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La casuística es tan extensa y los usos tan 'raros' que aparecen dos hechos políticos que pueden no ser nuevos

Alcalde en alquiler, siglas en subasta

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Visita al diccionario: Alcalde es la primera autoridad de un municipio. Alquiler es la acción y efecto de dar a alguien algo, para que use de ello el tiempo que se determine y mediante el pago de la cantidad convenida. Sigla es la abreviatura formada por las letras iniciales de un sintagma, normalmente nombres de instituciones, empresas, (partidos políticos), etc. Subasta, del latín sub hasta, ‘bajo lanza’, porque la venta del botín cogido en la guerra se anunciaba con una lanza, es la venta pública que se hace al mejor postor por mandato y con intervención de un juez u otra autoridad.  


Fijados conceptos, que protegen ideas y argumentos de quimeras y otras fantasías, alguna peligrosa, por estar próxima al delito, en él o prevista en el Código Penal, sigamos. Evitemos, además, conceptos y hechos que dan asco. Hasta en el negro sobre blanco del papel hay cosas asquerosas. Por eso, ahorrémonos las sensaciones y palabras sobre actitudes humanas que están ahí: Compra de votos y voluntades, apaño de silencios, ausencias interesadas, transfuguismo, uso de cargos en beneficios privados de grupos y personas. En definitiva, corrupción.


En los supuestos que aparecen hoy no parece que haya corrupción. Si la hubiera, mejor obviarla para que no contamine. En un municipio gallego, visto anteayer en la tele, un hijo desde el PP pretendía sustituir a su padre alcalde PSOE como parte de una saga de alcaldes de formaciones políticas diversas. En Madrid, se presentan y publicitan candidatos para sustituir al alcalde PP; desde fuera, Villacís, Maestre, Cueto, Smith, Sotomayor, y la medinense Reyes Maroto; y desde dentro, Borja Carabante y algún otro, si Martínez-Almeida sigue su carrera política en otro sitio. En otros lares, Alcalá de Henares y Navacerrada, por ejemplo, el ‘bipartidismo abollado’ PP-PSOE podría encontrar solución con cambios de personas y siglas. En Alcalá de Henares, con el paso del mismo alcalde PSOE al PP, o viceversa, por sintonía con la CAM; en Navacerrada, por lo mismo y con trasvase de alcaldía a un alcalde antiguo que vuelve a la palestra, o al revés. Lo último, el alcalde socialista (o casi no) de El Frago, un pueblo en la comarca zaragozana Cinco Villas, Jose Ramón Reyes Luna, harto del trato de los dos ‘pesoes’ encarnados en Lambán y Alegría Continente, elegida por Sánchez como cuota femenina aragonesa en el Consejo de Ministros.


En los supuestos anteriores y en otros, el trasiego de siglas y alcaldes es posible. En Madrid, y en muchas ciudades, es difícil, porque el conocimiento de candidatos es escaso, y el interés partidista prima frente al de los ciudadanos. Pero en otros municipios ha aparecido la argucia doble de alquiler o subasta. En ellos, no es necesario el transvase de votos, ni meter en baza a un electorado que decide personas sin unas siglas, que, en algún caso, aunque no confundan, enredan. El alcalde se elige por confianza y se le vota por ser quien es. La fiabilidad de las personas, conocidas por los que van a votar, parece incuestionable. Fulano alcalde pepero o socialista con sus virtudes, defectos, amigos y adversarios. En cuanto a la subasta de siglas, casi ajenas al pueblo y atendidas por los aparatos de los partidos (a veces en propio benefició), allá cada cuál con sus cadacuáles. Puede ocurrir, parece benéfico y, si no es ilegal, es hasta lógico. 


Pero hay dos problemas importantes: ideología y sentimiento. Visto el respeto que algunos partidos tienen por la ideología que dicen tener, el único inconveniente para el trasvase de alcaldes y siglas es el sentimiento, estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, hecho o persona. Como el sentimiento hay que entenderlo a favor o en contra de personas a las que se vota, o a unas siglas si las personas van en ellas, el quebranto parece dudoso. El alquiler es la acción y efecto de dar a alguien algo (alcaldía) para que use de ella el tiempo convenido (legislatura) mediante el pago de una cantidad (a compensar a cero: servicio al municipio). La subasta no es, ni puede ser, el botín de una guerra municipal que en estos supuestos no existe vendida a nadie, sin postores pero con la intervención de jueces (los votantes) y la autoridad que debe proteger al proceso electoral, a los electores y al bien común.


En consecuencia, y por lo anterior, en algunos casos, no en todos y en los municipios en los que el electorado lo acuerde, la solución, por útil, barata, no ilegal y limpia, puede valer: Alcalde en alquiler, siglas en subasta.

Alcalde en alquiler, siglas en subasta

La casuística es tan extensa y los usos tan 'raros' que aparecen dos hechos políticos que pueden no ser nuevos
José Luis Heras Celemín
miércoles, 15 de marzo de 2023, 11:36 h (CET)

Visita al diccionario: Alcalde es la primera autoridad de un municipio. Alquiler es la acción y efecto de dar a alguien algo, para que use de ello el tiempo que se determine y mediante el pago de la cantidad convenida. Sigla es la abreviatura formada por las letras iniciales de un sintagma, normalmente nombres de instituciones, empresas, (partidos políticos), etc. Subasta, del latín sub hasta, ‘bajo lanza’, porque la venta del botín cogido en la guerra se anunciaba con una lanza, es la venta pública que se hace al mejor postor por mandato y con intervención de un juez u otra autoridad.  


Fijados conceptos, que protegen ideas y argumentos de quimeras y otras fantasías, alguna peligrosa, por estar próxima al delito, en él o prevista en el Código Penal, sigamos. Evitemos, además, conceptos y hechos que dan asco. Hasta en el negro sobre blanco del papel hay cosas asquerosas. Por eso, ahorrémonos las sensaciones y palabras sobre actitudes humanas que están ahí: Compra de votos y voluntades, apaño de silencios, ausencias interesadas, transfuguismo, uso de cargos en beneficios privados de grupos y personas. En definitiva, corrupción.


En los supuestos que aparecen hoy no parece que haya corrupción. Si la hubiera, mejor obviarla para que no contamine. En un municipio gallego, visto anteayer en la tele, un hijo desde el PP pretendía sustituir a su padre alcalde PSOE como parte de una saga de alcaldes de formaciones políticas diversas. En Madrid, se presentan y publicitan candidatos para sustituir al alcalde PP; desde fuera, Villacís, Maestre, Cueto, Smith, Sotomayor, y la medinense Reyes Maroto; y desde dentro, Borja Carabante y algún otro, si Martínez-Almeida sigue su carrera política en otro sitio. En otros lares, Alcalá de Henares y Navacerrada, por ejemplo, el ‘bipartidismo abollado’ PP-PSOE podría encontrar solución con cambios de personas y siglas. En Alcalá de Henares, con el paso del mismo alcalde PSOE al PP, o viceversa, por sintonía con la CAM; en Navacerrada, por lo mismo y con trasvase de alcaldía a un alcalde antiguo que vuelve a la palestra, o al revés. Lo último, el alcalde socialista (o casi no) de El Frago, un pueblo en la comarca zaragozana Cinco Villas, Jose Ramón Reyes Luna, harto del trato de los dos ‘pesoes’ encarnados en Lambán y Alegría Continente, elegida por Sánchez como cuota femenina aragonesa en el Consejo de Ministros.


En los supuestos anteriores y en otros, el trasiego de siglas y alcaldes es posible. En Madrid, y en muchas ciudades, es difícil, porque el conocimiento de candidatos es escaso, y el interés partidista prima frente al de los ciudadanos. Pero en otros municipios ha aparecido la argucia doble de alquiler o subasta. En ellos, no es necesario el transvase de votos, ni meter en baza a un electorado que decide personas sin unas siglas, que, en algún caso, aunque no confundan, enredan. El alcalde se elige por confianza y se le vota por ser quien es. La fiabilidad de las personas, conocidas por los que van a votar, parece incuestionable. Fulano alcalde pepero o socialista con sus virtudes, defectos, amigos y adversarios. En cuanto a la subasta de siglas, casi ajenas al pueblo y atendidas por los aparatos de los partidos (a veces en propio benefició), allá cada cuál con sus cadacuáles. Puede ocurrir, parece benéfico y, si no es ilegal, es hasta lógico. 


Pero hay dos problemas importantes: ideología y sentimiento. Visto el respeto que algunos partidos tienen por la ideología que dicen tener, el único inconveniente para el trasvase de alcaldes y siglas es el sentimiento, estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, hecho o persona. Como el sentimiento hay que entenderlo a favor o en contra de personas a las que se vota, o a unas siglas si las personas van en ellas, el quebranto parece dudoso. El alquiler es la acción y efecto de dar a alguien algo (alcaldía) para que use de ella el tiempo convenido (legislatura) mediante el pago de una cantidad (a compensar a cero: servicio al municipio). La subasta no es, ni puede ser, el botín de una guerra municipal que en estos supuestos no existe vendida a nadie, sin postores pero con la intervención de jueces (los votantes) y la autoridad que debe proteger al proceso electoral, a los electores y al bien común.


En consecuencia, y por lo anterior, en algunos casos, no en todos y en los municipios en los que el electorado lo acuerde, la solución, por útil, barata, no ilegal y limpia, puede valer: Alcalde en alquiler, siglas en subasta.

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