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Jim Hoagland

Con cohesión, pero aflorando diferencias

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¿Sorprendido al ver la noticia el otro día de que la administración Obama envía a un embajador de vuelta a Siria? También lo está el Departamento de Estado de Hillary Clinton. Sus funcionarios aún estaban negociando con Damasco para intentar lograr algún avance en los asuntos de Oriente Medio cuando se filtraba la decisión del Presidente Obama.

Las consecuencias diplomáticas de un infrecuente cruce de líneas dentro de esta controlada administración son difíciles de calibrar. Se estaba solicitando a Siria que impidiese actos terroristas tales como los atentados que sacudían el noroeste de Irak la semana pasada, según me informan fuentes diplomáticas. Pero las promesas sirias en materia de terrorismo son famosas por no ser de fiar. De manera que poco sustancial se habrá perdido a causa del anuncio inoportuno.

Un lapso en el control de un anuncio es no obstante significativo en la política exterior del Equipo Obama. Siendo candidato, Obama refinó la gestión de comunicaciones hasta la categoría de arte y sus asesores más cercanos la han encumbrado como la cúspide de su jerarquía de valores.

Pregunté a un ministro de exteriores de visita cómo ha cambiado bajo Obama el trato con Estados Unidos. Su respuesta: "Adonde vamos -- la Casa Blanca, el Pentágono o el Departamento de Estado -- escuchamos exactamente el mismo mensaje. Eso no sucedía con George W. Bush."

Esta respuesta sin duda va a complacer a Jim Jones, el asesor de seguridad nacional de Obama que coordina las posturas del presidente en política exterior. Se rumorea que Jones en persona ha rebajado las pretensiones de un líder de Oriente Medio, que había solicitado reuniones independientes con un amplio abanico de altos funcionarios de la administración, diciendo:

"¿Por qué no se los siento a todos juntos? Va a escuchar lo mismo de todos ellos."

El hecho es que ésta es una administración cohesionada. Jones y Clinton se respetan mutuamente y entienden los papeles del otro. Incluso si evidentemente no formaban parte de la campaña de Obama, se han adaptado con rapidez a su estilo riguroso de gestión de comunicaciones, que es vigilado por el círculo de íntimos de Obama -- Rahm Emanuel, David Axelrod, Robert Gibbs y Denis McDonough, que son los comisarios de mensajería más influyentes de la Casa Blanca.

Ese círculo decide quién va a ser entrevistado en la televisión nacional, cuándo, y en gran medida lo que va a decir (sin mucho éxito en el caso del vicepresidente Biden, pero nadie es perfecto). No fue ningún accidente que Clinton no participara en los debates dominicales de la televisión hasta el 7 de junio -- transcurridos cinco meses de administración -- cuando la secretario de estado era por fin entrevistada por George Stephanopoulos en el programa "This Week" de la ABC.

Convencida de que Obama es un comunicador americano nato, la Casa Blanca no quería que nadie más difuminara su aura de portavoz del mundo. Y, sorpresa sorpresa, este enfoque maximiza el peso de los asesores más íntimos.

Su postura de cabeza de equipo también se evidencia de forma discreta durante los frecuentes viajes al extranjero del presidente y las reuniones con líderes, como sus visitas a Rusia y la cumbre del G-8 en Italia la pasada semana. Los funcionarios extranjeros quedan atónitos ante la reflexiva confianza de Obama en Emanuel, su jefe de gabinete, incluso en asuntos de política exterior discutidos durante estas reuniones. Y un diplomático se sorprendía al saber que Axelrod, el principal asesor político de Obama, había sido informado al detalle tras una reunión privada mantenida con el presidente al que representaba el diplomático antes de serlo Jones o Clinton.

Es aquí donde se encuentran las líneas de fractura potencial dentro de la administración. No creo que Jones y Clinton vayan a terminar peleándose por la estrategia, como hacían Zbigniew Brzezinski y Cyrus Vance, ni lanzándose indirectas entre sí al estilo Colin Powell y Don Rumsfeld. Noticias recientes aparte, el presidente sigue valorando el consejo de Jones y el peso de cara al ejército que aporta el ex general Marine.

Las tensiones surgirán más bien entre los asesores íntimos y los secretarios del gabinete elegidos para explicar e implementar políticas en lugar de decidirlas.

Ejemplo perfecto: El resentimiento ya está agitando las aguas en el Departamentos de Estado motivado por el esfuerzo fructífero y sistemático de Emanuel por reservar todos los destinos diplomáticos importantes de la administración como recompensa a los grandes donantes de la campaña electoral. Clinton había presionado defendiendo a un buen número de expertos bastante cualificados -- como el profesor de Harvard Joseph Nye que iba a ser destacado en Japón -- pero se quedó sola a causa de la espantada de la Casa Blanca.

Al igual que con el traspiés de Siria, el enfrentamiento no tiene lugar a cuenta del contenido sino más bien a cuenta de quién se va a llevar el mérito de qué y cuándo. Pero eso puede tener serias consecuencias para el reparto de competencias que el presidente dice es tan importante. Como ha observado Henry Kissinger, los enfrentamientos en el estamento académico son muy amargos porque los riesgos son muy pequeños. También puede complicar la gobernación.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

Con cohesión, pero aflorando diferencias

Jim Hoagland
Jim Hoagland
sábado, 11 de julio de 2009, 04:19 h (CET)
¿Sorprendido al ver la noticia el otro día de que la administración Obama envía a un embajador de vuelta a Siria? También lo está el Departamento de Estado de Hillary Clinton. Sus funcionarios aún estaban negociando con Damasco para intentar lograr algún avance en los asuntos de Oriente Medio cuando se filtraba la decisión del Presidente Obama.

Las consecuencias diplomáticas de un infrecuente cruce de líneas dentro de esta controlada administración son difíciles de calibrar. Se estaba solicitando a Siria que impidiese actos terroristas tales como los atentados que sacudían el noroeste de Irak la semana pasada, según me informan fuentes diplomáticas. Pero las promesas sirias en materia de terrorismo son famosas por no ser de fiar. De manera que poco sustancial se habrá perdido a causa del anuncio inoportuno.

Un lapso en el control de un anuncio es no obstante significativo en la política exterior del Equipo Obama. Siendo candidato, Obama refinó la gestión de comunicaciones hasta la categoría de arte y sus asesores más cercanos la han encumbrado como la cúspide de su jerarquía de valores.

Pregunté a un ministro de exteriores de visita cómo ha cambiado bajo Obama el trato con Estados Unidos. Su respuesta: "Adonde vamos -- la Casa Blanca, el Pentágono o el Departamento de Estado -- escuchamos exactamente el mismo mensaje. Eso no sucedía con George W. Bush."

Esta respuesta sin duda va a complacer a Jim Jones, el asesor de seguridad nacional de Obama que coordina las posturas del presidente en política exterior. Se rumorea que Jones en persona ha rebajado las pretensiones de un líder de Oriente Medio, que había solicitado reuniones independientes con un amplio abanico de altos funcionarios de la administración, diciendo:

"¿Por qué no se los siento a todos juntos? Va a escuchar lo mismo de todos ellos."

El hecho es que ésta es una administración cohesionada. Jones y Clinton se respetan mutuamente y entienden los papeles del otro. Incluso si evidentemente no formaban parte de la campaña de Obama, se han adaptado con rapidez a su estilo riguroso de gestión de comunicaciones, que es vigilado por el círculo de íntimos de Obama -- Rahm Emanuel, David Axelrod, Robert Gibbs y Denis McDonough, que son los comisarios de mensajería más influyentes de la Casa Blanca.

Ese círculo decide quién va a ser entrevistado en la televisión nacional, cuándo, y en gran medida lo que va a decir (sin mucho éxito en el caso del vicepresidente Biden, pero nadie es perfecto). No fue ningún accidente que Clinton no participara en los debates dominicales de la televisión hasta el 7 de junio -- transcurridos cinco meses de administración -- cuando la secretario de estado era por fin entrevistada por George Stephanopoulos en el programa "This Week" de la ABC.

Convencida de que Obama es un comunicador americano nato, la Casa Blanca no quería que nadie más difuminara su aura de portavoz del mundo. Y, sorpresa sorpresa, este enfoque maximiza el peso de los asesores más íntimos.

Su postura de cabeza de equipo también se evidencia de forma discreta durante los frecuentes viajes al extranjero del presidente y las reuniones con líderes, como sus visitas a Rusia y la cumbre del G-8 en Italia la pasada semana. Los funcionarios extranjeros quedan atónitos ante la reflexiva confianza de Obama en Emanuel, su jefe de gabinete, incluso en asuntos de política exterior discutidos durante estas reuniones. Y un diplomático se sorprendía al saber que Axelrod, el principal asesor político de Obama, había sido informado al detalle tras una reunión privada mantenida con el presidente al que representaba el diplomático antes de serlo Jones o Clinton.

Es aquí donde se encuentran las líneas de fractura potencial dentro de la administración. No creo que Jones y Clinton vayan a terminar peleándose por la estrategia, como hacían Zbigniew Brzezinski y Cyrus Vance, ni lanzándose indirectas entre sí al estilo Colin Powell y Don Rumsfeld. Noticias recientes aparte, el presidente sigue valorando el consejo de Jones y el peso de cara al ejército que aporta el ex general Marine.

Las tensiones surgirán más bien entre los asesores íntimos y los secretarios del gabinete elegidos para explicar e implementar políticas en lugar de decidirlas.

Ejemplo perfecto: El resentimiento ya está agitando las aguas en el Departamentos de Estado motivado por el esfuerzo fructífero y sistemático de Emanuel por reservar todos los destinos diplomáticos importantes de la administración como recompensa a los grandes donantes de la campaña electoral. Clinton había presionado defendiendo a un buen número de expertos bastante cualificados -- como el profesor de Harvard Joseph Nye que iba a ser destacado en Japón -- pero se quedó sola a causa de la espantada de la Casa Blanca.

Al igual que con el traspiés de Siria, el enfrentamiento no tiene lugar a cuenta del contenido sino más bien a cuenta de quién se va a llevar el mérito de qué y cuándo. Pero eso puede tener serias consecuencias para el reparto de competencias que el presidente dice es tan importante. Como ha observado Henry Kissinger, los enfrentamientos en el estamento académico son muy amargos porque los riesgos son muy pequeños. También puede complicar la gobernación.

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