho que ahora, se le haya querido dar un enfoque distinto, se hayan olvidado algunos de sus principios fundamentales y su carácter de partido de derechas, basado en la civilización cristiana, se lo haya querido instalar en una especie de partido meramente constitucionalista, renunciando a su defensa de las víctimas del terrorismo, adoptando una política equívoca que le ha supuesto un enfrentamiento con muchas de aquellas asociaciones que se han sentido abandonadas, en unos momentos en los que, precisamente, hubieran debido ser defendidas de los nacionalistas vascos y de las izquierdas, siempre dispuestas a atacar a quienes no comulgan con su propio idearios. No olvidemos los diversos excarcelamientos etarras ni la actitud de determinados jueces que, con sus autos y, más que discutibles, resoluciones, dieron lugar a escandalosos abandonos de las cárceles por parte de etarras que, bajo la excusa de estar en peligro grave de muerte, se les permitió trasladarse a su pueblo y alojarse en sus casas, donde se ha comprobado que aquella urgencia, falsamente aducida, carecía de la menor exactitud.

Se huele un cierto tufillo, se intuye que tanto “diálogo”, que tantas conferencia y acuerdos; que las repetidas, una y otra vez, necesidades de lograr apoyos, etc. pueden acabar por convertir al PP en un partido sucursalista de las izquierdas, expuesto a tener que claudicar en muchos aspectos que, para los seguidores de siempre de la formación de don Manuel Fraga, pueden resultar como una verdadera traición a los fundamentos y principios éticos y morales que siempre han sido el soporte del partido. Y, en este tinglado recientemente montado, como continuación a lo que se ha llevado a cabo durante los últimos años, en los que no se ha hecho más que intentar evitar enfrentamientos con el resto de partidos e ir soslayando, con paños calientes, el grave problema del independentismo catalán que ha constituido la causa principal de muchos de los incumplimientos de las promesas electorales, que condujeron a los populares a ganar, con amplitud, las elecciones de noviembre del 2011, cuando España estuvo al borde de la quiebra soberana.

¿No será que Rajoy ha cargado demasiada responsabilidad sobre una mujer? Es obvio que nadie puede negar su preparación, sus méritos personales o capacidad de trabajo, pero también lo es que tiene una cierta capacidad de intriga o que, con sus 45 años y autosuficiencia, es posible que se crea capacitada para todo, pero, en realidad, esté falta de experiencia precisa para cargar sobre su persona con, prácticamente, los problemas más graves del país; de cuya resolución depende que España siga siendo una nación unida, que el independentismo catalán no progrese, que no se produzcan altercados promovidos por los interesados en alterar el orden, con el fin de obligar al Gobierno a ceder en materia de competencias, de aquellas mismas que sobrepasasen los límites constitucionales y, en consecuencia, no estén en su mano el poderlas conceder.

Siempre hemos tenido la sensación de que esta señora venía adoleciendo de un exceso de autocomplacencia, de lo que se podría considerar como tendencia a considerarse por encima del resto de la gente y de actuar por libre en algunos aspectos de su tarea política. Sus enfrentamientos con la señora Cospedal han sido frecuentes y, además, públicos y nadie duda en ver, la influencia de Soraya, sobre lo que ha sido evidente: el linchamiento que se ha efectuado sobre la persona de la segunda autoridad en el PP, a la que se la ha nombrado ministra de Defensa, un ministerio que se puede considerar como “tranquilo” y con pocas responsabilidades políticas y menos contacto con los votantes; que se puede considerar la antesala de la salida de la Cospedal por la puerta trasera de la política nacional. Nada más falta que, en el próximo congreso del PP, resultara que no fuera reelegida para seguir en su cargo y se la sustituyera por otro u otra. Requiescat in pace.

Estamos expectantes. Nadie se atrevería a pronunciarse sobre lo que va a suceder en este país durante los meses venideros y, todos los pronósticos que se vienen haciendo, no son, precisamente, muy halagüeños respecto al porvenir de este gobierno; que puede verse obligado, de acuerdo con el comportamiento de partidos, como Podemos o IU, o según fuere el desarrollo de los desafíos de los catalanes si deciden mantener su calendario para declararse, por su cuenta, independientes o, aunque esperen para hacerlo, sigan publicando leyes que vayan en el sentido de un rearme jurídico y un desarrollo de superestructuras destinadas a estar preparadas para el momento de la independencia anunciada; a tomar medidas que no desearía llevar a cabo o, allanarse a los hechos consumados. En ambos casos la señora Sáez deberá estar a la altura de las circunstancias y sería penoso que, si llega el momento de acabar con la secesión en Cataluña, le temblara la mano en tomar las medidas que, la Constitución y nuestro CP, tiene previstas para estos casos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el temor de que, los acontecimientos que se vislumbran en el porvenir de esta nación, requieran algo más que buenos negociadores, hábiles componedores o sutiles expertos en relaciones políticas. Es muy posible, si se cumplieran las amenazas proferidas por el señor Pablo Iglesias, de Podemos, de intentar convertir las calles en sus dominios personales y presentar batalla al orden público en lugar de, desde la bancada del Parlamento, desde detrás de las barricadas que defiendan de la intervención de las fuerzas del orden. Esperemos que, los días de reflexión de don Mariano, hayan servido para que, de ellos, haya salido el gobierno que España precisa en estos momentos; que los ministros escogidos reúnan las facultades de negociadores, pero, y aquí creo que reside el quid de la cuestión, que, al mismo tiempo, sean lo suficientemente valientes y enérgicos para que, llegado el caso, no desfallezcan si, en un momento determinado, España necesita que se la defienda de cualquier intento de revolución o sedición. Si ello llegara a suceder, no deben dudar que, en esta nación, todavía quedan personas capaces de colaborar para que, aquellos que lo intenten acaben fracasando.

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