En las primeras páginas de la Biblia se relata la obra de la creación que concluye con una frase bastante expresiva: “Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno”. Efectivamente: la inmensidad de los mares, la frondosidad de los bosques, la belleza de las montañas, la riqueza y variedad de los animales marinos, terrestres, los que surcan nuestros cielos…, y también hizo al hombre a su imagen y semejanza. ¿Puede darse más? No, desde luego. Pero a los hombres, a algunos hombres, a determinados hombres no le parece suficiente y perfecto, y quieren enmendarle la plana a Dios. Por eso: le sobran bosques y hay que quemarlos o destruirlos; las aguas hay que contaminarlas; los animales hay que aniquilarlos; los hermosos paisajes hay que derruirlos; ¿y el hombre creado para disfrutar de la creación? Pues hay que aniquilarlo, claro que selectivamente: aborto, eutanasia, deficientes…
Los hombres, algunos hombres, determinados hombres se han erigido en dioses y quieren disponer del orbe a su antojo, a su libre albedrío. Pero la libertad, el libre albedrío, se lo concedió Dios a todo hombre y no quiere arrebatárselo, pero esos otros dioses sí quieren quitárselo para ser ellos los que indiquen la dirección obligada que ha de seguir la humanidad.
Mas Dios creó al hombre dotado de cuerpo y alma y el libre albedrío pertenece al alma. Esos dioses podrán dominar los cuerpos, pero el alma es de Dios y tiende a Dios. Ya lo expresó poéticamente nuestro Calderón: “el alma solo es de Dios”.
|