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No por mucho hablar se aclaran antes las cosas, quedan como antes o emponzoñamos la situación, son los gajes de dichos parlamentos. Si se dispone uno a pensar, las proyecciones se multiplican, no se atisban limitaciones a las excursiones mentales. Los conceptos abstractos (belleza, mal, bien, excelencia, arte, sentido de la vida, bien común) presentan la característica de no poder precisar su definición.
La energía no es únicamente un recurso material: es una cuestión de soberanía, de seguridad nacional y de bienestar para los ciudadanos. La capacidad de un país para decidir libremente su modelo energético, garantizar el suministro a sus hogares y empresas, y proteger a sus ciudadanos frente a inestabilidades o chantajes exteriores, es una pieza fundamental de cualquier Estado moderno.
Lo veo pugnar por mantenerse en lo alto de un pequeño montículo que defiende de sus compañeros de juego, otros tres o cuatro muchachos de unos siete u ocho años. El objetivo es claro: no permitir que nadie permanezca encima y, desde allí, y una vez repelidos todos los intentos de sus amiguetes por conquistar el lugar, gritar, como si no hubiese nada más importante en el mundo, que él es el rey de la montaña –que es la vida–.
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