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Este Jordi es demasiado incisivo como entrevistador aunque sé que gusta al público en general

De la entrevista al interrogatorio

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No estoy en perfectas condiciones físicas y mentales; las primeras sé que no funcionan porque deseo realizar actos imposibles de llevar a feliz término debido a los dígitos que adornan mi existencia, y me estrello una y otra vez en el intento aunque la ilusión permanece intacta; en cuanto a los mentales, qué decir si sé que me encuentro en la casi vacía cesta de los que se entretienen con la actualidad política que mantenemos.

Es tal la locura que ayer noche me perdí el segundo tiempo de mi querido Sevilla F.C. -sea dicho de paso que no quise ver su agonía ante la Real Sociedad- para saltar a la Sexta y ver y escuchar la entrevista que Jordi Évole iba a realizar al Presidente en funciones Mariano Rajoy.

Este Jordi es demasiado incisivo como entrevistador aunque sé que gusta al público en general, y en ese generalato me encuentro; tan bien le va en ello que en la actualidad ya no es un trabajador de la citada cadena televisiva sino que ha montado su propio chiringuito y se ha convertido en autónomo.

Será porque pertenezco en espíritu a la llamada “casta” que a un servidor, desde aquellos tiempos inmemoriales en que el apodado “Loco de la Colina”, Jesús Quintero, se dedicaba a la radio desde Sevilla es mi ojito izquierdo; y es que nadie como él a la hora de entrevistar a los personajes que pasaban por su plató y en el que el silencio, después de una pregunta suya, “pesaba y se escuchaba” al tiempo que el entrevistado rumiaba para sus adentros para qué se había metido en aquel berenjenal.

Évole, según mi punto de vista, se vio ayer como un chiquillo atolondrado que preguntaba y preguntaba una retahíla de interrogantes a Mariano Rajoy sin que, aparentemente, atendiese a respuestas del Registrador pues parecía, o al menos me lo pareció, él iba a lo suyo, o sea, a algo así como a tener que tatarear su guión si establecer alguna pauta ante alguna respuesta que pudiera turbarle; por preguntarle lo hizo hasta por el accidente del Metro de Valencia de hace más de nueve años.

Pero he aquí que, mira por donde, se encontró con la mejor versión del retranca mayor de Galicia y creo que Jordi salió escaldado cuando el “en funciones” le dijo que parecía que sus ojitos nada más veían lo mal que está España y nada de lo poco bueno que pueda tener.

En fin: Évole, según mis entendederas, se pasó de rosca al convertir una entrevista en un interrogatorio y a un periodista en un fiscal.

De la entrevista al interrogatorio

Este Jordi es demasiado incisivo como entrevistador aunque sé que gusta al público en general
José García Pérez
martes, 5 de abril de 2016, 09:34 h (CET)
No estoy en perfectas condiciones físicas y mentales; las primeras sé que no funcionan porque deseo realizar actos imposibles de llevar a feliz término debido a los dígitos que adornan mi existencia, y me estrello una y otra vez en el intento aunque la ilusión permanece intacta; en cuanto a los mentales, qué decir si sé que me encuentro en la casi vacía cesta de los que se entretienen con la actualidad política que mantenemos.

Es tal la locura que ayer noche me perdí el segundo tiempo de mi querido Sevilla F.C. -sea dicho de paso que no quise ver su agonía ante la Real Sociedad- para saltar a la Sexta y ver y escuchar la entrevista que Jordi Évole iba a realizar al Presidente en funciones Mariano Rajoy.

Este Jordi es demasiado incisivo como entrevistador aunque sé que gusta al público en general, y en ese generalato me encuentro; tan bien le va en ello que en la actualidad ya no es un trabajador de la citada cadena televisiva sino que ha montado su propio chiringuito y se ha convertido en autónomo.

Será porque pertenezco en espíritu a la llamada “casta” que a un servidor, desde aquellos tiempos inmemoriales en que el apodado “Loco de la Colina”, Jesús Quintero, se dedicaba a la radio desde Sevilla es mi ojito izquierdo; y es que nadie como él a la hora de entrevistar a los personajes que pasaban por su plató y en el que el silencio, después de una pregunta suya, “pesaba y se escuchaba” al tiempo que el entrevistado rumiaba para sus adentros para qué se había metido en aquel berenjenal.

Évole, según mi punto de vista, se vio ayer como un chiquillo atolondrado que preguntaba y preguntaba una retahíla de interrogantes a Mariano Rajoy sin que, aparentemente, atendiese a respuestas del Registrador pues parecía, o al menos me lo pareció, él iba a lo suyo, o sea, a algo así como a tener que tatarear su guión si establecer alguna pauta ante alguna respuesta que pudiera turbarle; por preguntarle lo hizo hasta por el accidente del Metro de Valencia de hace más de nueve años.

Pero he aquí que, mira por donde, se encontró con la mejor versión del retranca mayor de Galicia y creo que Jordi salió escaldado cuando el “en funciones” le dijo que parecía que sus ojitos nada más veían lo mal que está España y nada de lo poco bueno que pueda tener.

En fin: Évole, según mis entendederas, se pasó de rosca al convertir una entrevista en un interrogatorio y a un periodista en un fiscal.

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