El sábado pasado subí a Sallent de Gállego en bus. Hice autostop hasta el ibón de Las Sarras. Mi corazón se me salía del pecho. El día era caluroso pero el camino transcurre bajo un frondoso bosque de hayas junto al río Aguas Limpias. Me hice una corona de ramas entrelazadas para protegerme del impetuoso sol y la gente se sonreía al venme pasar. Me saludaban con un:”Ave, César”. Por supuesto, yo correspondía con un “Ave, ave” y sonreía con ellos. Realmente, yo me sentía como el emperador Marco Aurelio subiendo por aquel hermoso sendero. Aunque transita por el fondo de un barranco, yo sentía que caminaba como si fuera por la cima del mundo. El sol se filtraba entre las hojas mecidas por la brisa dibujando con su dedo figuras imposibles en el suelo. Así sumergido en mis cavilaciones llegué al Refugio de Respomuso y allí dormí aquella noche bajo un cielo estrellado de estrellas. Al día siguiente, temprano me enhebré en la faja que lleva a los ibones de Arriel. A mí izquierda se desparramaba el barranco por donde había subido el día anterior. Todo él era un tsunami boscoso y en el horizonte, cíclopes, titanes y colosos a brazo partido competían entre ellos por ver quién se comía al sol el primero. El sendero era dulce. Pero nada comparado con el placer que él me proporcionaba al permitirme cabalgar sobre sus lomos. Al girar una esquina, allí estaban dormitando a pierna suelta el Arriel inferior y el superior sometidos bajo las botas de los descomunales Pallas, Arriel , Balaitus, Col d´Arreoulit… Bajé por la zigzagueante gravera hasta el ibón de La Sarras y allí me encontré a unos chicos de Zuera que nos cruzamos por allá arriba, buena gente los de Zuera, que tuvieron a bien bajarme. ¡Ah! Por si leyeran estas líneas, quiero darles las gracias por la gentileza demostrada...
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