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O cómo empeňarse en poner boca abajo el calendario

Manifestaciones a favor de la tauromaquia

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Hace unos cuantos días se manifestaron los taurinos en Valencia con un nutrido número de asistentes, es cierto, y hoy todavía conservan la noticia, que empieza a oler a rancio, entre los titulares sus páginas taurinas calificando la marcha a favor de la tortura y la muerte de un gran éxito. Y estas palabras sí que merecerían mayúsculas aunque ellos se las pusieron en su cartel a los eufemismos con los que les gusta nombrarlas: Cultura y Libertad.

Pero aquella protesta no fue más que un paseíllo sin faena. Pancartas con faltas de ortografía, mucha bandera de España con toros, la lectura de un manifiesto a cargo de Enrique Ponce, ese torero de meñique tieso que cuando no va vestido de matar va ataviado de domingo y poco o más, o nada, porque nada ha cambiado a su favor, ni lo hará.

Aquel puñado de miles de gargantas exhortando al respeto para la tradición –como otros en su día lo exigieron para costumbres que hoy nos ponen los pelos de punta -, han sido incapaces desde largo de hacerle el boca a boca a la tauromaquia, un espectáculo que sí, necesita de cierta querencia por la crueldad para ser apetecido y de crueldad declarada para ser practicado pero por encima de todo requiere de dinero para respirar. Sin las subvenciones, al ganadero y al empresario taurino les permanecerá la vocación pero las ganas se les van, eso seguro. Al igual que no hay sociedad a la que el conocimiento no le sirva para dejar de tragar con el martirio lúdico y lucrativo de seres vivos de forma indefinida no existe empresario, ni siquiera del mundo de los toros, al que no le importe mucho más su saldo que la tradición.

ILPs por la Abolición o declaraciones de localidades amigas de los animales aparte, con la consiguiente decisión plenaria de no permitir la tauromaquia en sus ámbitos de competencia, a cada rato salta la noticia de que en algún ayuntamiento, bien sea de un pueblo pequeño, de un pueblo grande o de una ciudad de cualquier tamaño, se eliminarán todo tipo de ayudas municipales a la contratación o promoción de espectáculos taurinos y eso, así como la negativa a que se utilice suelo público para su celebración o facilitar los recursos humanos y materiales que en estos casos demanda la ley, supone de inmediato que allí donde ocurra y según a qué se aplique desaparezcan las corridas, los toros embolados, los ensogados, las vaquillas o cualesquiera otra demostración pública de violencia con animales.

Y eso sí sirve, eso sí que cambia la realidad, aunque a nosotros, los abolicionistas, nos duren mucho menos esas noticias en portada porque puesta una resulta que en pocos días otra similar vendrá a demandar el espacio de la anterior. La última en Cáceres, la próxima en breve.

Así son las cosas. No se puede subsistir de golpes de efecto en los medios de comunicación, sobre todo en los afines, como no se puede vivir anclados en el primitivismo moral y conductual. Todos esos que se manifestaron en Valencia saben que en Espaňa los municipios antitaurinos ya no son el sueňo de un pequeňo grupo de activistas de los 70 sino la realidad creciente de una necesidad luchada por infinidad de personas públicas y anónimas, apoyada por numerosos colectivos y empresas y refrendada cada vez por más políticos en un país en el que hace mucho que dejó de reinar Fernando VII. Sí, ya sé que el rey actual y su padre son taurinos como lo era el rey felón, en eso (y en otras cosas) no ha cambiado apenas la monarquía pero sí lo ha hecho la sociedad en su mayoría, que como suele ocurrir va por delante de las instituciones también en sensibilidad.

Disfrutad de esa manifestación en Valencia y mantenedla en vuestra memoria, taurinos, al igual que los cazadores siguen instalados en su nostalgia por cuando se juntaron tantos en Madrid allá por el 2008 para pedir más o menos lo mismo que vosotros: el derecho a seguir haciendo sufrir y a matar a seres inocentes. Hacedlo que será en vano tanto esfuerzo porque si contra algo no se puede luchar sin perder es contra el tiempo y vosotros, residuos del pasado, pretendéis descabellar al progreso. Y encima, para vuestro desconsuelo, tenéis turno antes que los cazadores.

Disfrutad de nada, sí, que nosotros continuaremos sumando titulares mientras el vuestro de esa manifestación siendo el más joven se os irá haciendo viejo. Mientras la tauromaquia es al fin lo que hace mucho que tendría que haber sido: un muerto. Sin puyazos, sin banderillas, sin estocadas, sin puntillas, sin heridas y sin sangre. Tercio de ética, se llama esta suerte sin violencia, y ya que no os fue otorgada por la naturaleza que os sea impuesta por ley.

Podréis poner el calendario del revés o congelarlo, taurinos, pero las horas, no se van a detener ni a caminar hacia el pasado.

Manifestaciones a favor de la tauromaquia

O cómo empeňarse en poner boca abajo el calendario
Julio Ortega Fraile
viernes, 18 de marzo de 2016, 09:13 h (CET)
Hace unos cuantos días se manifestaron los taurinos en Valencia con un nutrido número de asistentes, es cierto, y hoy todavía conservan la noticia, que empieza a oler a rancio, entre los titulares sus páginas taurinas calificando la marcha a favor de la tortura y la muerte de un gran éxito. Y estas palabras sí que merecerían mayúsculas aunque ellos se las pusieron en su cartel a los eufemismos con los que les gusta nombrarlas: Cultura y Libertad.

Pero aquella protesta no fue más que un paseíllo sin faena. Pancartas con faltas de ortografía, mucha bandera de España con toros, la lectura de un manifiesto a cargo de Enrique Ponce, ese torero de meñique tieso que cuando no va vestido de matar va ataviado de domingo y poco o más, o nada, porque nada ha cambiado a su favor, ni lo hará.

Aquel puñado de miles de gargantas exhortando al respeto para la tradición –como otros en su día lo exigieron para costumbres que hoy nos ponen los pelos de punta -, han sido incapaces desde largo de hacerle el boca a boca a la tauromaquia, un espectáculo que sí, necesita de cierta querencia por la crueldad para ser apetecido y de crueldad declarada para ser practicado pero por encima de todo requiere de dinero para respirar. Sin las subvenciones, al ganadero y al empresario taurino les permanecerá la vocación pero las ganas se les van, eso seguro. Al igual que no hay sociedad a la que el conocimiento no le sirva para dejar de tragar con el martirio lúdico y lucrativo de seres vivos de forma indefinida no existe empresario, ni siquiera del mundo de los toros, al que no le importe mucho más su saldo que la tradición.

ILPs por la Abolición o declaraciones de localidades amigas de los animales aparte, con la consiguiente decisión plenaria de no permitir la tauromaquia en sus ámbitos de competencia, a cada rato salta la noticia de que en algún ayuntamiento, bien sea de un pueblo pequeño, de un pueblo grande o de una ciudad de cualquier tamaño, se eliminarán todo tipo de ayudas municipales a la contratación o promoción de espectáculos taurinos y eso, así como la negativa a que se utilice suelo público para su celebración o facilitar los recursos humanos y materiales que en estos casos demanda la ley, supone de inmediato que allí donde ocurra y según a qué se aplique desaparezcan las corridas, los toros embolados, los ensogados, las vaquillas o cualesquiera otra demostración pública de violencia con animales.

Y eso sí sirve, eso sí que cambia la realidad, aunque a nosotros, los abolicionistas, nos duren mucho menos esas noticias en portada porque puesta una resulta que en pocos días otra similar vendrá a demandar el espacio de la anterior. La última en Cáceres, la próxima en breve.

Así son las cosas. No se puede subsistir de golpes de efecto en los medios de comunicación, sobre todo en los afines, como no se puede vivir anclados en el primitivismo moral y conductual. Todos esos que se manifestaron en Valencia saben que en Espaňa los municipios antitaurinos ya no son el sueňo de un pequeňo grupo de activistas de los 70 sino la realidad creciente de una necesidad luchada por infinidad de personas públicas y anónimas, apoyada por numerosos colectivos y empresas y refrendada cada vez por más políticos en un país en el que hace mucho que dejó de reinar Fernando VII. Sí, ya sé que el rey actual y su padre son taurinos como lo era el rey felón, en eso (y en otras cosas) no ha cambiado apenas la monarquía pero sí lo ha hecho la sociedad en su mayoría, que como suele ocurrir va por delante de las instituciones también en sensibilidad.

Disfrutad de esa manifestación en Valencia y mantenedla en vuestra memoria, taurinos, al igual que los cazadores siguen instalados en su nostalgia por cuando se juntaron tantos en Madrid allá por el 2008 para pedir más o menos lo mismo que vosotros: el derecho a seguir haciendo sufrir y a matar a seres inocentes. Hacedlo que será en vano tanto esfuerzo porque si contra algo no se puede luchar sin perder es contra el tiempo y vosotros, residuos del pasado, pretendéis descabellar al progreso. Y encima, para vuestro desconsuelo, tenéis turno antes que los cazadores.

Disfrutad de nada, sí, que nosotros continuaremos sumando titulares mientras el vuestro de esa manifestación siendo el más joven se os irá haciendo viejo. Mientras la tauromaquia es al fin lo que hace mucho que tendría que haber sido: un muerto. Sin puyazos, sin banderillas, sin estocadas, sin puntillas, sin heridas y sin sangre. Tercio de ética, se llama esta suerte sin violencia, y ya que no os fue otorgada por la naturaleza que os sea impuesta por ley.

Podréis poner el calendario del revés o congelarlo, taurinos, pero las horas, no se van a detener ni a caminar hacia el pasado.

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