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Es cuestión de fe

Juan Antonio Narváez Sánchez, Madrid
Lectores
jueves, 16 de marzo de 2023, 09:04 h (CET)

Que la Iglesia, perdón, que determinados miembros, más o menos destacados, de la Iglesia estén pasando por una crisis de fe o de identidad con los principios de la Iglesia, es un hecho desgraciadamente palpable.


La Iglesia es de Jesucristo y es inmaculada. Son los hombres, determinados hombres, los que ensombrecen su imagen, imagen que perdura desde hace dos mil años intangible pese a los numerosos y violentos ataques sufridos.


¿Qué intereses mueven a estas determinadas personas? ¿Dios? No, desde luego. Les mueven sus propios intereses. Intereses simplemente de “ego”: Querer ser agradables y complacientes con peculiares situaciones o pensamientos terrenales de moda o meramente circunstanciales. Quieren adaptar su pensamiento y el de la Iglesia al transcurrir mundano de la sociedad y han aparcado el principio de que es la sociedad la que debe ser elevada y reconducida, de sus erróneas y erráticas ideas, hacia Dios.


Nos dice la Sagrada Escritura: “Bienaventurado el varón que tiene en la ley del Señor su complacencia”. Cualquier otro camino que no sea éste, el de la plena fidelidad a Jesucristo, es plantearse serias dudas de fe, cuando no abandonar de pleno la fe en Dios. Querer vivir tensando de manera continua la cuerda es exponerse a que se rompa de manera irreparable. Es tiempo de fidelidad, es tiempo de permanente, rendida y humilde oración, es tiempo de vivir cara a Dios y cara a los hombres para exhortarlos a que pongan su mirada en Jesucristo. A la Iglesia le importa más la calidad que la cantidad. Y aquí calidad significa Santidad.

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Schopenhauer decía que el ser humano es un animal metafísico, condenado a interrogarse por el sentido de su existencia. Incluso en medio de la rutina, la prisa y el cansancio, late en lo más hondo la pregunta por aquello que trasciende lo inmediato. Esa sed de sentido es la que nos empuja a buscar algo más allá.

La reciente visita del BAP Unión, el buque escuela más grande de Latinoamérica, a Londres, nos impulsa a escribir esta nota acerca de las fructíferas relaciones peruano-británicas. Inglaterra y Perú comparten el tener una bandera nacional blanqui-roja. Mientras la primera fue la sede del mayor imperio oriundo del hemisferio norte, la segunda lo fue del mayor imperio originario del hemisferio sur (incario). 

 
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