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La Virgen de Fátima y las auroras boreales

Jaime Fomperosa, Santander
Lectores
miércoles, 15 de mayo de 2024, 08:57 h (CET)

Viernes día 10, veo en TV que en toda  Europa se han visto auroras boreales. Como la imaginación es “la loca de la casa” y dado la proximidad del aniversario de Fátima día 13, recuerdo que la Santísima  Virgen en Fátima dijo que si el mundo no dejaba de ofender a Dios, sería castigado con una guerra peor, estaba terminando la primera guerra mundial. Que cuando se produjese ese castigo se vería una señal en el cielo. 


Transcurridos los años, una noche se vio una extraña luz en el cielo, se pensó que era una aurora boreal, pues no, al día siguiente comenzó la segunda guerra mundial. Veo en TV que en Europa se han visto muchas auroras boreales, fenómeno atmosférico muy bello que ocurre raramente. Y yo que ya soy anciano, y que veo como lo puede ver cualquiera, que esto no es el paraíso terrenal que nos quiere vender el Presidente de España, que avanzamos en el progreso y en la democracia con rapidez, puede ser, no soy profeta, pero a la vista de lo que se ve, guerras y conflictos por todo el mundo, que esas auroras boreales sean un aviso celestial, que esta sociedad camina con rapidez, no hacia una sociedad prospera y pacifica, sino, siguiendo el rumbo que marca el Presidente a despeñarse por el precipicio. 


Yo, por supuesto que no me he subido al tren de máxima velocidad que acabara precipitándose al precipicio. Que no, que no, que este no es el paraíso terrenal. El hombre esta hecho para la eternidad; que no se confundan de tren.  Que tengan un feliz viaje y lleguen a su destino para el cual Dios nos ha creado: la VIDA ETERNA.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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