Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Cesta de Dulcinea | cultural | Bono Cultural Joven | Campaña electoral
La industria cultural sigue aparentando estar en lo más alto, hay muchos que lo saben y, aún con hipocresía, escalan lo que pueden

Qué tendrá la cultura

|

Desde 1943 que se formula la pirámide de las necesidades humanas podríamos decir que entendemos que el hombre necesita estar seguro, tener amigos, estar alimentado, no tener frío, ni calor, ni hambre, ni sed, ni ser despreciado, sino todo lo contrario, tener éxito en lo que emprenda en su vida…, y así hasta un sinfín de aportes y bienes materiales e inmateriales al ser humano, para sentirse como tal o al menos como un ser vivo con necesidades satisfechas. Algo parecido a las peticiones de salud, dinero y amor de una canción ya olvidada.


Pero en lo más alto de esas necesidades estaría lo prescindible, lo invisible, lo que nos daría igual alcanzar para una mayoría aunque esté en la cúspide, es decir, lo inútil que nos puede regalar la creatividad, las bellas artes, la cultura, y con todo esto llenar y rellenar la plenitud, la felicidad completa.


Y así debe ser, cuando quien se dedica a conseguir y promocionar cultura, ya sea aficionado o profesional, sean artista o promotor, sea personaje de la farándula o gente seria., como decía el Principito, se sienta como ser superior, digno de admiración, cuando a nadie se le escapa que sólo es un eslabón más en alcanzar un bien que se ofrece encima de nuestras cabezas.


Así, en plena campaña electoral, los políticos ofrecen casas que nunca antes ofrecieron, vida social en poblaciones pequeñas, pero también médicos y profesores que den vida a esos lugares; y por aquello de que el trabajo no siempre es tan fácil de ofrecer al votante parado o a quien le falte mejorar en su empleo, también surgen las miles de plazas que nos llevan a todos a la felicidad, y se les llena la boca de dar y regalar: bonos climatológicos, bonos culturales, rebajas de impuestos, nuevas leyes, nuevas justicias, hasta rebajas para que los mayores vayan contentos al cine de su pueblo, cine inexistente y desmantelado desde décadas.


Pero la cultura se abre paso a cualquier precio, aunque ni los toros puedan conservar el apelativo de cultura (taurina), porque donde hay sangre y muerte no debería haber bruta cultura. Sé de jóvenes mayores de dieciocho años que no han utilizado el bono cultural, bien por no saber qué elegir, o quizá porque ellos mismos han dejado de escalar en la pirámide, o por falta de costumbre de subir y conseguir algo diferente a un móvil de última generación.


La cultura, la industria cultural sigue aparentando estar en lo más alto, hay muchos que lo saben y, aún con hipocresía, escalan lo que pueden y hasta donde saben y pueden. Vas a algunas ciudades donde lo saben, desde el más humilde concejal al más orgulloso ministro o consejero, aunque a veces colocan la cultura en los primeros escalones, o los suben y los bajan, convencidos de que es época de regalar bienes y favores a todas horas. Luego está el que se trabaja la cultura.

Qué tendrá la cultura

La industria cultural sigue aparentando estar en lo más alto, hay muchos que lo saben y, aún con hipocresía, escalan lo que pueden
Nieves Fernández
miércoles, 17 de mayo de 2023, 08:39 h (CET)

Desde 1943 que se formula la pirámide de las necesidades humanas podríamos decir que entendemos que el hombre necesita estar seguro, tener amigos, estar alimentado, no tener frío, ni calor, ni hambre, ni sed, ni ser despreciado, sino todo lo contrario, tener éxito en lo que emprenda en su vida…, y así hasta un sinfín de aportes y bienes materiales e inmateriales al ser humano, para sentirse como tal o al menos como un ser vivo con necesidades satisfechas. Algo parecido a las peticiones de salud, dinero y amor de una canción ya olvidada.


Pero en lo más alto de esas necesidades estaría lo prescindible, lo invisible, lo que nos daría igual alcanzar para una mayoría aunque esté en la cúspide, es decir, lo inútil que nos puede regalar la creatividad, las bellas artes, la cultura, y con todo esto llenar y rellenar la plenitud, la felicidad completa.


Y así debe ser, cuando quien se dedica a conseguir y promocionar cultura, ya sea aficionado o profesional, sean artista o promotor, sea personaje de la farándula o gente seria., como decía el Principito, se sienta como ser superior, digno de admiración, cuando a nadie se le escapa que sólo es un eslabón más en alcanzar un bien que se ofrece encima de nuestras cabezas.


Así, en plena campaña electoral, los políticos ofrecen casas que nunca antes ofrecieron, vida social en poblaciones pequeñas, pero también médicos y profesores que den vida a esos lugares; y por aquello de que el trabajo no siempre es tan fácil de ofrecer al votante parado o a quien le falte mejorar en su empleo, también surgen las miles de plazas que nos llevan a todos a la felicidad, y se les llena la boca de dar y regalar: bonos climatológicos, bonos culturales, rebajas de impuestos, nuevas leyes, nuevas justicias, hasta rebajas para que los mayores vayan contentos al cine de su pueblo, cine inexistente y desmantelado desde décadas.


Pero la cultura se abre paso a cualquier precio, aunque ni los toros puedan conservar el apelativo de cultura (taurina), porque donde hay sangre y muerte no debería haber bruta cultura. Sé de jóvenes mayores de dieciocho años que no han utilizado el bono cultural, bien por no saber qué elegir, o quizá porque ellos mismos han dejado de escalar en la pirámide, o por falta de costumbre de subir y conseguir algo diferente a un móvil de última generación.


La cultura, la industria cultural sigue aparentando estar en lo más alto, hay muchos que lo saben y, aún con hipocresía, escalan lo que pueden y hasta donde saben y pueden. Vas a algunas ciudades donde lo saben, desde el más humilde concejal al más orgulloso ministro o consejero, aunque a veces colocan la cultura en los primeros escalones, o los suben y los bajan, convencidos de que es época de regalar bienes y favores a todas horas. Luego está el que se trabaja la cultura.

Noticias relacionadas

No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.

En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.

Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto