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La cultura puede convertirse en una herramienta de reinserción en las cárceles. Los modelos más punitivos basados en la venganza no reparan. Ni tampoco reinsertan a personas que pueden aprovechar una segunda oportunidad

777.600 minutos en una cárcel: traspasar los muros

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El número 777.600 equivale a los minutos que tienen 18 meses, el promedio de duración de las condenas de los presos en las cárceles españolas. Por eso llamó así SOLIDARIOS para el Desarrollo el acto que celebró hace unos días para compartir reflexiones sobre la realidad penitenciaria.

Se abordó el exceso de algunas condenas para delitos menores como hurtos o relacionados con el consumo de drogas, la falta de alternativas como trabajos comunitarios para el cumplimiento de determinadas condenas, el endurecimiento de las leyes con 30 reformas del Código penal en 30 años que han obedecido más a una “justicia de telediario” y electoralista que a bases científicas y jurídicas. España tiene una de las tasas más bajas de delitos y de homicidios más bajas de Europa y una de las poblaciones carcelarias más elevadas en proporción al número total de habitantes.

El modelo penitenciario, como en otros países, aún no tiene bases asentadas para conseguir que se restaure el daño provocado por ciertas faltas, lo que se conoce justicia restaurativa. Resulta difícil cumplir este principio para delitos graves, pero en muchos casos podrían habilitarse mecanismos para que el infractor cumpla condiciones para que la víctima se sienta restaurada en el daño cometido sin necesidad de recurrir a la dura realidad carcelaria.

En muchas ocasiones se vulneran el principio de reinserción consagrado en la propia Constitución Española. El efecto discapacitante que produce el encierro dificulta el proceso de normalización de la vida fuera de la cárcel una vez que la persona ha cumplido su condena y sale a la calle. Javier, un antiguo preso reinsertado y rehabilitado, emocionó al público al contar su experiencia.

Ya en libertad, un día lo invitaron al Estadio Santiago Bernabéu para ver en vivo al Real Madrid, el equipo de sus amores. Al encontrarse con las multitudes en una de las cárceles aledañas se paralizó, con dificultades para respirar. Tuvo que sentarse apoyado contra una pared para llamar a su hermano y pedirle que fuera a recogerlo.

“Nunca imaginé que desarrollaría semejante agorafobia por estar dos años encerrado, y que me impidiera hacer una de las cosas que más amaba”, dijo el invitado. Andrés, otro interno que pasó un total de 20 años en la cárcel, con entradas y salidas recurrentes por hurtos para conseguir droga, contó su experiencia también y habló de su vida dentro de los muros. Testimonios como el suyo desmontan los tópicos sobre lo bien que se está en la cárcel, como si de un hotel con todo pagado se tratara. Una vez dentro es mejor interpretarlo así para que los muros no se cierren cada vez más.

José María, otro ex interno invitado para contar su testimonio, se declaró un privilegiado por haber pasado poco tiempo encarcelado y haber contado con el apoyo de su familia, algo que él considera positivo para superar una experiencia semejante. También agradeció la presencia de los voluntarios que cada semana acuden a alguno de los centros penitenciarios de Madrid para compartir un espacio de cultura con una treintena de presos y con un invitado del mundo de la cultura, de la universidad o del deporte que habla de algún tema y da pie para debates y reflexiones compartidas. A esta actividad que desarrollan voluntarios de SOLIDARIOS desde hace 30 años.

Comenzaron con la llamada telefónica de un estudiante de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) al profesor José Carlos García Fajardo, para decirle que lo iban a ingresar en la prisión de Segovia. “¡No me falle!”, y el profesor no sólo no le falló sino que comenzó a llevar a otros universitarios como acompañantes. Después, el resto de reclusos que seguían la Universidad a Distancia pidieron que los dejaran participar. Así se hizo.

Unos setenta voluntarios colaboran cada semana en el proyecto Aula de Cultura, una iniciativa que se desarrolla en siete centros penitenciarios de España con el apoyo de personalidades del mundo cultural y por la que ya han pasado más de 4.000 internos, más de 2.500 invitados y casi 3.000 voluntarios para acercar la cultura como herramienta de reinserción a las cárceles españolas. Los modelos más punitivos basados en la venganza no reparan. Ni tampoco reinsertan a personas que pueden aprovechar una segunda oportunidad.

777.600 minutos en una cárcel: traspasar los muros

La cultura puede convertirse en una herramienta de reinserción en las cárceles. Los modelos más punitivos basados en la venganza no reparan. Ni tampoco reinsertan a personas que pueden aprovechar una segunda oportunidad
Carlos Miguélez Monroy
jueves, 5 de mayo de 2016, 08:41 h (CET)
El número 777.600 equivale a los minutos que tienen 18 meses, el promedio de duración de las condenas de los presos en las cárceles españolas. Por eso llamó así SOLIDARIOS para el Desarrollo el acto que celebró hace unos días para compartir reflexiones sobre la realidad penitenciaria.

Se abordó el exceso de algunas condenas para delitos menores como hurtos o relacionados con el consumo de drogas, la falta de alternativas como trabajos comunitarios para el cumplimiento de determinadas condenas, el endurecimiento de las leyes con 30 reformas del Código penal en 30 años que han obedecido más a una “justicia de telediario” y electoralista que a bases científicas y jurídicas. España tiene una de las tasas más bajas de delitos y de homicidios más bajas de Europa y una de las poblaciones carcelarias más elevadas en proporción al número total de habitantes.

El modelo penitenciario, como en otros países, aún no tiene bases asentadas para conseguir que se restaure el daño provocado por ciertas faltas, lo que se conoce justicia restaurativa. Resulta difícil cumplir este principio para delitos graves, pero en muchos casos podrían habilitarse mecanismos para que el infractor cumpla condiciones para que la víctima se sienta restaurada en el daño cometido sin necesidad de recurrir a la dura realidad carcelaria.

En muchas ocasiones se vulneran el principio de reinserción consagrado en la propia Constitución Española. El efecto discapacitante que produce el encierro dificulta el proceso de normalización de la vida fuera de la cárcel una vez que la persona ha cumplido su condena y sale a la calle. Javier, un antiguo preso reinsertado y rehabilitado, emocionó al público al contar su experiencia.

Ya en libertad, un día lo invitaron al Estadio Santiago Bernabéu para ver en vivo al Real Madrid, el equipo de sus amores. Al encontrarse con las multitudes en una de las cárceles aledañas se paralizó, con dificultades para respirar. Tuvo que sentarse apoyado contra una pared para llamar a su hermano y pedirle que fuera a recogerlo.

“Nunca imaginé que desarrollaría semejante agorafobia por estar dos años encerrado, y que me impidiera hacer una de las cosas que más amaba”, dijo el invitado. Andrés, otro interno que pasó un total de 20 años en la cárcel, con entradas y salidas recurrentes por hurtos para conseguir droga, contó su experiencia también y habló de su vida dentro de los muros. Testimonios como el suyo desmontan los tópicos sobre lo bien que se está en la cárcel, como si de un hotel con todo pagado se tratara. Una vez dentro es mejor interpretarlo así para que los muros no se cierren cada vez más.

José María, otro ex interno invitado para contar su testimonio, se declaró un privilegiado por haber pasado poco tiempo encarcelado y haber contado con el apoyo de su familia, algo que él considera positivo para superar una experiencia semejante. También agradeció la presencia de los voluntarios que cada semana acuden a alguno de los centros penitenciarios de Madrid para compartir un espacio de cultura con una treintena de presos y con un invitado del mundo de la cultura, de la universidad o del deporte que habla de algún tema y da pie para debates y reflexiones compartidas. A esta actividad que desarrollan voluntarios de SOLIDARIOS desde hace 30 años.

Comenzaron con la llamada telefónica de un estudiante de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) al profesor José Carlos García Fajardo, para decirle que lo iban a ingresar en la prisión de Segovia. “¡No me falle!”, y el profesor no sólo no le falló sino que comenzó a llevar a otros universitarios como acompañantes. Después, el resto de reclusos que seguían la Universidad a Distancia pidieron que los dejaran participar. Así se hizo.

Unos setenta voluntarios colaboran cada semana en el proyecto Aula de Cultura, una iniciativa que se desarrolla en siete centros penitenciarios de España con el apoyo de personalidades del mundo cultural y por la que ya han pasado más de 4.000 internos, más de 2.500 invitados y casi 3.000 voluntarios para acercar la cultura como herramienta de reinserción a las cárceles españolas. Los modelos más punitivos basados en la venganza no reparan. Ni tampoco reinsertan a personas que pueden aprovechar una segunda oportunidad.

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