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Sexo en el matrimonio

La sexualidad mal aplicada es un arma muy poderosa para hacer mal. Basta con prestar un poco de atención a las noticias que tienen que ver con el asedio a las mujeres
Octavi Pereña
lunes, 17 de febrero de 2025, 09:19 h (CET)

“El sexo no consiste en encontrar la persona idónea, es ser la persona idónea”, (Charlie Shedd).


El matrimonio no es una institución humana, sino divina. Dios creó al hombre macho y hembra (Génesis 1: 27). “por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (2: 24). En la etapa previa a la entrada del pecado en el mundo “todos dos (Adán y Eva) iban desnudos, el hombre y la mujer, y no se avergonzaban” (2: 25). Desconocían qué es el pudor, aquello que puede herir la decencia. La cosa cambió radicalmente en el momento en que Adán infringió la prohibición divina de comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (2: 17).

Tan pronto como Adán ingirió el fruto del árbol prohibido “fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (3: 7). A partir de este instante comenzaron a presentarse problemas relativos al sexo. Un don que servía para la multiplicación de la especie, se convirtió en lascivia, deseo desordenado del sexo. “La mujer insensata es alborotadora, es simple e ignorante. Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad, para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos. Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo: Las agua robadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso. Y no saben que allí están los muertos, que sus convidados están en lo profundo del Seol” (Lugar en que se encuentran las almas de los difuntos antes de la resurrección y después ser lanzados al infierno eterno (Proverbios 9:13-18).


Con el propósito de hacer resaltar la perversidad de la lascivia Dios legisla: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20: 14). Para no caer en la tentación de creer que adulterar y fornicar solamente son relaciones sexuales extramatrimoniales, Jesús enseña: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para desearla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5: 27, 28). La sexualidad mal aplicada es un arma muy poderosa para hacer mal. Basta con prestar un poco de atención a las noticias que tienen que ver con el asedio a las mujeres.


Habiendo tratado de manera general el tema de la sexualidad adentrémonos en el propósito de este escrito que es “el sexo en el matrimonio”. El apóstol Pablo escribe a los cristianos de Corintio, diciéndoles: “En cuanto a las cosas que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Corintios 7: 1). La carta a la que se refiere el apóstol se ha perdido. Es muy posible que tratase la creencia de algunos de los cristianos que procedían del paganismo que consideraban que el celibato era un estado superior al matrimonio. Esta opinión es contraria a la de Dios que fue quien instituyó el matrimonio. El apóstol rebate con firmeza esta opinión, diciendo: “Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga a su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (v. 2). La abstinencia sexual no es conveniente en el matrimonio. El autor de Hebreos escribe: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla, pero a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios” (13: 4). Los detractores de las relaciones sexuales en el matrimonio tomen buena nota de lo que el escritor sagrado inspirado por el Espíritu Santo escribe. Las relaciones sexuales en el matrimonio son el antídoto contra el adulterio y la fornicación: “El marido cumpla con la mujer, el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino el marido, ni tampoco tiene el marido potestad sobre su cuerpo, sino la mujer” (vv. 3-5). Las relaciones sexuales entre los esposos tienen que ser tan frecuentes como exijan las necesidades: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración, y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (v. 5).


Se desconoce si el apóstol Pablo antes de su conversión a Cristo estaba casado o viudo. Sí sabemos que no tenía pareja. ¿Fue tal vez un eunuco que nació así desde el vientre de su madre? (Mateo 19: 12). En la carta que escribe a los cristianos de Corintio les dice: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo, pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro, de otro, Digo pues a los solteros y a las viudas, bueno les es quedarse como yo, pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que quemándose” (vv. 7-9).


Si el lector es un hombre o una mujer que lucha contra los deseos sexuales que no puede controlar pídale a Dios que le conceda el don de la fe para que pueda creer en Él y así pedirle sin dudar “porque el que duda es semejante a la onda del mar que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá alguna cosa del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:6-8).

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