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Si hay algo venenoso en los medios de comunicación monopolistas -salvo honradas excepciones- es la colaboración en la persistente confusión creada para que la gente nos miremos el ombligo, para que no seamos conscientes del verdadero peligro, del auténtico enemigo. Y sin embargo los centros de poder estadounidense y europeo vienen anunciado, a bombo y platillo, las ineludibles exigencias esenciales a las que tendrá que responder el nuevo gobierno, sea del color que sea. Tanto Washington como Bruselas coinciden en dos: la continuidad del atraco monopolista con la inflación y el expolio financiero con los tipos de interés altos; y la obligación del gobierno de cumplir lo firmado con Bruselas aplicando los recortes necesarios para reducir el déficit y la deuda.
El FMI asegura que a nivel mundial la economía se ralentizará en 2023, sobre todo en la Eurozona donde augura un crecimiento mínimo del 0,9% en 2023. Y aunque reconoce que España podría crecer por encima de la media europea, urge a los gobiernos -especialmente de los países de la Eurozona con más deuda y más déficit, entre ellos a nuestro país- a luchar contra la inflación recuperando una de sus viejas recetas: hacer recortes y subir impuestos al 90%; no a la banca y los monopolios, ¡dios nos libre!
Las exigencias al nuevo gobierno no vienen sólo del FMI y Bruselas, también la OTAN y EEUU presionan para que los miembros de la Alianza, incluida España, aumenten sus gastos de defensa hasta el 2% del PIB. Un objetivo que el gobierno de coalición se ha comprometido a cumplir progresivamente desde el 1,2% actual hasta alcanzar el 2% en 2029; lo que supondrá casi duplicar los gastos actuales de defensa, casi 11.000 millones de euros más cada año. Una exigencia que aumenta aún más los recortes que se le van a reclamar al nuevo gobierno, y que supone más los recortes sociales, de sanidad y educación.
La única alternativa es una reindustrialización de España -no decidida por la inversión extranjera-, una industria propia -decidiendo nosotros mismos en qué invertimos-, con un proyecto de país, de redistribuir la riqueza, de invertir en educación, cultura y ciencia para que toda la juventud que estamos preparando no tenga que irse al extranjero. Pero para eso hace falta que paguen los bancos y los monopolios lo que no pagan -para que el Estado no se endeude con ayudas paliativas- eso es realmente redistribuir la riqueza y defender la soberanía nacional.
Tal y como Vd, me ha pedido, Sr Sánchez, me he tomado un poco de tiempo para leer (no solo una vez), el contenido de la carta pública que nos ha enviado a todos los españoles el pasado miércoles. Le confieso que más que su contenido, nada atractivo desde el punto de vista literario y de escaso valor político, me interesaba conocer las razones de su insólita decisión de trasladar a los españoles sus dudas existenciales sobre su futuro personal y político.
Con motivo de los feroces ajustes en la economía argentina, una conocida me confesó la otra tarde, muy triste, que no podría viajar a Europa quizá nunca más. Enseguida pensé que personas como ella sólo sufren las consecuencias de su ideología (o de la adoptada por algún sofisma en las campañas electorales de la época), cuando ven tocado su bolsillo.
La campaña de descrédito contra la buena imagen y el honor del presidente del gobierno se ha desatado, de una forma virulenta, estos últimos días y semanas. Parece que se quiere lograr mediante descalificaciones el acoso y derribo de Pedro Sánchez. Según distintos medios de comunicación el inicio de una investigación judicial contra la esposa de Sánchez es un disparate, ya que no existen indicios suficientes para la misma.
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