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El sonido de la desesperación

El entendimiento ético y moral me dice que hay mucho de erróneo fabricar un arma con la cuál matar a uno de mis congéneres
César Piqueras
viernes, 22 de abril de 2016, 00:52 h (CET)
La realidad nos golpea cada día. El mundo globalizado e hiper-comunicado en el que vivimos hace que tengamos no sólo acceso a aquellas noticias que más nos alegran, sino también a todas aquellas que más nos pueden entristecer.

En pocos minutos, escuchando un programa de radio, uno puede darse cuenta de la cantidad de situaciones sinsentido que nos rodean. El martes terminé una reunión en Lérida a las 18:00 de la tarde y seguía de camino a Barcelona. Así que puse la radio unos minutos, me gusta escuchar RNE (porque se escucha en casi todas partes), la SER y también ONDACERO.

Pude escuchar noticias que me encogieron el estómago.

En una se hablaba del sonido de la guerra en Siria, en un video difundido por Amnistia Internacional, en el que se escuchan cómo suenan los bombardeos, el silencio antes de los mismos, los gritos de desesperanza de después…

El comentarista decía algo así como que, en estos bombardeos se utilizaban bombas de barril, que parece ser que están prohibidas. Y yo me preguntaba ¿Y el resto de bombas son legales?, ¿no están todas hechas para lo mismo….matar, destruir?

Ningún padre debería ver morir a su hija por una bomba de una guerra sin sentido, utilizada por distintas partes con fines partidarios, pero nunca para el bien común.

Los humanos nos tendríamos que matar, pero a besos, a abrazos y a ternura.

En el momento en el que necesitamos fabricar bombas, algo falla ¿no te parece?. Es algo así como entrar a una reunión con un cuchillo, si algo puede salir mal, saldrá mal. De alguna forma, dentro de nuestros países sabemos mantener la convivencia pacífica (por suerte), pero cuando nos relacionamos con “los otros”, entonces es necesario tener recursos para defenderse.

Desde el ejército más básico hasta el arma nuclear más destructiva, todos ellos me parecen fracasos de nuestra propia capacidad.

El mundo es demasiado complejo, y un entendimiento práctico del mismo nos invita a armarnos hasta los dientes para defendernos… Pero este entendimiento no es ético, a pesar de ser el más difundido.

La cuestión es que me puse a llorar escuchando los “sonidos de la guera”, al oir el grito de angustia del niño pequeño que se abrazaba al cadáver de su hermano y decía algo así como “hermano, no me dejes sólo”. Aquellos que tenemos un hermano y que hemos vivido la soledad en algún momento de nuestras vidas sabemos lo mucho que significan esas palabras. Ningún niño tendría que sentirse sólo. Y el hecho de que uno sólo en el planeta se sienta así, ya es un fracaso para todos nosotros, adultos.

Por mucho que la vida nos vaya bien, hemos fracasado estrepitosamente por ese niño que todavía habla a su hermano muerto.

Y el hecho de que sigamos fabricando bombas, sean de barril o de cualquier otro tipo también es un fracaso de la capacidad de diálogo y convivencia del ser humano. Tu fracaso y el mío.

Ayer por la mañana desayunaba en el hotel leyendo El País, y en portada traía la foto de una mujer agarrada a su hijo llegando a la costa de Lesbos, con cara de clara desesperación. Algo que le ha valido a su autor, un galardón. Es curioso y contradictorio como hay concursos para ver quien hace la foto más desgarradora, y al mismo tiempo útil porque abre conciencias y toca corazones. ¿Cómo se tiene que sentir esa mujer que abraza a su hijo para no ser golpeado contra una roca mientras el mar los arrastra?, ¿Qué tiene que pensar al ser fotografiada?

La cuestión es que yo ayer por la mañana me sentía muy mal, parte de la desesperación y tristeza de esta gente se me contagió. Por un lado, una sensación de impotencia ¿qué estamos haciendo para que esto ocurra? Y por otro lado una sensación de amargura ¿esa persona podría ser yo?, ¿mi hermano?, ¿mi mujer?… Evidentemente y si no lo soy es por una cuestión de estadística.

Lo cierto es que vivimos al margen, el primero yo. La Unión Europea también vive al margen, el problema “no le pertenece”, ni le pertenece a ningún país desarrollado, parece ser… “Mejor dejarlos en Turquía”, dicen en voz baja, allí molestarán menos. Pero yo sé que es mi responsabilidad, y también la de mis compatriotas, y las de todos los que compartimos el hecho de ser humanos. Ayudar a aquellos que piden ayuda, independientemente de su religión, raza o creencias políticas. Pero no parece que el mensaje llegue.

Incluso les podríamos ayudar, enviar ayuda de mil formas… “pero que no entren en mi casa”, decimos de alguna manera.

Y me pregunto ¿qué falla? Empezando por mi.

Que tengas un gran día.

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