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Aún voy a ser más pobre

Aunque deje de llover, no reiré
Aurora Peregrina Varela Rodriguez
martes, 28 de noviembre de 2023, 10:26 h (CET)

Llueve y deja de llover, pasará hasta la medianoche, lloverá y entonces ¿qué?, nada, que llueva, que me quedo dormida viendo las series de acción de televisión, entre las olas tempestuosas de sentirme vieja e indecisa, pero con suerte, también.


Confieso que estoy confusa y estándolo he escrito dulces poesías que a la basura no deben ir a parar, bellas, cortas, concisas, son momentos de la vida, lamentos, canciones, experiencias. Sentir ser pobre, no poder hacer nada por remediarlo, sólo mantenerse día a día y luchar para seguir viviendo, aunque sea con el monedero vacío, aunque esté gorda y fea, aunque desee viajar a Colombia o Bolivia para vivir siendo más pobre aún, sentir serlo pero no poderlo cambiar.


Y volvería, a pasar…


Viviendo lejos, en otra ciudad caen miles de truenos de forma bestial, sintiendo pena, llorando como el mar va la vida mía llena de necesidad, nadie la ha sabido remediar.


Amor que se pierde, el corazón se pone de piedra, se pierde la sonrisa. Aunque el cielo se ponga todo claro... ya no puedes reír.


Aunque deje de llover, no reirás.

Aunque todo se enderece, llorarás.

Aunque la sombra tome cuerpo, te afligirás.

Aunque logres avanzar, ya no volverás a ser feliz.

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En los días en que el mundo aún se estremecía con los últimos suspiros del realismo mágico, llegó a mis manos un manuscrito que parecía escrito no con tinta, sino con el polvo de alas de mariposas azules. 'Mariposa de alas azules', de María Beatriz Muñoz Ruiz, es un poemario que navega entre la sombra y la luz, entre el grito ahogado y el susurro que cura, como un río subterráneo de emociones que fluye bajo la piel del lector.

Agarrarla, además, con la mano recuerdo que constituía aproximadamente la excelsitud. Supe de excelsitudes sin incluir manos, cómo no. Eso mucho antes. Y atado.

Vagamente recordó que la hora marcaba algunos minutos de retraso. Se contempló en el espejo y de soslayo continuaba observando el reloj que había sobre la mesa de noche. Seguidamente se dedicó a la tarea que tenía entre manos. Al severo estilo del momento como trazado por una fugaz ráfaga de viento que entraba por la ventana que da al patio, daba lugar a una expresión del rostro.

 
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