El Partido Socialista Obrero Español, que se ha ido dejando algunos adjetivos por el camino, deberá escoger a partir del lunes 27 entre susto o muerte. Como no se le aparezca San Carlos Marx el partido más antiguo de este país dejará una época brillante de la historia de España que nos ha traído progreso económico y social, a pesar de sus oscuras sombras de Flick y Flock, directores de la Guardia Civil encarcelados, presidentes del Banco de España, secretarios de Estado en chirona… y un largo etcétera, y entrará (ya ha entrado de hecho) en el periodo más gris de su larga historia. No desaparecerá porque hay mucho sentimiento y sentimentalismo tras las siglas, pero es evidente que dejará de ser un referente de la izquierda.
Sus dirigentes no han estado a la altura de los tiempos con esa eterna lucha de mantis religiosas en devorar al que tienen de guía y su torpeza a la hora de encarar las soluciones políticas en cada coyuntura histórica con tanto protagonismo de barones y baronesas.
Zapatero se equivocó rotundamente cuando dijo en mayo del nefasto año que tomaría las terribles decisiones que tomó, “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”. Le costó a él, pero sobre todo nos costó a todos los españoles el descender en algunos casos hasta la miseria, rematada por un PP que vive constantemente en la Babia estadística.
El PSOE tendrá que elegir el 27 si quiere que gobierne el PP o Podemos. Y, en última instancia, como le dan a elegir entre susto y muerte, no elegirá ninguna opción, como ya hizo hace unos meses Podemos, y habrá terceras elecciones. Las ofertas que tiene de Podemos con el independentismo llamando a la puerta no parecen muy halagüeñas ni con un partido que quiere sustituirlo, ni con esos modos un tanto dislocados y leninistas de un grupo de jóvenes gramscianos que cambian su ideología al son de la música.
Tampoco es nada atractivo dejar que el PP acabe de crucificarnos durante otros cuatro años mientras la clase media se sigue empobreciendo y el lumpemproletariado se encamina con sus colas de desarrapados hacia los comedores sociales cada día.
Es posible que la miseria aumente. Nada hay definitivo ante tanto Brexit y empecinamiento en seguir por la política de recortes. ¿De dónde saldrán los diez mil millones que nos pide Brsuelas?
La precariedad e inseguridad es el signo de unos tiempos en los que el capitalismo más salvaje ha cogido de nuevo las riendas y se extiende el sálvese quien pueda entre una clase política que solo aspira a mirarse su propio ombligo y necedad.